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Distopía mexicana: la necesidad de la educación y la participación de los jóvenes

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Aquella frase tan mencionada que habla acerca de que la realidad supera la ficción ha demostrado en muchos casos ser cierta, y en este caso en específico no es la excepción; si bien algunos podrían decir que no la supera, sin duda alguna, tras los datos y argumentos que se presentarán a continuación podremos concluir que cuando menos la iguala. En esta breve introducción me propongo elaborar una analogía para enfatizar el eje central de este trabajo de investigación, para el cual se requiere de cierta disposición creativa e imaginativa, esto con el fin de poder encontrar las similitudes de manera más clara y efectiva. Poco a poco la línea entre la realidad que se vive en México y la distopía que se describe en el libro Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, comenzará a hacerse más delgada y más tenue hasta el punto en el que no podamos distinguir una de la otra.

En la historia anti utópica de Bradbury las personas tienen prohibido pensar, (por decirlo de una manera muy simplista), es ilegal poseer y leer libros y prácticamente cuestionarse o reflexionar acerca de la vida. Los bomberos, quienes antes tenían la honorable labor de apagar incendios, ahora en aquel desolador mundo se dedican a provocarlos, tienen la deplorable responsabilidad de quemar toda evidencia de poemas, novelas y escritos de todo tipo. Esto deja como resultado una sociedad individualista, ignorante y sumisa ante la autoridad, en la que lo único relevante son aquellos temas banales que transcurren todo el día a través de la televisión. ¿Pero qué tiene que ver este escenario con México y sobre todo con los jóvenes, su participación y la educación? Pareciera por un momento que nos hemos salido del tema y que esto no tiene ni pies ni cabeza, pero analicémoslo por un instante. Las diversas represiones por parte del gobierno (muchas de ellas violentas) a movimientos estudiantiles, el porcentaje de analfabetismo en jóvenes, así como el rezago de los mismos en el sector educativo y su falta de interés en el ámbito político de su país ¿no es equiparable a lo escrito por Ray Bradbury? A lo mejor no de manera literal, pues no hay ‘bomberos’ quemando libros y prohibiendo la lectura, pero el hecho de que el gobierno censure la opinión de la juventud y no provea los medios y las condiciones necesarias para que éstos puedan recibir una educación de calidad, por acción u omisión está iniciando esa chispa que incinera toda posibilidad de lograr una sociedad pensante y reflexiva, convirtiéndose así en los ‘bomberos’ de ésta distopía mexicana.

Es entonces prioridad de éste trabajo dar detalles acerca de la situación actual de la educación (en específico en el sector joven), así como también de la participación de éste mismo sector en diversas áreas, haciendo hincapié en el entorno político, incluyendo su impacto e importancia a lo largo de nuestra historia. De igual manera destacaremos hasta qué punto el gobierno ha sido responsable de prolongar un déficit en el que los jóvenes han tenido que pagar las consecuencias en los ámbitos de educación y política, ambos sumamente importantes para el desarrollo de un país. Unicamente de esta manera podremos resaltar de manera contundente la importancia de la participación de los jóvenes en el contexto que los envuelve y con ello destacar el papel fundamental que juega la educación como punto base para una formación integral. Por último, se hace énfasis en el hecho de que sin una educación efectiva y de calidad es prácticamente imposible esperar una respuesta activa, voluntaria y propositiva de los jóvenes, independientemente del ámbito al que nos refiramos. La participación de los jóvenes representa en todo sentido un momento de cambio en favor de la sociedad que resulta indispensable para la consolidación de un Estado democrático e incluyente.

  • LOS JÓVENES Y EL NIVEL EDUCATIVO
Para quienes viven en el ‘México real’ decir que el artículo tercero de nuestra Constitución se está cumpliendo al pie de la letra únicamente sería admisible si se dijera con un tono sarcástico. Si bien es cierto que se han logrado avances aún nos encontramos lejos de llegar a un nivel educativo que se considere relativamente eficiente, tal y como se demostrará a continuación. Sin embargo, antes de plasmar los datos que nos revelen la situación actual del país en cuanto a educación debemos recalcar que éste trabajo de investigación está enfocado exclusivamente en los cerca de 29.9 millones de jóvenes que residen en el país, es decir, aquel sector de la población que se encuentra en el rango de 15 a 29 años, según lo establecido por la ONU a partir del año 2000, cifra que representa un 24.9% de la población total, tal y como lo indica el INEGI (2014) en su Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica. Habiendo delimitado lo que entendernos por ‘joven’ podemos excluir entonces aquellos avances o retrocesos que se hayan tenido en cualquier otro rango de edad fuera del que hoy nos incumbe.

