El presidente de la Cámara de los Comunes John Bercow, famoso por sus llamadas al “orden”, ha plantado cara a la premier Theresa May y ha estipulado que no puede haber un nuevo voto sobre el acuerdo del Brexit si no se producen “cambios sustanciales” en el texto. May aspiraba a someter su acuerdo a votación por tercera vez esta semana, con la esperanza de convencer a los 65 diputados del Partido Conservador y a los 10 del Partido Democrático Unionista (DUP) que boicotearon su plan la semana pasada.
Bercow se remite a la Guía de Procedimientos Parlamentarios, elaborada en el siglo XIX por el teórico constitucionalista Erskine May, para argumentar que un mismo texto legal “no puede ser votado dos veces en el mismo período parlamentario”. El presidente de la Cámara recuerda que es “una larga y firme tradición” que remonta al año 1604 y que se llegó a usar “no menos de 12 veces hasta el año 1920”.
“Si el Gobierno desea presentar una nueva propuesta que no sea sustancialmente la misma que la que votó la Cámara el 12 de marzo, eso sería aceptable”, advirtió el famoso “speaker”. “Lo que el Gobierno no puede hacer legítimamente es volver a remitir a la Cámara al misma proposición”.
El anuncio de Bercow ha sorprendido con la guardia baja a Downing Street, en pleno frenesí negociador de Theresa May con los diputados del DUP y del ala dura de su propio partido para lograr el hipotético apoyo a su acuerdo a la tercera ocasión, advirtiendo que podría ser la última oportunidad para salvar el Brexit (aunque se ha llegado a especular incluso hasta con una cuarta votación antes el 29 de marzo, la fecha estipulada inicialmente para consumar la salida de la UE).
La inquina de la Theresa May y de la amplia mayoría de los conservadores hacia Bercow (56 años) es amplia y notoria. Pese a haber sido elegido diputado por la circunscripción electoral de Buckingham desde 1997, su ascenso en el 2009 como presidente de la Cámara le ha puesto repetidas veces en el disparadero de su propio partido por su peculiar interpretación de la “imparcialidad” y, últimamente, por su sesgo pro-Brexit.
“¿No es cierto que en su coche lleva una pegatina donde puede leerse Bollocks to Brexit! (a la mierda con el Brexit)?, le llegaron a espetar los tories en medio las últimas refriegas parlamentarios. “La pegatina en cuestión está en el parabrisas del coche de mi mujer”, respondió. “Ella tiene derecho a expresar su punto de vista: esa pegatina no es mía y aquí se acaba la historia”.
Muchos atribuyen a su mujer y madre de sus tres hijas, Sally Illman Bercow, el giro vertiginoso del speaker desde la derecha dura en su juventud a posiciones cercanas al laborismo en las últimas décadas. La animadversión de May hacia presidente de la Cámara quedó bien patente recientemente, con la decisión de quitarle de antemano el nombramiento honorífico de Lord cuando deje el puesto, a lo que Bercow ha respondido alegando su intención de aguantar aún unos mese más como “speaker”, aprovechando la popularidad y notoriedad alcanzada con el Brexit (los vídeos de “Order, Order!” se han vuelto virales).
Bercow recuerda a estas alturas que si permitió una segunda votación, después del fiasco inicial del acuerdo del Brexit en enero, fue porque May introdujo cambios en su propuesta, concretamente las “garantías legales y vinculantes” selladas con la UE al cabo de varias semanas de renegociación. Algo similar debería ocurrir en esta ocasión para que el texto votado no sea el mismo que el 12 de marzo. Otra opción sería la suspensión temporal de la sesiones parlamentarias y la apertura de un nuevo período, pero apenas hay tiempo material para algo así de aquí al 29 de marzo.
Downing Street baraja pues las opciones a su alcance. En la moción aprobada la semana pasada, Theresa May condicionaba la petición de un aplazamiento de tres de meses si el Parlamento aprobaba definitivamente su acuerdo. De lo contrario, ha advertido la premier, la prórroga a la que accedería la UE debería ser necesariamente más larga y pondría en riesgo el propio proceso del Brexit.
Según The Evening Standard, y para intentar convencer a los últimos 23 brexiteros de su propio partido que se obstinan en boicotear su plan, la premier habría ofrecido incluso la cabeza Olly Robbins, su estratega personal para las negociaciones de la UE y “bestia negra” de los euroescépticos.