Por: Jorge Valladares Sánchez.*
En Facebook y en Youtube: Dr. Jorge Valladares.
Este lunes 14 de noviembre iniciaremos un
nuevo grupo de Club de Padres. He invitado a más de 2000 personas directamente
y no sé a cuantas a través de redes electrónicas, este generoso espacio de La
Revista y otras publicaciones, como la que muy sensiblemente hizo Darcet
Salazar, en Por Esto.
Es sin costo. Es acompañamiento y asesoría
psicológica. Es para formar hijos autosuficientes y fortalecer la armonía
familiar. Es una hora a la semana. Es un espacio para papá y/o mamá. Puedes
participar desde cualquier lugar del país. ¡Qué más te digo…? Sólo escribe a
dr.jorge.valladares@gmail.com si quieres un lugar.
El caso es que tuve el desliz de
mencionarle a un par de personas el número de registros alcanzados. Y los
comentarios fueron: ¡es que los papás cada vez están peor! ¡Ya nadie se ocupa
como debe ser de sus hijos! ¡Dicen que quieren ayuda, pero cuando se las
ofreces siempre tienen algo más que hacer! ¡Las mamás tienen demasiado que
hacer y los papás ni se interesan! ¡Igualito pasa en… todos opinan, critican,
pero nadie hace nada cuando les llamas a resolver!
Inspirado, añadí: ¿Ya escribiste para
entrar? Respuestas: ¡Lo tengo pendiente! No, es que ¿a qué horas? Estoy ahorita
con… y casi no tengo tiempo de respirar. Jmmm, quien quiero que entre es (mi
pareja). Tengo la cabeza en mil cosas. Más que eso lo que mi hijo necesita es…
Es que mis hijos están muy (pequeños/grandes).
Y cuando algo similar ocurrió con el grupo
anterior (y con decenas más anteriores) la acción fue la misma: ir adelante con
quienes están y hacer lo que se puede hacer en este momento, para bien de
quienes se puedan beneficiar (nuestros hijos) ahora… y luego volver a intentar.
Es claro, que hay efectos de la paradoja
de que la labor que muchos/as consideramos lo mejor de nuestra vida, al mismo
tiempo sea para número similar la más difícil o de mayor responsabilidad o más
pesada de sobrellevar. En muchos temas es fácil juzgar y ver la paja en el ojo
ajeno, pero el más frecuente y uno de los más accesibles es el de la
parentalidad. Incluso sus propios/as practicantes tienen una reacción crítica
frecuente si se habla de la dedicación, actitud o resultados de otros papás y
mamás, aunque lamenten la incomprensión o juicios recibidos cuando son los
actores de esa escena.
Uno de tales efectos es la culpa, que
tiene varios orígenes y una presencia excesiva entre el gremio de papás y
mamás. La más sencilla es la paradoja misma, pues lo hermoso de la función
suele ir acompañado de poesía sobre lo que es ser padre/madre o tener un hijo/a;
ideas y sentimientos tan bonitos que claramente entran en conflicto en las
situaciones donde las cosas se complican y no se parecen en nada a lo ideal de
la unión y amor, paciencia, comprensión, apoyo y buena disposición que habrían
de caracterizar la vida en familia.
Las reacciones, normales, tibias o
extremas, que llegamos a tener en diversos contextos, por ser simplemente
humanos, en el ámbito familiar acentúan incertidumbres y llevan a nuestro
propio autoconcepto y autoestima los cuestionamientos. Y, ¿cómo no? si estamos
cuestionando los efectos a mediano y largo plazo de acciones que realizamos sin
suficiente seguridad y reacciones que no logramos controlar, pero evidentemente
no nos gusta tener, ni parecen ser bien recibidas por las personas a las que
tanto amamos.
Y aunque tengamos de consuelo frases como:
¡Nadie me enseñó a ser padre! ¡Esta es la edad más complicada (cualquiera de
ellas)! ¡Es que la internet, la escuela, los amigos…! No deja de impactarnos el
temor de estarnos equivocando, incluso con las mejores intenciones. Y claro,
sabemos que nos podemos equivocar porque, en mayor o menor grado, todavía
seguimos viendo los efectos que tuvo en nosotros la propia educación recibida;
y aun si ya aprendimos a no juzgar públicamente a nuestros padres, en lo interior
sabemos que siguen puertas abiertas y emociones no resueltas, que no es
correcto conversar, pero no dejan de sentirse.
El caso es que cuando hay la ocasión de
compartir, necesitamos que sea un espacio de comprensión y cierta seguridad,
para abrir efectivamente nuestras dudas y sentimientos, sin la preocupación
sobre los juicios por los errores que probablemente seguimos cometiendo, pero
en especial sobre los efectos aún no superados en nuestra historia. Pocos/as
logran dar ese paso, y el momento le llega a algunos/as ahora y a otros
después.
Tengo una creencia; se generó a lo largo
de varias experiencias, como suele ser con cualquier creencia, pero esta se
afianzó cuando, ya siendo papá, tuve la oportunidad de servir por 5 años a los
adolescentes que eran internados por haber cometido alguna conducta ilícita.
Sí, el equivalente a la prisión de adultos, pero para chicos que en su momento
tenían desde 11 y luego desde 14 hasta 18 años.
