No era una fábrica de chocolate como aquella del libro que enamoró a tantos niños.. esta en verdad era una fábrica de galletas. Eran las conocidas pastas post-navideñas. El dueño de la fábrica sabía que después de unos días tan dorados y hermosos, llenos de nostalgia y de magia, enero se hacía frío y oscuro y difícil…
Y así creó la fábrica de galletas!
El hombre tenía mucho dinero, y era muy noble y puro de corazón. La fábrica nada más funcionaba hasta primeros de febrero.. Estaba ubicada en el valle, y en ella trabajaban gentes muy alegres produciendo galletas. Galletas en forma de árbol con sabor a jengibre, a menta, a café, a fresa… Eran deliciosas!
Se vendían en unas cajas preciosas! Distintas! Las había con la Catedral de Santiago pintada en la lata, con la Maestranza de Sevilla, con nubes de color rosa, con perritos, con caballos. No eran caras! Y en el lugar tenían un gran éxito… Las personas las obsequiaban, las compartían, quedaban para comer una…
Al hombre siempre le preguntaban por la receta de sus famosas galletas!
“Buenos productos, bondad, amor y paciencia”, la clave de todo, respondía…
Y así es! Con generosidad y alma todo es mejor. Nadie hay tan pobre que no pueda ofrecer algo..
Dedicado a Charo
A mi amiga Ana y a mi amigo Jose, os adoro
A Isabel
A mi familia
A los lectores
A los que aman la Maestranza
A mi niño Luis
A Lourdes
A mi mago
Y al toreo