Por: Cristina Padín.
Érase una vez un cuento clásico y un mes.. Un mes que sabía a atardeceres de agosto y a mañana claras de septiembre. Terceto de sintonía y novela de sensaciones. Un mes, treinta días, cinco millones de latidos, toda la esperanza que entra en un abrazo real, un suspiro, cien cuentos de suspense..
El mes quería ver a Talavante. Al mes lo que le encantaba era el toreo. Las cosas bien hechas. Los lances de tradición. El eco del capote, el sonido de la muleta. La historia, lo nuestro, lo que de verdad importa. Al mes le fascinaba Alejandro Talavante. Y ya quería aplaudir su tarde en Francia…
El mes quería un tiempo lento. Soñando el retorno del mago. Anhelaba que las semanas transcurrieran despacito, con ritmo, con vida. Esperando el traje de luces talavantino. El mes quería sentir, besar, pasear. Y aguardar a Talavante. Su clase, su fantasía, su estampa, su verdad…
Dedicado a mi torero Talavante
A su familia y cuadrilla
A este mes que falta
A Arles
A las cosas bien hechas
A Carlos
A Luis
Al toreo
A las tardes de agosto
Y a la vida viva