Por: Cristina Padín.
Quizá volverían las golondrinas y enero, ese que es plateado y gélido, quizá llegara mayo con la calor y los romances en forma de sandalia, quizá no: llegarían esas cosas. Llegaría san Isidro y con él la magia de Talavante pintaría de clase y alma la arena de Las Ventas. Llegarían las notas de los niños.. y el verano. El verano entraría así, con sabor, y se alargaría en horas y tardes y olas de sensaciones y de emoción. Todo llegaría, de hecho volvería Navidad, vendrían los Reyes Magos.. y otra vez sería febrero: el que es bello y enamora.
Quizá, ahí sí quizà, ya no estuviera ella. Hija de una mujer fuerte, hermana de un hombre y una chica emprendedores y maravillosos, madre de un niño inquieto y curioso, amiga de amigas y amigos, vecina del tercero y en la playa del quinto, lectora, profesora, dulce, taurina, mujer moderna que cantaba pop inglés y también lo de Tanxugueiras, viajera, receptora de cuatro compostelas del Camino de Santiago, sincera, enemiga de la mentira. Alta y de ojos oscuros, mujer de rojo y de blanco, mujer de faldas.
Tenía cáncer. Así se llama esa enfermedad que muchos no nombran: cáncer. Terrible monstruo que envuelve lo bonito en miedo y angustia. Agradecía a los médicos por tanto, y pedía más investigación por todo. Se puso la blusa blanca de lunares rojos y encima un abrigo grueso. No todo giraba en torno al puto cáncer. Empezaba Valdemorillo! Los toros, la vida en temporada, muletas al compás. Se iba a la novillada. Con fuerza siempre!
Dedicado a cada persona en lucha contra un cáncer
A los médicos
Al toreo
A la feria de Valdemorillo
A los novilleros, a los novilleros de hoy y a las novilladas
A los profesores. A mi amiga Rosario
A Luis
A mi mago
Al hijo cumpleañero de mi amiga Grethel
A las personas de ley