En la Península de Yucatán, el consumo de carne de cerco ha registrado un notable crecimiento reciente, reforzando su papel tanto en la economía local como en las costumbres alimentarias de la región. Según fuentes regionales, “el consumo y la producción de carne de cerdo tienen un papel clave en la economía y la cultura regional”.
Este fenómeno no se limita únicamente al ámbito del consumo: también se observa un fortalecimiento en la producción porcícola. En los últimos años, las granjas porcinas han proliferado en Yucatán, intensificando las actividades vinculadas con la cadena productiva del cerdo.
Sin embargo, este crecimiento conlleva varios retos. En primer lugar, la industria porcina demanda grandes insumos, especialmente agua y granos. Para producir un kilogramo de carne de cerdo se estima que se requieren alrededor de 6 mil litros de agua y 3.5 kilogramos de granos, datos que evidencian la presión sobre los recursos naturales.
Otra preocupación es el impacto ambiental. Las granjas concentradas de cerdos generan cantidades significativas de desechos, los cuales pueden filtrarse hacia los mantos freáticos y cuerpos subterráneos, especialmente en un territorio tan permeable como el de Yucatán. Académicos han documentado que condiciones intensivas de producción pueden ocasionar contaminación del suelo y del agua, afectaciones a la biodiversidad y riesgos para la salud pública.
En términos económicos, la mayor demanda de carne de cerdo también enfrenta impactos por el aumento de costos en los insumos. Por ejemplo, alza en el precio de granos se refleja en el costo del cerdo para el consumidor. En Yucatán, desde la segunda mitad de 2024 los incrementos han sido pronunciados; en julio de ese año, el precio del cerdo llegó a los 125 pesos.
A nivel nacional, la tendencia acompaña la regional. México proyecta un mayor consumo de carne de cerdo para 2025, atendiendo tanto a la demanda interna como a las oportunidades del mercado global.
El auge del consumo de carne porcina en la Península de Yucatán representa una fuente de dinamismo económico y un reflejo de los cambios en los hábitos alimentarios. No obstante, el crecimiento sostenible de esta industria dependerá de la capacidad para gestionar los impactos ambientales, garantizar el abastecimiento responsable de recursos y equilibrar precios e insumos.


