Por Alan Javier Contreras Castillo
No habrá huachicoleo, se crearán cien universidades públicas, disminuirán los impuestos, dos millones trescientos mil jóvenes serán contratados para trabajar como aprendices, no habrá más deuda pública, bajarán los precios de los combustibles, además, se acabará con la corrupción. Estas fueron las más resonantes propuestas que a mi parecer emitió el nuevo Presidente de la República durante su discurso de toma de protesta.
Es un hecho que, en mi calidad de ciudadano, escuchar estas propuestas me colma de gran paz y tranquilidad, pero también me es difícil comprender como es que se resolverán prácticamente todos los problemas que aquejan al país. Sin duda, puedo pensar que las intenciones de nuestro nuevo mandatario tienen el objetivo de mejorar lo que hasta ahora está bien y de acabar con todo aquello que dañe la marcha cotidiana de nuestra sociedad, pero debo admitir que las formas para lograr dichas metas son las que aún no se han expuesto y siendo sincero, aún no logro descifrar por ejemplo, como disminuyendo los impuestos (cosa que aplaudiría si se llegase a adoptar dicha medida), bajaría el precio de los combustibles y además se aumentaría al doble la pensión de los adultos mayores a partir de los sesenta y ocho años (hasta ahora, las personas de la tercera edad, empiezan a recibir su pensión a partir de los sesenta y cinco años). Como esta combinación, podría enlistar unas cuantas más en donde la lógica no juegue a su favor, sin embargo, si en dado caso se lograsen cumplir con dichos planteamientos, la situación del país daría un vuelco de 180 grados, que sin duda, todos agradeceríamos.
Como un ciudadano que ejerció su derecho al voto y que participó activamente en las elecciones del pasado primero de julio, deseo firmemente que los frutos de la voluntad popular sean de lo más dulces y tersos, que al presidente le vaya bien y que el país prospere como debe, porque la patria lo merece y sobre todo, lo necesita.
