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Corrupción

Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez.*

En Facebook y en Youtube: Dr. Jorge Valladares.

Corrupción
Un Pañuelito que Funcione

Como cantaba el filósofo de Parácuaro, por
adopción Divo de Juárez, “¿pero qué necesidad, para qué tanto problema?”… Si
agitando un pañuelito en el aire se puede dar por terminada la corrupción, cómo
es que la seguimos viendo y sufriendo como un “cáncer social”, que en el país
(INEGI) la mitad de la población ubica como el segundo problema público y en
Yucatán un tercio como el número 4, sólo superado por la mala atención en
salud, la pobreza y el desempleo.

Cuando aquel a quien le dimos el empleo de
Presidente agita su pañuelo provoca risas en muchas, aplausos en algunas y diversos
grados de malestar en varias personas. Pero aunque las encuestas ubiquen su
popularidad alrededor del 60%, el efecto en este rubro es marginal, pues parece
que la realidad que cada cual vive sigue informando que la corrupción está tan
vigente como en sexenios anteriores.

Obviamente, la definición que cada cual
sepa, maneje o imagine algo tendrá que ver con esas percepciones. Como en otros
problemas graves y en muchos palabras importantes, la maldita posmodernidad da
para confundir algunos conceptos y también para llamarle de un modo o de otro a
lo que sea.

Hablando del ámbito público y partiendo de
la raíz etimológica, corromper es activamente romper la naturaleza de lo que es
público. Cuando alguien decide usar como particular o para sí mismo/a algo que
es de todos/as, lo está corrompiendo. Igual que si maneja a su arbitrio o
conveniencia algo en lo que hay reglas establecidas, o esconde o disimula
información que todos/as tenemos derecho de conocer o si da acceso selectivo a
ello allí donde existe el derecho de cualquiera a participar, si quiere.

Considero que el enfoque que se suele
manejar social, política y administrativamente es incorrecto o por lo menos
limitado. El cáncer no se contagia, ni se vive más allá del cuerpo que
lamentablemente lo tiene. Cuando alguien con cáncer fallece, con él termina su
cáncer. Y si lo vemos socialmente, no son unas células únicas e identificables
las contagiadas de corrupción en nuestra sociedad. Es algo más transversal,
sistémico, resistente y recurrente.

Probablemente un símil, también impreciso,
pero más cercano esté en los llamados trastornos de la conducta alimenticia.
Todos necesitamos comer, todos los días y procuramos hacerlo. Sin embargo,
entre el comportamiento y los alimentos adecuados para hacerlo existe una
enorme diversidad y miles de influencias que pueden dar lugar a resultados
acentuados como la anorexia, bulimia, ortorexia, vigorexia, permarexia,
potomanía, pregorexia, pica… y otras formas extremas de complicarnos el modo de
alimentarlos; pasando desde luego por el exceso o el insuficiente peso dentro
de los parámetros de nuestro grupo social y las consecuencias aún
insuficientemente conocidas, pero sí comúnmente visibles. Y todos comemos, en
general más de una vez al día, y pocas veces o en pocos casos conforme a lo
óptimo nutricionalmente.

Y digo que es mejor símil porque se centra
en el comportamiento y no en el caso extremo o terminal, lo cual nos da un
panorama inmediato de acciones a tomar. Y también porque desde la industria, la
publicidad, la economía, la educación, la cultura y muchos otros factores
tenemos claro que se recibe influencia en lo que hacemos día a día con nuestra
alimentación.

Veo mis lonjas y sé que no me gustan,
asumo que no están bien e intento a veces hacer algo al respecto. Me consuelo
pensando que no han aumentado, las disimulo con ropa, posiciones o frases
comunes cuando alguien más las ve, pero sé que he pesado 10 kilos más y 10
kilos menos y he pasado por momentos de más y menos urgencia y efectividad para
hacer algo que realmente cambie la situación.

Aparte de esa multicausalidad y
complejidad, la corrupción enfrenta otra condición que hace necesario tomarse
muy en serio el tema, si pretendemos hacer algo al respecto. Entre más poder y
recursos le otorgamos a alguien más grave es el efecto de que corrompa la
función que le confiamos, e incluso parece que más alta es la probabilidad de
que realice actos de corrupción. Pero, o mejor dicho, P E R O ya habiéndole
entregado nuestros recursos y el poder, nos quedamos con bien poquito para
poder enfrentarle.

Ya tiene los medios, el dinero, la
policía, los empleados, los vehículos, las leyes, las instituciones… todo para
esconder lo que hace o para mantenerse a salvo de nuestras acusaciones o
acciones si nos falla. Quedamos en la posición de David contra Goliat si
pretendemos hacer algo al respecto, y tenemos que tener esa misma habilidad,
con lo poco que nos queda, para lograrlo.

Andar en esto y aquello, en 2002 me puso
frente a la oportunidad de dirigir y transformar la Escuela de Educación Social
para Menores Infractores hasta llegar al sistema formativo que propuse con toda
intención y logré se llamara CEAMA; un maravilloso equipo, conformado y desarrollado,
logró ser la base sobre la que muchos adolescentes tuvieron una oportunidad
genuina de tomar decisiones sobre su formación y vida.

