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Epidemiología marca ACME

Pascal Beltrán del Rio
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Bitácora, por: Pascal Beltrán Del Río. 

Lo confieso, cada vez que escucho al subsecretario
Hugo López-Gatell hablar del acmé de la pandemia del covid-19 –como lo hizo el
16 de abril, el 20 de abril y el 5 de mayo, entre otras fechas–, me viene el
recuerdo de las desventuras del coyote, que, por más esfuerzos que hace, jamás
logra atrapar al rápido, escurridizo y burlón correcaminos.

Me refiero, por supuesto, a la serie de dibujos
animados creada en 1949 por el animador Chuck Jones para la Warner Brothers. Bip,
bip.

Incapaz de alcanzar la velocidad de su presa, el
coyote compra por catálogo una serie de artilugios –patines impulsados por
cohetes, imanes gigantes, pelotas de tenis explosivas, etcétera– para tratar de
atraparla. Pero todos fallan y el pobre coyote termina atropellado por un
camión, aplastado por una gran roca o lanzado al fondo de un barranco.

No obstante, el coyote no desiste –el hambre puede ser
una gran motivadora del espíritu—y siempre vuelve a recurrir a su surtidor de
soluciones, la corporación ACME, que le envía hasta la mitad del desierto
enormes cajones con extravagantes inventos.

El nombre de la compañía ficticia deriva de la palabra
griega akμń (acmé), cuyo significado es “apogeo” o “el punto más alto al que se
puede llegar”. Su uso en esa y otras caricaturas de la serie Looney Tunes
resultaba de la ironía de que los productos de ACME siempre fallaban.

Igual que le sucede al coyote de los dibujos animados,
López-Gatell jamás consigue su objetivo. A finales de abril, estableció que el
acmé de la curva epidemiológica sería el 8 de mayo, fecha que luego cambió por
el 6 de mayo para luego volver al día 8.

En los siguientes días, haciendo malabares con las
cifras, combinaba su aseveración de que la estrategia sanitaria del gobierno
federal había logrado “aplanar la curva” con su advertencia de que aún
estábamos en la fase de mayores contagios.

No ha sido una sorpresa que la gente termine
completamente confundida sobre qué hacer.

Pese a que ha transcurrido prácticamente un mes de
aquel acmé, el subsecretario afirmó, el pasado martes por la noche, que “la
epidemia de covid está en su máximo nivel de intensidad”.

Luego, para volver más complicadas las cosas, agregó
que aunque la tendencia de los contagios es hacia la disminución, su velocidad
no es totalmente clara y eso explica que la cantidad de casos supere lo
originalmente proyectado para la fase de descenso.

Se entiende, desde luego, que una estimación tenga un
margen de error. Pero ¿un margen de error de un mes en una epidemia que
apareció en México hace menos de cien días?

A López-Gatell le da por culpar a los medios, las
redes sociales y los grupos de WhatsApp por la inexactitud de sus cálculos y la
contradicción de sus cifras, cuando lleva meses cambiando sus versiones y
justificando los cambios.

De niño llegué a desear que el coyote alcanzara alguna
vez al correcaminos gracias a alguno de los geniales artilugios de ACME. Hoy
siento lo mismo por López-Gatell y sus proyecciones sobre el coronavirus.

Ojalá que ya le atine, pienso, y que por fin podamos
salir con cierta confianza a las calles sin temer que la enfermedad nos tome
desprevenidos.

Pero como el conocimiento de la dimensión real del
problema no está en la mente del subsecretario, me temo que la famosa luz al
final del túnel sea como la de la locomotora en la que invariablemente termina
estrellándose el coyote.

Pascal Beltrán del Rio
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