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Andrés Manuel y sus delirios psiquiatricos

Bernardo Graue Toussaint
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En diversos artículos editoriales que publiqué en El Economista en el año 2006, hice referencia a la paranoia que se observaba en los dichos y en las acciones de Andrés Manuel López Obrador.

En ese sentido ¿qué nos dice la Clasificación Internacional de Enfermedades CIE (en su apartado psiquiátrico) de la paranoia?

Veamos:

“La paranoia se caracteriza principalmente por la presencia de delirio o ideas delirantes (de perjuicio, de grandeza, de enfermedad, de seducción, de ruina, etc.) que se basan en una incorrecta valoración de la realidad exterior. El paciente se siente víctima de las acciones de una persona, de varias personas o de una institución; cree que actúan en su contra con ánimo de perjudicarlo, con un entramado argumental comprensible -pero no real- con el que intenta justificar su delirio. El paciente está totalmente seguro de la certeza de sus creencias y no se le puede convencer de su error mediante el razonamiento lógico”.

Creo no estar muy equivocado al afirmar que la definición nos describe con precisión el perfil de Andrés Manuel. Para mí, lo que este señor haga de su vida personal es su problema. Si decide o no atender su patología –que sería recomendable- seguiría siendo una determinación privada. El asunto toma otra dimensión cuando el personaje de marras, Andrés Manuel López Obrador, pretende ser Presidente de México. Esta es la frontera donde el padecimiento psiquiátrico del tabasqueño ya no es un asunto de índole meramente personal.

Estamos frente a un serio problema, puesto que la paranoia de un personaje como el líder de MORENA puede producir –en importantes sectores de la sociedad mexicana- un contagio de su enfermedad, es decir, una paranoia colectiva.

Al respecto, el psicoanalista italiano Luigi Zoja, en su libro “Paranoia, la locura que hace la historia” realizó un estudio completo sobre dicho trastorno de la personalidad y los efectos que pueden producirse cuando un paranoico influye en la sociedad moderna. Este autor afirma que un paranoico con buena capacidad discursiva puede generar una preocupante dosis de contagio social de dicha enfermedad. En su texto, Zoja subraya que un paranoico con esas características representa un riesgo, porque deja de ser una patología individual y pasar a contaminar a las masas. Este autor italiano analizó cómo algunos paranoicos históricos -Hitler o Stalin, por citar sólo dos ejemplos- pudieron alcanzar tal nivel de éxito en las multitudes, cuando hicieron uso de su capacidad retórica para despertar la paranoia dormida en los hombres comunes y corrientes, a niveles de contagio psíquico pandémico.

Es claro que Andrés Manuel puede ser convincente e incluso carismático. Su poder de comunicación le ha permitido disfrazar su delirio, sobre todo porque su retórica dirige la reflexión hacia terceros, bajo su lógica personal de que todo mal debe ser atribuido a los demás, a los que no son ni piensan como él, a los que –según su teoría- son los saqueadores de la patria. Andrés Manuel invita y convence con eficacia a importantes sectores sociales, en un discurso donde siempre existe un culpable de todos los males nacionales.

Y para ensalzar sus discursos, Andrés Manuel rememora permanentemente frases y acciones heroicas de diversos personajes de nuestra mítica historia nacional. El incansable tabasqueño nos ha reiterado -hasta el hartazgo- que él representa al “pueblo bueno”, a los ideales de Juárez y al patriotismo de Vicente Guerrero. En su absurda presunción, López Obrador ha hecho alarde –en más de una ocasión- de considerarse la encarnación de nuestros héroes nacionales y la única esperanza para la transformación de la nación. Por esa presunta “superioridad moral” de la que alardea, es que se considera con derecho para juzgar y dividir al país en leales y desleales; honestos y corruptos; patriotas y vendepatrias; fieles o infieles a su causa.

La semana pasada, Andrés Manuel dio muestras que reflejaron a plenitud su padecimiento. Resulta que su hermano Arturo López Obrador se atrevió a apoyar públicamente al candidato del PRI a la gubernatura de Veracruz para las próximas elecciones. Si Dios expulsó a Adán del paraíso por haber probado del fruto prohibido, Andrés Manuel López Obrador (el gran patriarca) no podía quedarse atrás. AMLO decidió expulsar de la familia a su hermano Arturo, por haber cometido el pecado de comulgar con causas distintas a las que él representa. Para sus leales, la gloria; para los desleales, el infierno.

En un vídeo, escenificado en un bello jardín, el tabasqueño pronunció su mensaje vinculando a su hermano Arturo -ingeniero civil- con la “mafia del poder”. En la grabación sentenció: “Todos en la familia tenemos a alguien que desentona, que gusta de acomodarse y colarse, como se dice en el argot del hampa política. Son aspiracionistas, sin ideales ni principios”. De esa manera, AMLO decidió romper sus lazos familiares y sustituirlo por el de sus fieles: “Yo ya no tengo hermanos vinculados a los corruptos del PAN y del PRI, ya acabé con eso, borré eso. Tengo 10 millones de hermanos, hombres y mujeres mexicanos, y primos hermanos como 20 millones”. Remató su intervención parafraseando aquella máxima histórica de Vicente Guerrero: “La patria es primero”.

¿Encaja a la perfección la descripción científica de la paranoia con las acciones y dichos de Andrés Manuel?

Considero que sí.

¿Representa AMLO un peligro para la convivencia democrática de México?

Sí, porque pienso que una democracia debe sustentarse en la consideración social del “Tú y yo”. Lamentablemente, la premisa de Andrés Manuel es “Tú o yo”. Una sola letra marca la grave diferencia.

El democrático “Tú y yo” garantiza la libertad y el derecho a la diferencia de opinión. En cambio, el “Tú o yo” de Andrés Manuel López Obrador representa la intolerancia a la opinión distinta y el desprecio hacia quien la exprese. De ahí el riesgo que éste florido personaje pudiera gobernar.

Por último, no deseo que estas líneas queden sólo como una evaluación de los dichos y hechos de este político tabasqueño. Considero que todos estamos obligados a la generosidad. Por ello -tal y como lo hice en el año 2006- quiero recomendarle a Andrés Manuel López Obrador lo mismo que le sugerí en aquel entonces: ATIÉNDASE, EN MÉXICO EXISTEN MAGNÍFICOS ESPECIALISTAS QUE PUEDEN AYUDARLE EN SU PADECIMIENTO.

bgrauet@hotmail.com

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