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José Francisco Lopez Vargas
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Por Francisco López Vargas

Andrés Manuel ha sacralizado la hipocresía como legítima siempre y cuando le sirva y le ayude a conseguir el poder, ese que persigue con tanta vehemencia que no puede ser para bien colectivo.

Andrés Manuel López Obrador es un gran farsante. Su constante aseveración de que la mafia del poder lo ha dañado, de que los amigos de Carlos Salinas han sido quienes le han evitado llegar al poder, pareciera irse desvaneciendo conforme se acerca el nuevo proceso electoral por la presidencia de la República.

Como se sabe, el líder de Morena no sólo ha realizado visitas a destacados priistas a los que ha invitado a sumarse a su proyecto sino que también ha logrado exorcizarlos de ese pasado que comparten con él.

Es más, lo que pareciera es que hoy Andrés Manuel está construyendo su propia mafia del poder para que lleguen él a ese poder que los otros ya usufructúan. Es decir, si no pudo excluirlos pues ahora los incluye y los hace participe de lo que él asegura sería un gobierno diferente aunque en la realidad pareciera que gobernaría con los mismos a los que él censuró por sexenios.

Los nombres se suceden y son las relaciones de esos nombres las que llaman poderosamente la atención: Emilio Azcárraga Jean, quien él aseguró armó una campaña en su contra, hoy estaría representado por su suegro Marcos Fastlicht Sackler, propietario de galerías de arte, de Cinemex, miembro de la Comisión de Derechos Humanos y parte del Consejo de Participación Ciudadana de la PGR en el gobierno de Vicente Fox.

De Carlos Slim pareciera que nunca le preocupó que lo acusaran de haber recibido Telmex como una especie de prestanombres de Carlos Salinas de Gortari. Con el hombre más rico del mundo hizo mancuerna para modernizar el Centro Histórico de la Ciudad de México y ha sido muy halagador con el empresario de las telecomunicaciones.

Ahora, para amarrar bien la relación, se le suma Miguel Torruco Marqués, empresario hotelero, hasta la semana que termina secretario de Turismo del gobierno capitalino y consuegro de Slim Helú. Su hija María Elena Torruco Garza está casada con Carlos Slim Domit.

La lista se nutre también con Esteban Moctezuma Barragán, uno de los damnificados de Roberto Madrazo cuya gubernatura se sostuvo a pesar de las inconformidades populares. Madrazo hizo dejar la secretaría de Gobernación a Moctezuma que fue rescatado por Ernesto Zedillo para hacerlo secretario de Desarrollo Social.

La enemistad de ambos con Madrazo es una de las amalgamas de la nueva relación que pasa por alto que el ex secretario trabaja para Ricardo Salinas Pliego, beneficiado en 1990 por Carlos Salinas al venderle el Instituto Mexicano de la Televisión, hoy Televisión Azteca.

De hecho, reportajes acreditan que el propio Raúl Salinas de Gortari depositó desde Panamá fondos para la compra de la televisora del Ajusco.

“Coincidiendo con el regreso político del ex presidente Carlos Salinas, en 2003, su hermano Raúl interpuso un juicio civil a través del despacho Collado y Asociados, con el que pretende el ”reconocimiento” de la deuda por parte de Salinas Pliego y recuperar el capital que depositó a una de las empresas del dueño de la televisora. El asunto quedó radicado en el juzgado segundo de distrito en materia civil con el número 54/82/003”, según detalló el matutino La Jornada.

También aparece Alfonso Romo, hoy ex socio de Pedro Aspe Armella, quien al asociarse con Aspe, “consumó una de las maniobras más audaces de su trayectoria fulgurante, en la que pesa su parentesco civil con la dinastía Garza Sada, pero también su propia capacidad para los negocios. A sus 45 años de edad, Romo puede presumir de haber sido incluido —aunque salió después de la devaluación de 1995— en las listas de los hombres más ricos del mundo, publicadas por la revista Forbes, luego de que, hace poco más de una década, era un modesto pastelero, narra el semanario Proceso de ese año.

“Como el ex secretario de Hacienda, Romo es egresado de colegios jesuitas, pero en años recientes se acercó a los Legionarios de Cristo y al Opus Dei.
“Su emporio se llama Pulsar Internacional, con inversiones en tabaco, empaques, materiales de construcción, silvicultura, seguros, arrendamiento, textiles. En su sector de productos de consumo destaca Cigarrera La Moderna, en tanto que su tronco financiero lo componen los grupos Seguros Comercial América y Véctor; este último tiene una casa de bolsa, Véctor Divisas, y una subsidiaria en Nueva York, Vectormex.

“Según boletín de Pulsar, fechado el miércoles 24 (de 1996), Aspe se unirá a su equipo ejecutivo “como director y socio en una nueva empresa dedicada a los servicios de banca de inversión”, además de que “ha sido nombrado presidente del Consejo de Administración de Grupo Véctor, quedando pendiente la ratificación por parte de los consejeros de Véctor y las autoridades hacendarias”.

“Al anunciar su sociedad, Aspe y el empresario intercambiaron elogios”, detalla el semanario en un reportaje de Antonio Jáquez de 1996.
Más adelante, Romo sería demandado hasta por su familia y las operaciones turbias en negocios de bolsa hacen añicos la relación con Aspe que termina separándose de la sociedad. Se le considera un Bejarano de la empresa y ha incursionado en Grupo Imagen que vendió con Pedro Ferriz a los Vázquez Raña y Vázquez Aldir dejando sin partipación a Carmen Aristegui y Javier Solórzano. De esa aventura siguió su aportación a Reporte Índigo, con su pariente Ramón Alberto Garza, cuyo éxito es marginal. Hoy es tal el desprestigio de Romo que para más de uno su cercanía con López Obrador será en contra del tabasqueño.

La nueva presencia de López Obrador, a partir de que se le señala como el candidato antisistema, ha provocado que aquellos a los que él mismo señaló como parte de quienes han contribuido a despojarlo de las elecciones –que nunca ganó- se conviertan al apoyarlo en sus nuevos aliados.

Mañana, si Carlos Salinas declara que Andrés Manuel es la mejor opción para México, López Obrador no dudará en invitarlo a su campaña.

La realidad es que un aspirante a candidato desde hace 18 años que lo mismo evangeliza y se erige como el gran redentor y se pinta como recto, honorable y sin ambiciones económicas no puede más que dejar dudas porque sus dichos no van emparejados con sus hechos.

Andrés Manuel ha sacralizado la hipocresía como legítima siempre y cuando le sirva y le ayude a conseguir el poder, ese que persigue con tanta vehemencia que no puede ser para bien colectivo… Al tiempo.

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