Por: Alan J. Contreras Castillo.
Tenía un conocido al que sus padres
todo el tiempo le decían que hacía bien las cosas, si fallaba un gol, le
aplaudían, si empujaba en la fila de la escuela, le decían que así se ganaba el
lugar que quería, si insultaba, era visto como el lenguaje de los que mandan,
si llegaba tarde, se justificaban diciéndole que seguro venía de un compromiso
importante, si reprobaba, seguro el examen era en extremo difícil y además
pensado para físicos con especialidad en cuántica cuando él estudiaba Negocios
Internacionales. Un buen día, un peculiar personaje, Director y amigo de una
prestigiada Universidad Madrileña, le envió una carta con la negativa a la
solicitud de su aplicación para estudiar una maestría en dicha institución, su
enojo fue tal, que inmediatamente acudió con sus papás a exigirles que hicieran
algo, ¿Y saben que ocurrió? Sí, lo hicieron entrar. Resulta que un amigo de su
papá había sido un académico de renombre en esa casa de estudios y fue a través
de su recomendación que el individuo logró obtener su matrícula y por supuesto,
su flamante título. Hoy tiene dos hijos y lo que no tiene es un trabajo, nadie
en su esfera ni fuera de ella lo quiere contratar puesto que no cumple con las
capacidades que exige la iniciativa privada para desempeñar un trabajo de
calidad. Él sigue pensando que el sistema es injusto con su persona pues
siempre fue un ser “sobresaliente”, tanto en casa como en la escuela.
Lo anterior me lleva a las siguientes
interrogantes ¿Es acaso un mal que cuestionen tu capacidad?, ¿Es preferible que
creas que todo lo que haces está bien? Dejando a un lado la formación familiar y entrando al tema de la
docencia, creo sólidamente que el sistema de evaluación para el ingreso,
promoción, reconocimiento y permanencia de las y los maestros debe permanecer,
indiscutiblemente. Como formadores de las generaciones venideras les es exigible
que pasen no uno sino hasta cinco filtros si es necesario para garantizar que
cuenta con las habilidades técnicas y el expertise
que exigen sus respectivas áreas educativas. Regresar al modelo de antaño no es
opción.
Tomemos en cuenta que México, de
acuerdo a indicadores de la OCDE, es uno de los países que más invierte en
educación en relación con su Producto Interno Bruto y aún así, tenemos de los
peores desempeños en todas las evaluaciones de calidad educativa. Seguir con el
modelo que exige evaluaciones periódicas a los docentes para justificar su
ingreso, promoción o permanencia en el rubro, no significa, de ninguna manera,
atentar contra los derechos de su grupo ni mucho menos, se trata de garantizar
la calidad de su profesión, de retarlos y motivarlos a ser mejores, de
incentivarlos a estudiar más y prepararse mejor con el único e irrestricto fin
de confiarles, nada más y nada menos, que la formación de nuestros hijos en el
ámbito profesional, tan sólo eso.
No podemos pretender que un profesional
mejore sin incentivos (hay quienes lo hacen por gusto, definitivamente) pero ya
se les otorgó un voto de confianza en el pasado y casi todos conocemos la
historia de lo que ocurrió. Estas evaluaciones
o “condicionantes”, tal vez no le agraden a todos, pero es un hecho que su
impacto es generalizado, estamos hablando de la niñez de México que necesita
grandes formadores, grandes retos, grandes experiencias y por sobre todas las
cosas, grandes ídolos a quienes admirar; no habría nada mejor si los pudiéramos
llamar: Maestros.
Enfrentémonos a la realidad que versa
que para ser el mejor hay que ganarle al mejor. Éste sistema se trata de un
modelo de competencias que puede detonar en los mejores maestros de América
latina y del mundo educando a nuestros hijos.
Afortunadamente mis papás, familia y
maestros, se encargaron de hacerme sentir lo suficientemente incompetente y a
veces hasta inservible cuando de mi parte corrían los yerros. Antes me
lamentaba, ahora les doy rotundamente las gracias por cuestionar mis
habilidades. Pensemos que es lo que realmente queremos heredar ¿ímpetu o
conformismo?.
Alan J. Contreras Castillo
Director Ejecutivo de C&C
Consultores
Lic. en Ciencias Políticas por la
Universidad Modelo
Asesor de la LXIII legislatura-
Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.