Los Ángeles
Al menos 13 personas murieron a causa de los incendios en el norte de California, que desde el domingo arrasaron más de 46 mil 500 hectáreas, según la última actualización ofrecida este martes por el Departamento Forestal y de Protección contra Incendios de California.
Estas víctimas se registraron en los fuegos declarados en los condados de Sonoma, Mendocino, Napa y Yuba.
Por su parte, The New York Times publicó que la cifra es de 15 muertos y están dañadas o destruido más de mil 500 estructuras, incluyendo bodegas, casas y complejos turísticos.
Bomberos del estado estimaron que 17 fuegos separados, el primer grupo de los cuales comenzaron el domingo por la noche, habían quemado cerca de 115 mil acres en ocho condados.
Más de 100 personas habían sido trasladadas a hospitales este martes por la mañana, y las autoridades añadieron que es probable que aumenten las cifras de muertos y heridos, conforme al medio neoyorquino.
La oficina del aguacil del condado de Sonoma explicó que han recibido informes de alrededor de 150 personas desaparecidas.
Estamos seguros de que muchas de estas personas serán encontradas a salvo y reunidas con sus queridos, pero desafortunadamente estamos preparados para más víctimas”, añadió.
Muchos de los desaparecidos posiblemente estén a salvo, pero no hay comunicación con ellos debido a la caída de la telefonía celular y otros medios.
Los vientos que ayudaron a que el fuego se propagara con rapidez perdieron fuerza, lo que, unido a la bajada de las temperaturas, contribuyó a que los bomberos progresaran en sus labores.
El gobernador de California, Jerry Brown, declaró ayer el estado de emergencia en los condados afectados por los fuegos.
Los incendios comenzaron, por causas que aún se desconocen, el domingo por la noche sobre las 22:00 horas locales y se expandieron a gran velocidad desde el condado de Napa.
Los habitantes en refugios de emergencia y tiendas de abarrotes narraron que la velocidad y voracidad de las llamas los dejaron atónitos.
Tantas cosas buenas, jamás volveré a verlas”, dijo Jeff Okrepkie, quien huyó de su barrio en Santa Rosa sabiendo que probablemente era la última vez que vería su hogar de los últimos cinco años.
Sus temores se vieron confirmados cuando un amigo le envió una foto de lo que quedaba: un montículo humeante de hierros quemados y escombros.
El incendio no respetó las clases sociales y cientos de viviendas de todo tipo fueron arrasadas por llamas tan calientes que derretían los vidrios de las ventanas y las llantas de aluminio de los autos.