A tres semanas de las elecciones y pese a alarmantes encuestas, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se rehúsa a modificar su campaña o lanzar mensajes más unificadores, en particular ante la extraordinaria crisis sanitaria generada por la pandemia.
Quien se vanagloria de haber llegado a la Casa Blanca en su primer intento y sin haberse postulado antes a cargo alguno, tiene su futuro amenazado pero no mueve ni un ápice de su campaña.
Acurrucado en su base, sordo ante las señales de una posible debacle, sigue encerrado en la nostalgia de la campaña de 2016, cuando generó una de las mayores sorpresas de la historia política estadounidense.
Su energía en la tribuna se mantiene. Esta semana salió de nuevo de gira electoral mostrando gran entusiasmo poco días después de su hospitalización por covid-19.
Animado, en dos actos movió las caderas al son de la canción “YMCA” de Village People que tiene estrofas como: “Joven, no hay necesidad de abatirse / Dije, joven, levántate del suelo”.
En el frío otoñal de Johnstown, una pequeña ciudad de Pensilvania, recitó el martes esa famosa frase.
Enérgico, pinta desde la tribuna el repetido cuadro de que Estados Unidos se hundiría en el caos y la recesión y se convertiría en “una Venezuela a gran escala” si un demócrata lo sucede en la Casa Blanca.
Derrocha burlas e insultos contra su rival demócrata, Joe Biden: “¡No tiene la menor idea de lo que dice!”, “Está quemado y no es un buen tipo”, “Incluso en sus mejores años, era considerado un estúpido”.
Sobre el covid-19, que ha causado la muerte a 215.000 estadounidenses, su discurso se resume en dos mensajes principales: está casi terminado (“las vacunas llegarán pronto” y “vamos a erradicar el virus rápidamente”) y vuestro presidente lo derrotó rápidamente (“Yo lo tuve y aquí me ven”).
Sobre su programa para los próximos cuatro años, no dice nada o casi nada, más allá de lo que todos saben de memoria y repiten al unísono.
“¡Seguiremos luchando y seguiremos ganando, ganando, ganando!”, repite.
Al bajar del escenario, invariablemente elogia el tamaño de la multitud y la contrasta con el “adormecido” Biden.
– ¿”Suicidio político”? –
Cuando no está en las tribunas recurre a Twitter. Sin ninguna encuesta favorable, no esconde su frustración.
En la red social se muestra irritado, incluso con la cadena Fox News, a la que concede habitualmente largas entrevistas telefónicas pero de la que espera una cobertura más favorable a su campaña.
Trump abunda en teorías conspiratorias o complots -especialmente habla de un escándalo de corrupción que involucraría a su antecesor Barack Obama- pero nadie o casi nadie le presta atención.
Estados Unidos está asistiendo a un “suicidio político” que tiene la apariencia de un “reality show surrealista”, dijo hace pocos días David Axelrod, ex asesor político de Obama.
Nada se ha terminado aún y las tres últimas semanas de la campaña podrían deparar sorpresas, pero la inquietud domina el campo republicano. La hipótesis de una aplastante victoria de Biden está ganando fuerza.
El estado de ánimo republicano pareció verse en declaraciones del senador Ted Cruz, quien habló de un posible “baño de sangre” en su partido.
Los congresistas que arriesgan su escaño en los comicios no se esfuerzan por mostrar su apego.
Que el propio Trump se haya contagiado de covid-19 le ofreció una inesperada ocasión para cambiar el tono de la campaña y dar pruebas de empatía, pero no la aprovechó.
“Una de las cosas de ser presidente, es que si no te sientes 100% tienes más médicos de los que pensabas que había en el mundo”, dijo en tono divertido en Pensilvania.
No parece que esa anécdota baste para modificar la impresión de casi el 60% de los estadounidenses de que su presidente manejó mal esta pandemia.