Por: José Miguel Rosado Pat.
De acuerdo con las cifras oficiales, en Yucatán volvieron a las aulas 426,439 alumnos de educación básica (Inicial, especial, preescolar, primaria y secundaria); y 107, 679 de Media Superior. A estos se agregan 22,801 trabajadores del sector educativo, entre profesores y personal manual y administrativo, siendo 20,843 de Educación Básica y 1,958 de Media Superior.
Mirar el regreso a clases desde las cifras nos permite formarnos una idea del enorme reto que, logística, financiera y operativamente, implica que las niñas, los niños y jóvenes, retornen a las aulas para ejercer su derecho a la educación.
El desafío es para todos, tanto para la autoridad educativa como para profesores, estudiantes y padres y madres de familia. La educación formal, tanto la pública como la privada, se ha visto trastocada por la pandemia, al igual que muchos otros ámbitos de la vida del ser humano.
Sin embargo, no podemos perder de vista que, la educación, juega un papel fundamental en la formación y el desarrollo cognoscitivo, social, cultural, vocacional e, incluso, psicomotriz de los infantes y los jóvenes, los principales afectados por la ausencia de clases presenciales.
Son muchos los argumentos válidos para que estudiantes y profesores vuelvan a las aulas, entre ellos los vertidos por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNISEF) y que, para el caso de México, se encuentra ejecutando el programa Salud en tus manos, en coordinación con la Secretaría de Educación Pública y la CONAGUA, en los estados de Chiapas, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Oaxaca y Ciudad de México.
Este organismo internacional ha señalado que los infantes tienen necesidades en materia de aprendizaje, salud y bienestar psicológico y social mucho más apremiantes que las que tienen los adultos; el contacto físico y presencial entre alumnos, profesores, espacios y objetos garantizan una preparación para la vida adulta a nivel social, cognitivo, psicomotriz y vocacional.(1)
En el mismo sentido, no debemos perder de vista la relación directa que existe entre las condiciones socioeconómicas y la permanencia de los escolares hasta la culminación de su educación básica (primaria, secundaria y medio superior), puesto que la deserción aumenta cuando el menor encuentra otros espacios de escape que no es la escuela ni el ámbito escolar, ante lo que pudiera estar viviendo en casa.
Las clases presenciales representan la mejor opción para ocupar el tiempo de los escolares porque no se reducen a la impartición de cátedra frente a un grupo de educandos en un salón, sino que la educación escolarizada viene acompañada de actividades que contribuyen a la formación de otros aspectos de la personalidad del individuo, como el creativo.
Junto con las clases presenciales es necesario retomar competencias deportivas, concursos de oratoria, declamación, dibujo, escoltas y otras tantas clases como música, folclore y solfeo, que en mucho engrandecen la visión de los que serán próximos ciudadanos.
La falta de clases presenciales agudiza problemas como la deserción escolar, sobre todo en sectores de la población donde las carencias económicas son mayores, y si le agregamos agravantes como violencia familiar que, a su vez, puede ser causa del alcoholismo o consumo de estupefacientes por parte de alguno de los progenitores o tutores, las consecuencias en la personalidad del menor pueden ser, verdaderamente, catastróficas.
En un país como el nuestro, la deserción escolar a causa de falta de recursos económicos que puede acompañarse de la necesidad imperante de trabajar desde la infancia; o por problemas de aprendizaje, desinterés y desmotivación, representa un enrome reto por vencer, por poner un ejemplo, en el nivel medio superior, cerca del 12.1% de la matrícula total registrada, deserta año con año, y si tomamos en cuenta que apenas un 36% de la población culmina los estudios de ese nivel, podremos darnos cuenta de la gravedad que implica.
El INEGI comunicó recientemente el informe de los resultados de la encuesta para la medición del impacto COVID-19 en la educación 2020, en los que destaca el dato de 33.6 millones de personas entre los 3 y los 29 años, que estuvieron inscritas en el ciclo escolar 2019-2020 (62% del total), de las cuales 740 mil no concluyeron el ciclo escolar: 58.9% por alguna razón asociada a la COVID-19 y 8.9% por falta de recursos económicos.
