Salían, con toda la esperanza agarrada a las manos de la Esperanza Macarena, a altas horas de la madrugada. Empujaba la camilla el ambulanciero, el niño ya dormía, y ella caminaba al lado de los dos, serena y dulce. Fuera era de noche, era verano, era el cantar de los grillos, eran estrellas, era la vida.
Se abrieron de repente las puertas y nada sucedió. No entró ni salió nadie. La camilla todavía no estaba cerca. El camillero dijo que había salido el ángel del hospital, que era algo que ocurría con frecuencia. Que había un ángel en el centro médico que recorría los pasillos y acompañaba a los enfermos.. Ella sonrió.. sin màs..
Llegaron a la ambulancia y acomodaron al niño. Ella quería creer que todo iba a ir bien, que el pequeño iba a mejorar, que los días volverían a tener horas de juegos y alegría..
El niño, en aquel momento sin dolor, dormía y soñaba. Soñaba que estaba sano, que iba a torear, que era torero, que pintaba con su capote sueños en el viento y en la arena..
Este cuento está dedicado a cada niño enfermo
Y a cada persona en hospitales
A los ambulancieros y al que me habló del àngel del hospital
(Yo sí creo en los ángeles, esa historia me pasó a mí con mi abuela, y también había sentido a otro ángel días antes)
Al toreo
A Luis, con abrazos
A la Esperanza Macarena
A los “macarenos”
Y a los àngeles