Crisantemos blancos y morados cruzaban calles y rincones. Ni uno solo de ellos quisiera quedar atrás. Galicia no se explica sin hogueras de san Juan, sin magosto en noviembre, sin flores en los cementerios. Eran crisantemos gallegos y eran vísperas del día de Difuntos. Era el sol de octubre quemando la piel en una despedida del verano, era la tradición, eran el dolor y la serenidad cristiana avanzando de la mano hacia el recuerdo y la memoria.
Cada ramo reposaba en un su lugar. Ni un lugar sin ramo, sin flor, sin afecto. La vida y la muerte son dos habitaciones distintas del mismo hogar, ya lo dijo san Agustín, y el que un día amó de verdad jamás olvida a los que ya no están en la tierra. El que amó de mentira simplemente no amó: fingió. Cada ramo con un beso, con un secreto, con un padrenuestro, con una lágrima, con una vela. Crisantemos en cada rincón: mientras no llega la vida eterna recordamos a los nuestros!
Dedicado a cada persona ya en el cielo
A mi querida abuela
A Galicia y a México: me gusta el culto a la muerte en esos lugares. Si no fuera gallega me gustaría ser mexicana en esta fecha
A mi Luis
A mi amiga Ana. Lo primero que hizo cuando se pudo pasear en mayo fue ir al cementerio, nosotras también. Galicia es así
A Paty