Por: Cristina Padín.
Y en algún momento por la rendija entraría la suave luz de la mañana.. y sería abril otra vez, pero resulta que era noviembre. Frío al despuntar el día y frío al caer la tarde. Eran amigos desde siempre… y su siempre tenía unos nueve años.. ellos habían cumplido doce. Iban juntos a la escuela unitaria del lugar, donde aprendían genial y jugaban a mil cosas divertidas… Lo único duro era levantarse tan temprano…
Ella no compartía aula con él. Catorce tenía ella, los mismos que contaba él. Habitaban cada uno en preciosas aldeas acariciadas entre montañas… pero él recibía clases en un colegio y ella en otro. Eran estudiantes muy aplicados. Ella quería ser bailarina de ballet, él torero. A él le gustaba caminar por las estrechas calles de la localidad para ir al buzón, le mandaba cartas a ella. También whatsapp’s…
Aquella tarde el tipo al que llamaban Genio contó a los ancianos de la residencia cuentos de niños de aldea. Como Balbino, ese tan famoso en Galicia. Y los abuelos, casi todos de aldeas de la Galicia màgica y profunda, sonrieron felices al evocar sus infancias…
Qué delicioso es Memorias dun neno labrego
Dedicado a las aldeas de mi fantástica tierra
A los niños, de aldea y de ciudad
A los abuelitos. Y a mi abuela
A Luis
A Carlos
A los genios
Al toreo
A los toreros
A mi amigo Elías, futuro torero
A las personas con sensibilidad
A mi querido Hugo