El filme Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba – The Movie: Infinity Castle (también conocido como Infinity Castle o El Castillo Infinito) ha marcado un hito en la industria cinematográfica al convertirse en la película extranjera con mayores ingresos en la historia de la taquilla estadounidense.
Con su estreno en Estados Unidos el 12 de septiembre de 2025 bajo la distribución de Sony/Crunchyroll, la cinta acumuló más de 128,6 millones de dólares, superando los 128,53 millones del clásico Crouching Tiger, Hidden Dragon (2000). Además, logró la mayor recaudación para una película de anime en Norteamérica, rebasando éxitos como Your Name y Spirited Away.
Su fin de semana de estreno en EE. UU. fue igualmente impresionante: generó 70 millones de dólares, cifra que significó el mejor lanzamiento en ese país para una película de animación japonesa o internacional. En Japón también estableció nuevos récords, al convertirse en el filme más rápido en superar los 10 mil millones de yenes dentro de los primeros ocho días.
La producción, dirigida por Haruo Sotozaki y realizada por el estudio Ufotable, forma la primera entrega de una trilogía basada en el arco “Castillo Infinito” del manga original de Koyoharu Gotōge. Con un presupuesto estimado en 20 millones de dólares, la película alcanzó una recaudación global de 648 millones, consolidándose como la película japonesa más taquillera de todos los tiempos.
A pesar de recibir en general críticas favorables por su animación, secuencias de acción y fidelidad al manga, algunos analistas han señalado que su ritmo puede sentirse pausado en ciertos tramos narrativos. Este tipo de observaciones son comunes en producciones de gran escala, donde balancear espectacularidad visual y fluidez argumental representa un desafío constante.
El salto de esta película al podio del cine internacional en Estados Unidos no es fortuito: representa una muestra tangible de cómo el anime ha cruzado las fronteras del “género de nicho” para imponerse con fuerza en mercados tradicionalmente dominados por producciones estadounidenses. Su éxito plantea interrogantes sobre el futuro del cine de animación: ¿podrán otras producciones seguir esta ruta? ¿Se convertirá el anime en un protagonista indiscutible en la taquilla global?
