Por Guillermo Vazquez Handall
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Aún y cuando falta mucho tiempo para la elección presidencial, de hecho legalmente todavía estamos en etapa de precampaña, la guerra de percepciones se está imponiendo a cualquier otro concepto.
Este efecto conlleva dar por sentado no solo el resultado con demasiada anticipación sino que incluso más allá del imaginario, está provocando ya acciones y reacciones.
El hecho de que la ventaja lopezobradorista sea en este momento tan holgada, ha inducido a diversos actores priistas, panistas y perredistas a abandonar sus respectivas militancias para correr en busca de un espacio en torno del tabasqueño.
Pero eso que parece una circunstancia aislada motivada fundamentalmente por el interés y la ambición personal contribuye sobremanera a esa idea de qué hay barcos que se hunden irremediablemente.
Este fenómeno sobre todo en las entidades, está generando en automático que figuras locales con popularidad, fortalezcan el proyecto de López Obrador incluso más allá de sus propios activos.
Lo que además representa un gigantesco contraste de la pésima operación política en este sentido del Revolucionario Institucional, como de Acción Nacional y sus aliados de Movimiento Ciudadano y del PRD.
Mientras López Obrador cobija a todo aquel que se le acerca, en ello hay que decir que no toda esa suma necesariamente es positiva, sus rivales se deshacen de varias de sus mejores cartas.
En algunos casos eso obedece a los acuerdos cupulares producto de las imposiciones, fundamentalmente impuestas desde el centro, en base a relaciones personales y de grupo.
Pareciera sobre todo en el caso del priismo, que el pragmatismo dio paso a un esquema mediante el cual, lo que se quiere no es ganar la elección, sino mas bien mantener cotos de poder.
En el caso del Revolucionario Institucional, el responsable de este errático comportamiento es el Coordinador General de la campaña de José Antonio Meade.
Pareciera que Aurelio Nuño está más preocupado por garantizarles espacios a sus amigos más cercanos, para tener con ellos refugio y financiamiento ante una eventual derrota de su abanderado presidencial.
El mejor ejemplo de ello es la imposición del senador Roberto Albores como candidato a gobernador de la coalición PRI-PVEM, que aun y con el rechazo generalizado de propios y extraños, pero que peor aunque está generando brotes muy peligrosos de violencia en la entidad, se mantiene como una exigencia de su actual poder e influencia.
Siempre se había dicho y hay quien lo sigue sosteniendo, que el peor enemigo de Andrés Manuel López Obrador es él mismo, sin embargo en estas condiciones, a pesar de sus eventuales errores, sus rivales se están encargando de minimizarlos, porque los de ellos son aún peores.
Da la impresión de que en el descontrol y la falta de experiencia y pericia política, son sus férreos opositores quienes más le están favoreciendo, de ahí la percepción colectiva, que nada tiene que ver con las encuestas, ese es otro tema, de que en esta ocasión, su ventaja será muy difícil, quizá imposible de remontar.
Si nos atenemos a las proyecciones vigentes, de las nueve gubernaturas en disputa el PRI sólo podrá ganar en Yucatán, así es imposible conseguir la presidencia y en ese recuento y considerando que la alianza del PAN y el PRD pueda obtener algunas, el que colecta mayor beneficio es Morena.
En conclusión si lo que parece es, todo indicaría que el resultado final ya estaría consignado, aunque en términos reales falta mucho tiempo todavía, lo que se observa imperante es que las otras dos fuerzas no sólo deberían estar peleándose el segundo ligar para esperar al final ser receptoras del voto útil.
Más bien lo que les urge es un rediseño de su estrategia publicitaria pero sobre todo de operación política para ser mucho más competitivos, ya que de otra forma son ellas mismas quienes le están abonando el camino al tabasqueño.