Es precisamente dentro del rango de 15 a 29 años que observamos las carencias más significativas en el sistema educativo de México. Esto lo vemos evidenciado en el Panorama de la Educación 2014 de la OCDE, en donde se señala que “México tiene una de las menores proporciones de jóvenes de 15 a 19 años matriculados en educación, siendo del 53%, mientras que países como Argentina, Chile o Brasil se encuentran por arriba del 72%”. Mencionaba anteriormente que se han logrado avances y no era mentira, ya que desde el año 2000 al 2014 se vio un incremento de 11 puntos porcentuales, sin embargo, esto no significa que hayamos alcanzado la meta deseada ni mucho menos que podamos empezar a celebrar, pues aún nos encontramos muy distantes del promedio porcentual de la OCDE, el cual es del 84%. Es cierto que existen países miembros que se encuentran en una peor situación que nuestro país (sólo Colombia y China), pero éste incansable y obstinado acto de compararnos con otros que se encuentran en condiciones más deficientes que las propias con el fin de darle un falso sentido de prestigio a las acciones que se han llevado a cabo no nos lleva a ningún lado y de ninguna manera nos ayuda a mejorar. Por el contrario, debería de preocuparnos e importarnos más el hecho de que México sea el único país de la OCDE (2014) en el que “se espera que los jóvenes de entre 15 y 29 años pasen más tiempo trabajando que estudiando” (pág. 2). No obstante el problema no radica únicamente al momento de ingresar a la escuela, si no que también existe un grave déficit en el número de alumnos que se mantienen en la misma. Los niveles de deserción en nuestro país son alarmantes y representan de acuerdo con el INEE uno de los problemas de mayor relevancia, ya que como revela en el Panorama Educativo de México (2014) en educación media superior “el porcentaje de deserción en instituciones de sostenimiento federal se encuentra cerca del 14.3%”.

El problema reside entonces en el hecho de que una mínima cantidad de jóvenes es la que ingresa a la educación media superior, mientras que una cantidad muy alta es la que la abandona, ya sea por cuestiones económicas o porque simplemente no le gustó estudiar. A este decadente panorama le sumamos que de los pocos jóvenes que logran ingresar a la universidad únicamente la mitad de ellos logre egresar, según los datos de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior. Nuevamente me permito el uso de una comparación un tanto extravagante pero que por lo mismo no dista mucho de la realidad mexicana, pues con los datos que ahora conocemos, el sistema educativo del país pareciera más bien aquella lucha de los espermatozoides por fecundar un óvulo. Son miles y miles que inician, pero durante el proceso se van perdiendo unos pocos, algunos por falta de interés, otros por no tener los recursos económicos. Algunos llegan un poco más lejos y ya hasta logran ver el añorado premio, pero al igual que con aquel milagroso proceso de la fecundación únicamente uno logra llegar a la meta; acto seguido la estructura química de la membrana educativa se altera y le cierra el paso al resto de los contendientes.

  • LOS JÓVENES Y SU PAPEL EN LA POLÍTICA
El sector juvenil ha estado presente en cuestiones políticas desde tiempos inmemoriales y no únicamente es algo exclusivo de México. En todo el mundo los jóvenes a lo largo de la historia han sido protagonistas de movimientos de todo tipo, con objetivos y metas de todo tipo. Curiosamente dichos movimientos han compartido en todo momento un cierto sentimiento de inconformismo, de rebeldía y de protesta, de cierta abnegación a la autoridad y a las reglas preestablecidas. En pocas palabras, comparten una firme convicción de cambiar el statu quo.

