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Una, solo una

Raul Monforte González
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Construyendo, por: Raúl Asís Monforte González.

Mucho se ha escrito y reflexionado acerca de la técnica ancestral de la chancla, aplicada por nuestras madres y
abuelas, para la educación de sus hijos. En estos tiempos, muchos añoran el regreso de esos días en que mas valía
una nalgada o una bofetada a tiempo. De hecho, muchas veces y en casos de alta importancia o gravedad, si la
acción correctiva se aplicaba en el momento justo, con la intensidad que ameritaba la falta, y como una inequívoca
consecuencia a la travesura cometida, solamente hacía falta una, sólo una, pero bien puesta. 

La violencia está hoy creciente tanto en cantidad de eventos, como en intensidad, y por todos los rincones de
nuestro país. Una buena parte de la sociedad está cargada de una ira activa y desenfrenada, las posiciones
ideológicas se defienden no solo con vehemencia, lo cual no tendría nada de malo, sino también con virulencia,
una rabia verbal que está también pasando a las acciones, que ya no se contiene ni se apacigua desahogándose
con palabras, sino que quiere destruir, hacer daño, romper todo. 

Y conforme este fenómeno crece, el orden social que debería prevalecer, se está empezando a romper. Se está
traspasando en algunos casos, la delicada y frágil línea entre el derecho a manifestar una idea, y cometer un delito
mientras se ejerce ese derecho. El catálogo es amplio, monumentos grafiteados, escaparates rotos, libros y otras
mercancías quemados, escupitajos, brillantina, pintura, agua, mierda, o cualquier sustancia que pueda arrojarse
sobre el rostro o el cuerpo de personas pacíficas, golpes, patadas. 

Un grupo social que se siente con derecho a realizar esos y otros actos en contra de sus semejantes o de sus bienes
individuales o comunitarios, que erróneamente cree que tiene el derecho a cometer un crimen y no ser castigado
por hacerlo. 

Pero para muchos otros está sumamente claro, quien comete un acto señalado en las leyes como delito o crimen,
se convierte automáticamente en un delincuente, un criminal. De modo que tal categoría se la impuso a sí mismo
desde el momento en que haciendo uso irrestricto de su libertad, decidió cometer la fechoría. Así que la otra parte
de la sociedad, no criminaliza a estos individuos, tampoco la autoridad que advierte, y que intenta poner orden. La
dignidad de criminales, se la ganaron con todo mérito. 

Pero en muchos lugares también, estamos con tristeza atestiguando una ausencia de autoridad, esa que los
ciudadanos hemos entregado al estado como depositario, pero que el mismo estado está evadiendo su ejercicio,
ya sea por negligencia o más grave aún, por voluntad manifiesta. 

Así que acusar a esos y esas cobardes, con sus madres o sus abuelas, carecería de eficacia y de sentido. Mas bien
hay que imitar el modo como esas madres y abuelas recetaban un ejemplar escarmiento a los rapazuelos
malcriados, y darles una consecuencia, solo una, pero bien puesta. 

Raúl Asís Monforte González 

© Copyright 2019. Raúl Asís Monforte González. Todos los derechos reservados 

Mérida, Yucatán a 05 de octubre de 2019 

E-mail: raul@mienergiamx.com 

Facebook: Raúl Asís Monforte González 

Twitter: @raulmonforteg

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