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La sospecha

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Por: Federico Reyes Heroles.

Lo dijo con todas sus letras en su toma de
posesión, no me reelegiré. La prohibición constitucional está ahí, pero detrás
hay mucho más que un precepto. La no reelección es un principio que explica
nuestra historia en el siglo XX, incluidos un millón de muertos. ¿Por qué
decirlo, por qué hacerlo explícito? Hay un motivo muy concreto: la sospecha
ronda.

Esa sospecha está minando la paz interior
de muchos mexicanos. A qué país te irías, es algo que se escucha cada vez con
más frecuencia. España, Chile, Canadá; es increíble que hablemos de ello. Lo va
a intentar, dicen unos; no, responden otros, no tiene la edad ni las fuerzas.
¿Es paranoia o hay hechos que fundamentan la sospecha? Al mirar el mundo nos
encontramos con varios casos muy sonados. Se habla poco de China porque no es
una democracia. Que allí los líderes se perpetúen es lo normal. Pero hay otras
novedades. El señor Putin podría llegar, sin problema, a 24 años en el poder.
Lo mismo con Erdogan en Turquía. En Egipto, las cosas no van mejor. En teoría,
esos países se encaminaban hacia la democracia, se hablaba de olas
democráticas.

Pero ya no estamos en ese momento
histórico. Freedom House, la misma institución que acreditó el avance de normas
democráticas en las últimas décadas del siglo pasado, ahora prende las alarmas.
Hoy hablamos de democracias iliberales. Hay, además, una terrible novedad. Se
pensó que, al lograr elecciones libres y competidas, se garantizaba la continuidad
democrática. Pero cada vez son más frecuentes los casos de reversión
democrática. Gobernantes que entran por la puerta de la democracia y desde el
poder hacen lo necesario para perpetuarse. En nuestro vecindario, América
Latina, hay varios ejemplos paradigmáticos. Castro encabezó una revolución
contra un dictador —la que tanto admira la presidenta de Morena— para
convertirse en otro dictador. Hoy, el caso más sonado es Venezuela, con dos
décadas de autoritarismo y dictadura. Pero qué decir de Ortega en Nicaragua o
Evo Morales en Bolivia. Ése es el contexto de la sospecha.

Por eso es tan relevante la declaración
del llamado Grupo de Lima, en la cual una docena de países del continente, de
Canadá a Chile, desconocen la legalidad y legitimidad de las perversas
elecciones con las cuales Maduro pretende seguir gobernando en Venezuela hasta
el 2025. El círculo virtuoso se genera cuando países que cumplen con los
cánones democráticos exigen respeto a las libertades políticas básicas, ésas
que Maduro quebrantó, una a una, sin excepción. México, después de décadas de
lucha democratizadora, ya pertenece a ese club y puede exigir. Sin embargo, el
gobierno declinó sumarse argumentando el principio de no intervención, esa
vieja fórmula que facilita la evasión de un compromiso democrático proactivo.

Maduro persiguió a los opositores,
amedrentó a los medios, coartó la libertad de expresión, negó la observación
internacional y ahora México guarda silencio. Desde Lima se llama a Maduro a no
asumir la presidencia el día 10 y a respetar las atribuciones de la Asamblea
Nacional para, así, convocar a nuevas elecciones. Se busca una salida
democrática para los venezolanos. Pero el gobierno mexicano decidió mirar a
otro sitio pretendiendo que nuestra capacidad negociadora es más valiosa que
las normas democráticas universales. “Perdimos a México —escribió José Miguel
Vivanco, de Human Rights Watch—… Ha quedado demostrado que mientras gobierne
AMLO, los derechos humanos no serán un componente de la política exterior
mexicana. Esto es música para los oídos de dictadores como Maduro y Ortega, y
una bofetada para sus víctimas”.

Por supuesto, desde La Paz, Evo Morales
felicitó al gobierno mexicano por no apoyar lo que llamó “golpismo
diplomático”. Habría que preguntar a las víctimas de Maduro, de Ortega y de
Morales si piensan que la auténtica preocupación y defensa activa de los
derechos humanos es “golpismo diplomático”, saber si prefieren el silencio
cómplice que avala los actos que han conculcado sus libertades básicas. Qué preferiríamos
los mexicanos en el caso de que hubiera intentos por reducir nuestras
libertades políticas en un afán por concentrar y conservar el poder: silencio o
acción proactiva.

La discusión sobre el carácter universal
de los derechos humanos se dio hace medio siglo, de ahí la creación del Consejo
de Derechos Humanos de Naciones Unidas, de la Carta de la Organización de
Estados Americanos, de la Carta Democrática Interamericana y las cláusulas
democráticas de la Unión Europea y otras. La democratización de México se logró
con demandas internas y puntos de apoyo en el exterior. Por ejemplo, la Unión
Europea se negó a firmar un acuerdo comercial con México hasta que se
cumplieran requisitos básicos. Todo nos ayudó.

En Lima dieron la espalda a esa exigencia
democrática. ¿Por qué? La sospecha se ahondará.

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