Por otras coincidencias, en 2014 el cambio
en la Constitución, que permitió acceso a ciudadanos comunes a los Consejos de
las instituciones electorales, me puso frente a un mundo del que anteriormente
solo conocía por el trámite de mi credencial y el acudir a las urnas cada 3
años. Mi participación en ese cuerpo colegiado de gobierno, dieron pie a
diversos ajustes organizacionales y formas de ciudadanizar y profesionalizar lo
que allí sucedía. Experiencia que puse en un documento que bauticé como
“Compartiendo lo que hice aquí”, que seguramente sigue por allí en la internet.

En el primer caso, me saqué la rifa del
tigre, pero fue porque sólo hubo un boleto. El gobierno de entonces invitó a
las asociaciones e instituciones a proponer candidaturas para el puesto y luego
supe que no hubo más. Así que me tocó revertir la Recomendación de la CNDH por
el trato que habían recibido los chicos en la administración anterior y llegar
a tener el gusto de que la Comisión se refiriera a nuestra administración como
una que de manera proactiva estaba haciendo un cambio sustancial.

En el segundo caso, logré entrar a ese
mundo compitiendo con 130 personas, 120 de las cuales tenían formación en
leyes, y 120 de las cuales tenían carrera en el tema electoral. Esa libertad de
pensamiento ciudadano fue lo que me dio un sitio y lo que imprimió el sello a
mi hacer en el encargo.

En ambos casos podría parecer que no tenía
credenciales previas en el tema; pero la formación y experiencias con las que
llegué me permitieron hacer aportaciones que están documentadas como
relevantes, en dos sentidos importantes: el organizacional y el humano.

Hoy me encuentro a unas horas de
comparecer en un proceso de selección para ocupar un lugar en el Consejo de
Participación Ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción. Llego con un haber
más fortalecido, diverso y claro. Me toca exponer algunas ideas, entre las que
se encuentran:

Ø Que tienen la
ventaja de haber nacido como sistema, condición que en muchos otros ámbitos hemos
deseado y luchado. La pretensión fue tener una unidad pequeña que fuera la
responsable de articular a instituciones que ya existían para combatir la
corrupción, pero no estaban dando los resultados deseados. Por tanto la función
tiene que ser “hacer que suceda”. Sin embargo, a varios años de existir no es
conocida su labor y resultados, e incluso notas periodísticas le han acusado de
“costoso sistema que no está cumpliendo su función”; seguro estoy que no es precisa
la acusación, pero habrá que demostrarlo y avanzar en que Yucatán vea sus
efectos.

Ø Que no coincido
con el concepto. Tiene que evolucionar de una postura que pretende castigar (y
pocas veces lo logra) a un verdadero Sistema de Integridad y Rendición de
Cuentas. No se trata simplemente de manzanas podridas que eliminar o conductas
aisladas que castigar, sino de un proceso de culturización con la activación de
una dinámica comunitaria e institucional distinta, donde se fortalezcan los
modos de convivir y cumplir las responsabilidad que se encomiendan a nuestros
funcionarios/as.

Ø A la fórmula de
combate a la corrupción le falta el imprescindible ingrediente de la
culturización en el sentido de la Integridad mencionada. Prevenir, detectar y
castigar son reacciones, que no alcanzan para hacer una transformación; son
personas las que comenten y las que reciben los efectos de la corrupción, por
ello tenemos que impactarlas de un modo más sistémico y permanente. Más leyes
no es la respuesta, si las muchas que hay poco se cumplen. Más estadísticas
tampoco, ya aprendimos a insensibilizarnos ante ellas. Pláticas por todos lados
no evitan que el actor cometa el acto de corrupción ni que se pueda proteger la
víctima de ella. Procedimientos más desarrollados sólo retrasan y complejizan
las pocas respuestas efectivas que se logran.

Ø Les compartiré las
propuestas que están en la imagen que anexo; pues creo que un elemento que se
integra a un equipo existente debe sumar en el plan de trabajo vigente, así
como debe ser claro en lo que compromete y las acciones en las que piensa
involucrarse primero; por ello lo dejo firmado.

Ya
tendremos oportunidad de conversar cómo resulta esta buena experiencia. Por lo
pronto celebro este procedimiento que, en congruencia con su fuente, es el más
correcto, transparente, participativo y ciudadano que he conocido hasta ahora.

Dejo
como aportación una idea, que refleja mi modo de pensar y actuar. Me imagino
poner en las manos de cada yucateco/a un pañuelo con la consigna de agitarlo
tres veces cuando estén frente a un acto que consideren corrupto; y que toda
persona que vea esa señal lo tome como una invitación a acercarse y mirar…
Estoy seguro que la probabilidad de contener conductas corruptas en los
caminos, las oficinas, los hospitales, juzgados, etc… aumentaría mucho más que
como va actualmente, con tantas formalidades y procedimientos que la mayoría de
la gente aún no conoce. Y la sensación de poder de la gente de exigir un buen
servicio aumentaría en simultáneo. El pañuelito en el aire sí es buena idea,
sólo es cuestión de colocarlo en las manos correctas, las de la gente.

—————————————————–
*Jorge
Valladares Sánchez

Papá, Ciudadano,
Consultor.
Representante de
Nosotrxs en Yucatán.
Doctor en Derechos
Humanos.
Doctor en Ciencias
Sociales.
Psicólogo y
Abogado

Jorge Valladares Sánchez
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