Para el ciclo escolar 2020-2021 se inscribieron 32.9 millones (60.6% de la población de 3 a 29 años). Otro dato sobresaliente es que sobre los motivos asociados a la COVID-19 para no inscribirse en el ciclo escolar 2020-2021, el 26.6% considera que las clases a distancia son poco funcionales para el aprendizaje; 25.3% señala que alguno de sus padres o tutores se quedaron sin trabajo; 21.9% carece de computadora o conexión a internet y, el que me parece el más relevante es el de que, más de la mitad de la población de 3 a 29 años tiene mucha disponibilidad para asistir a clases presenciales. (Los informantes se tomaron a partir de los 18 años, tal como se señala en el diseño del instrumento de captación y conceptos en el documento emitido por Comunicación Social del INEGI).
Después de un año y medio de mantener cerradas las escuelas, además de los daños materiales que causa el desuso de las instalaciones, se daña el desarrollo y la salud mental de una generación completa de mexicanos que, por su misma condición de menores, se ven impedidos de manifestar su voluntad de la misma forma que lo hacen los adultos. Por otro lado, la permanencia de los hijos en el hogar ha implicado que muchos padres y madres de familia tengan doble o triple jornada laboral y que, al igual que los docentes, lidien con las dificultades y costos que implican las clases por medio de las plataformas digitales.
Como siempre sucede, los más afectados son los que menos tienen. La profunda y dolorosa brecha de desigualdad que existe en el país se verá agravada si las organizaciones de la sociedad civil y los gobiernos municipales y estatales, no implementan políticas encaminadas a priorizar el regreso a clases presenciales.
La mayoría de los países del mundo volvieron a las aulas, justamente, en septiembre del año pasado, incluso en Wuhan donde surgió todo, volvieron a clases presenciales en sus 2,840 primarias y secundarias, con una población estudiantil de 1.4 millones. Para este año, América Latina se convirtió en la región con más niños sin clase presencial, según la ONU.
De acuerdo con la evaluación PLANEA, el 80% de los alumnos de primaria en México, no alcanzan los aprendizajes esperados en comprensión lectora y matemática, rezagos que se agudizarán por el cierre total; es necesario comprender que la afectación provocada por la pérdida de conocimientos y habilidades de toda una generación resultará muchísimo peor que los contagios y los problemas que pueda causar la pandemia.
Hace unos días me compartieron un texto bajo la autoría del argentino Christopher Clavé que señala, en resumen, que se está suscitando un efecto contrario al denominado “efecto Flynn”, es decir, que después de hacer las pruebas correspondientes (no especifica cuales), se observa una diminución en el coeficiente intelectual de los países más desarrollados, y comenta se debe, en gran medida, al empobrecimiento del lenguaje: “no sólo se trata de la reducción del vocabulario utilizado sino también de las sutilezas lingüísticas que permiten elaborar y formular un pensamiento complejo”.
En otra parte del artículo señala: “Sin palabras para construir un razonamiento, el pensamiento complejo se hace imposible. Cuanto más pobre es el lenguaje, más desaparece el pensamiento.”
Independientemente de si es verdad o no lo que afirma su autor, estoy seguro de que quienes hemos sido docentes, pudimos corroborar que tiene mucho de verdadero. Ante todo, lo aquí expuesto, ¿siguen pensando que mantener cerradas las escuelas no es un crimen hacia la infancia y la juventud?
El mensaje que se envía al no volver a las aulas es el de una sociedad derrotada, una humanidad que se queda perpleja ante los “designios” de la naturaleza y no actúa en consecuencia es, sin duda, enviar el mensaje de que, es mejor renunciar a la capacidad racional del género humano, a ser creativos y a la habilidad de aprender hábitos nuevos.
Hoy más que nunca, la educación es el arma que salvará a esta generación y muchas otras, de no caer en un estado vegetal voluntario de la mente humana.
Es el futuro de la nación lo que está en juego. Volvamos a las aulas a aprender ciencias y artes, las bases de lo que hoy permite que exista una vacuna.
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Recomiendo leer el artículo siguiente: https://notipress.mx/actualidad/por-que-es-necesario-el-regreso-a-clases-presenciales-en-mexico-8016