Si a cualquier chico/a se le puede juzgar
a la ligera por ver lo que hace u oír lo que dice, a quienes entraban a este
sistema, imagina… E imagina también, o tal vez sólo revisa lo que ya estás
pensando acerca de sus padres…
Piensa que descubres que a tu hijo/a le
han violado, o le hirieron con navaja, o tuvo acceso a droga en su escuela o le
están insistiendo en que acepte dinero a cambio de cualquier modalidad de
prostitución… Ahora… piensa en que quién se lo hizo fue un chico de 14 años… Y,
¿qué viene a tu mente si piensas en los padres de ese chico? Finalmente, imagina
que los padres de ese chico… son tú y tu pareja…
Mi creencia es que debo estar en la
disposición de ayudar a cualquier menor de edad, sea la víctima o el
victimario, y a sus padres; y que deseo que cualquier adulto estuviera en la
misma disposición si la víctima o victimario fuera mi hijo o alguna de mis
hijas. Y es que yo, lo quiera o no, o tú (lo captes o no), podríamos ser
cualquiera de esos dos chicos/as o cualquiera de esos dos padres.
Poder ejercer una mejor parentalidad es un
paso importante. Mirarnos y apoyarnos como todos padres/madres de alguien e
hijos/as de alguien, sería un clarificador complemento. Por ello, un día puse a
la vista del maravilloso equipo de trabajo que conformamos en el CEAMA un
cartel, con la imagen de mi hijo, y una frase que decía: Trabaja Hoy, como si
Tu Hijo/a fuera uno de nuestros Alumnos (que era como elegimos llamar a
nuestros internos).
Así que en esencia hay un elemento básico
a trabajar en la primera etapa del Club de Padres (al que aún puedes entrar si
escribes ahora) y otro en la segunda. Ambos tienen que ver con mejorar lo que
queremos para nuestros hijos, pasando por dejar de lado la culpa y
concentrarnos en lo que realmente sirve para ellos/as y para la familia en su
conjunto.
En el primer caso generamos conciencia,
reflexión y claridad sobre lo que sí es la función parental versus lo que no lo
es. Enfocarnos para dejar de un lado la poesía y del otro las culpas, e
identificar lo que realmente hace la diferencia en la formación que procuramos
para nuestros hijos. Queremos muchas cosas para ellos/as, pero es normal tener
poca claridad de lo que sí podemos hacer y la forma más efectiva de hacerlo.
En la segunda fase, vamos al siguiente
escalón. Ya visualizando mejor lo que sí podemos y lo que no, lo que sí nos
toca y lo que no, lo que le sirve a ellos/as y lo que solo hacemos por nosotros
mismos… Y es que en el intento de dar, de mejorar, de reparar, suele haber
complejidades, inercias y obstáculos. Así que el logro en este punto es un
segundo momento de conciencia, más difícil porque ya no se dirige hacia el
exterior, sino hacia dentro de nuestra persona, que está allí cuando ejercemos
como mamá o papá.
Con todo ese énfasis romantizante y
culpabilizante es de entenderse que en nuestro actuar parental confundamos roles,
historia y relaciones de diferentes orígenes y campos con los que realmente han
de impactar nuestra labor frente a los hijos/as. Así como nuestro “carácter”,
costumbres y antecedentes afectan el desempeño como estudiantes, trabajadores,
pareja, deportistas, músicos, compañeros de viaje o vigilantes, también sucede
cuando “la hacemos de papá/mamá”.
O sea, si me encargan vigilar una casa, un
niño o la evolución de un incendio, no me transformo en ese momento en
vigilante profesional. Si tengo estudios o experiencias o conocimientos de ello
puedo hacer una mejor labor que si no, pero además, si soy nervioso, atrevido,
fuerte, tengo astigmatismo, me duermo fácilmente o platico mucho, todo ello se
va a aplicar en el momento de actuar como vigilante y entrará en combinación
con mis capacidades y preparación. El resultado será una mezcla explicable,
pero no predecible, de cuyo alcance habrá quien quiera juzgar, pero
difícilmente hallará sustento.
Un día tomamos o nos cae el rol de
padre/madre y de inmediato se genera una expectativa propia y ajena de que
hemos de cumplir el rol, pero sí, allí también aplica el grado de preparación,
deseo o condiciones de hacerlo y todas nuestras características y antecedentes
que provienen de nuestro vivir. A diferencia de la repentina tarea de vigilar,
del ejemplo, ese rol no acaba, va evolucionando y usualmente no especifica con
claridad el alcance de la tarea. Por ello es importante enfatizar que somos
responsables de educar y en ello no aplican culpas, sino dedicación y persistencia.
Así que si avanzamos un escalón aclarando
la tarea, el siguiente es detectar todos aquellos elementos propios y
habituales que suelen interferir con lo que quisiéramos hacer, suponiendo que
lo sabemos, y nos atrevemos a intentar, suponiendo que podemos.
Diría que todo papá y mamá hacen cuanto
pueden por sus hijos (un poco exagerado, pero vale); lo importante es cuánto
efecto está logrando para bien de ellos/as y lo útil enfocar cómo pueden hacer
lo prioritario y de la manera más efectiva, para mejorar en esos efectos.
Quizá, sólo quizá, algunas de las acciones están de más y pueden dedicarse los
recursos materiales y afectivos a mejores causas.
Si te animas a intentarlo ahora, escribe,
que este tren ya está arrancando. Si no es el momento, te mantengo en la lista
de más de 2,000 a quienes avisaré cuando haya otra oportunidad.
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*Jorge Valladares Sánchez
Papá,
Ciudadano, Consultor.
Especialista,
Maestro y Licenciado en Psicología
Doctor
en Ciencias Sociales.
Doctor
en Derechos Humanos.
Presidente
de AME Adolescentes, A.C.