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Un mundo en suspenso

Bernardo Graue Toussaint
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Por: Bernardo Graue Toussaint.

Todos los seres humanos tenemos una sensación “rara”.

En medio de esta parálisis global derivada de la pandemia, los ciudadanos tenemos la sensación de un freno de muchos aspectos de la vida; una ralentización de nuestra cotidianidad (percepción de lentitud); una suspensión de muchas decisiones en tanto se aclara el futuro de corto y mediano plazos; una postergación y, en algunos casos, una anulación de planes de largo plazo. UNA SENSACIÓN TOTAL DE INCERTIDUMBRE.

La suspensión parcial de algunas actividades y la supresión temporal de muchas de nuestras libertades nos mantiene a la espera de un cambio de condiciones para la toma de decisiones. En tanto ello sucede, la ciudadanía transita su día a día con una silenciosa dosis de tensión y ansiedad comprensibles. Aunado a lo anterior, los medios informativos y las redes sociales no ayudan a la calma o a la claridad. Todo lo contrario: inundan al ciudadano de un pesimismo permanente; de altos niveles de suspicacia y de una visión de futuro poco alentadora.

Por si lo anterior fuera poca cosa, la clase política no está generando la suficiente tranquilidad en la ciudadanía, que ve a los políticos poco eficaces en la búsqueda de alternativas frente a la crisis sanitaria y a sus graves secuelas económicas y sociales. Los patéticos resultados de combate a la pandemia vistos en países gobernados por irresponsables populistas -Trump (EUA); López Obrador (México); Bolsonaro (Brasil); Sánchez (España), por citar algunos ejemplos- muestran el alto precio que se paga en esta clase de regímenes, traducido en miles y miles de decesos; en destrucción de economía y empleos y un largo etcétera.

Además, los pleitos (muchos de ellos absurdos) entre gobierno y oposición, en estos delicados momentos, transmiten una sensación de alejamiento y de falta de sensibilidad de éstos con la población.

Por otra parte, en la presente crisis sanitaria, los ciudadanos han sido testigos de la fragilidad de los Estados nacionales, incluidas las grandes potencias globales. Ninguna nación ha dado muestra de tener certidumbre científica o estrategia eficaz frente a este virus. Si uno observa a la Unión Europea, ésta no ha tomado ninguna medida comunitaria conjunta en materia de sanidad, sino que cada país ha ejercido sus particulares decisiones y medidas. Una UE incapaz de crear y ejercer políticas y estrategias comunitarias para todos los países miembros. La falta de esa política conjunta incluso encarece los costos de atención a la crisis sanitaria.

Y en los EUA, si bien tuvieron un proceso electoral, Trump insiste mediáticamente en un fraude que no ha podido demostrar y que tendrá que hacerlo en tribunales. La campaña electoral se desarrolló en medio de una crisis sanitaria que en EUA ha cobrado ya más víctimas mortales que las producidas en Hiroshima y Nagasaki juntas. Mientras se prepara la sucesión en la Casa Blanca, el anuncio de la vacuna de Pfizer ha dado la vuelta al mundo y ha elevado (creo yo que de manera muy irresponsable) las expectativas globales. Confieso que soy profundamente escéptico respecto de esa futura vacuna; su seguridad; sus efectos secundarios y los tiempos en que estará realmente disponible para un proceso universal de vacunación. Creo que las prisas nunca son buenas y menos cuando se trata de elaborar una vacuna segura en el corto, mediano y largo plazos.

Muchas cosas suceden y, sin embargo, creo que el mundo sigue bastante en suspenso. Los ciudadanos debemos tener claro que debemos cuidar la mente; el ánimo y la templanza frente a la observación de tanto sufrimiento humano y de cara a un proceso previsiblemente largo de incertidumbre.

graue.cap@gmail.com

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