Se quedarían allí, los carteles. En la pared y en las marquesinas y acá y allá. Anuncios de un verano perdido o anhelado o robado, simplemente un verano que llegó sin llegar y que tuvo que ser sin ser. Carteles que en años anteriores, en meses anteriores, eran la voz útil y necesaria para comunicar una fiesta. Carteles de celebraciones, orquestas y noches largas y cálidas…
Y un cartel de toros en Pontevedra..
En la serena y bella localidad gallega el mar cantaba canciones de espuma y sal, y en la piedra los carteles añoraban tardes de ole, misas solemnes, madrugadas de bailes. Aquel cartel taurino hablaba mucho. Y bien. Hablar mucho y mal es absurdo. Y hablaba con otros carteles del extraño estío: los de Sanlúcar, El Puerto de Santa María, Mérida o Alcalà de Henares…
Carteles que sí fueron o serían. Carteles de valentía y afición..
Qué verano tan…
Dedicado a los carteles taurinos
A los carteles de fiestas y verbenas: Galicia es así cada verano
A los empresarios taurinos valientes
Al toreo
A Luis
A las localidades mencionadas
Y a la magia