Sic Sac, por: M.A. Elda Clemente Reyes
Cuando un gobernante asume el poder de la mano de su gabinete
o equipo que lo acompañará durante seis o tres años de administración,
adquieren un compromiso de honestidad, responsabilidad y cumplimiento de cada
situación que se presenta.
Sin embargo, al paso del tiempo alguno que otro funcionario olvida
porqué lo pusieron donde está y de la noche a la mañana se desdice, ignora,
vacila y hasta juega con la confianza, la credibilidad y el respeto de las
personas y de los que una vez, consideró sus colegas.
En pocas palabras se hacen de la vista gorda sin importarles
que sean otros los que tengan que dar la cara por ellos.
Cuando leo afirmaciones, declaraciones o denuncias ciudadanas
en contra de algún burócrata de primer o segundo nivel, inmediatamente me surge
la pregunta ¿Acaso no se dan cuenta del problema en que meten a su jefe? ¿Esa
es la instrucción que reciben o son demasiado soberbios para pasarle la bolita
al otro sin mayor temor?
Eso no es de amigos mucho menos de lealtades. Un amigo
absorbe los asuntos los resuelve no perjudica a su jefe inmediato, escucha,
atiende los planteamientos y sugerencias, no los niega ni los confunde, mucho
menos miente para aparentar tener la razón.
La política es así, un ejercicio de voluntades, criterios, principios,
decisiones y acciones donde el que gasta más saliva traga más pinole. Es un
juego de vencidos o vencedores, errores, experimentos, aciertos y cada quien la
practica a su manera o hasta donde su amplia o escasa visión e inteligencia se
lo permite.
También, es una técnica donde el más brillante puede vencer
cualquier obstáculo que le pongan enfrente cuando le asiste la razón, la verdad
y la institucionalidad.
Por eso, ningún gobernante debe sentirse defraudado consigo
mismo por el resultado o las fallas de sus subalternos, cuando su trato, ha
sido justo en lo que dice y ordena. El ropaje de ningún ser humano se mancha
cuando su actuación es congruente con su ideología y sus valores.
La política no es de ángeles y demonios, pero las batallas
que a veces acontecen parecen no ser siempre de humanos. De ahí, surge la
complejidad de entenderla como un arte fundado en la ética de servicio al pueblo
no como un conflicto.
Actualmente, son tiempos de construir la nueva manera de
hacer política a partir de nuevos acuerdos y consensos necesarios con un
enfoque distinto del poder político. Donde las líneas discursivas se
transformen en una realidad colmada de humildad, sensibilidad, empatía,
humanismo, respeto, amor por esta tierra y su gente.