Todo ello lo podemos ver ejemplificado en toda una serie movimientos impulsados principalmente por jóvenes, como es el caso del Mayo Francés, o la Primavera de Praga, e incluso lo podemos observar de manera más clara y evidente en nuestro país con el Movimiento del 68. En éste último pudimos constatar dos cosas: en primera, la capacidad, la fuerza y el impacto que tienen los jóvenes al lograr organizarse y exigir de manera unísona que su voz sea escuchada y sus derechos respetados, en segunda, la falta de interés y el desprecio hacia la opinión de los mismos por parte de un gobierno autoritario, sanguinario y sin remordimiento alguno. En aquella época, Díaz Ordaz creía haber sellado mediante tanques y armas de fuego un disturbio sin mayor mérito, el cual no dejaría huella en la historia y por consecuencia moriría en la conciencia colectiva mexicana. Para Díaz Ordaz el Movimiento del 68 no marcaba en México un antes y un después. Hoy en día podemos apreciar lo enormemente desacertado que fueron sus declaraciones. En pleno 2016, después de casi 50 años de la tragedia del 2 de Octubre en Tlatelolco, aún permanece el recuerdo de aquellos jóvenes que lucharon ideológicamente en contra de un gobierno digno de un tirano. De igual manera se recuerda el suceso trágico de 1971 conocido como el Halconazo o Jueves de Corpus, en donde nuevamente jóvenes estudiantes se opusieron a un gobierno que privilegiaba la censura y la represiones. Debido a éstas y otras tantas trágicas experiencias ocasionadas por el círculo político uno se imaginaría que los jóvenes del siglo XXI mostrarían un mayor interés en lo que ocurre con los diputados y senadores, uno creería que su tendencia a conocer qué leyes se están debatiendo o qué candidatos buscan alcanzar la presidencia iría en aumento; pero ocurre todo lo contrario. He aquí una disparidad entre lo que esperaríamos que sucediera y lo que realmente se refleja en el pensamiento juvenil, pues como indica la Encuesta Nacional de Valores en Juventud (2012) un “89.6% de jóvenes menciona estar poco a nada interesado en la política”. Mi hipótesis en cuanto a esto es que la mala percepción y la poca confianza que los jóvenes tienen hacia los políticos debido a los interminables casos de corrupción e impunidad en los que estos últimos se han visto envueltos provoca un resultado proporcionalmente inverso, es decir, a mayor desconfianza (indiferentemente de la causa de ésta) menor interés en el ámbito político. Tal parece que ésta hipótesis es a lo mejor un poco obvia, o tal vez esté en un error y en realidad sea muy compleja, lo que explicaría por qué los funcionarios públicos mexicanos aún no han logrado comprenderla, mientras que un 37.4% de jóvenes afirma contundentemente (en la misma encuesta antes citada) que su poco interés en la política es debido a los políticos deshonestos. El panorama no mejora por ningún lado que se le vea, pues cuando a los jóvenes se les pide que califiquen a partidos políticos, diputados y senadores del 0 al 10, de acuerdo a su nivel de credibilidad, siendo 0 el puntaje más bajo y 10 el más alto, en promedio los partidos políticos y diputados se encuentran por debajo del 6.0, los senadores apenas pasan de panzazo con un promedio entre 6.0 y 6.5.

El hecho es que, el repudio de los jóvenes hacia la política ha encaminado a muchos a la indiferencia, mientras que a otros los ha dirigido hacia la indignación, la cual muchas veces no conlleva a alguna acción concreta, quienes logran superar estos dos momentos son quienes retoman ese sentimiento de repulsión o inconformidad para impulsar acciones con el fin de crear un espacio político digno. Hay quienes optan por manifestar sus ideas haciendo uso de medios no convencionales como las redes sociales, hay quienes encuentran la solución en acciones de protesta como marchas o plantones, y recientemente podemos ver un ejemplo de ello en lo que fue el movimiento estudiantil #YoSoy132, en las marchas ocurridas en Veracruz luego de que el gobernador Javier Duarte desconociera la deuda de 2 mil millones de pesos a la Universidad Veracruzana, o incluso en las recientes marchas del IPN que tienen como finalidad derogar el nuevo reglamento interno y consolidar un nuevo plan de estudios. Toda acción debiera de ser aplaudida, pero no por ello debiera de bastar, pues el día en el que los jóvenes aparten sus ojos de lo que ocurre a su alrededor será el día en el que reine nuevamente la dictadura, la opresión y la censura. La indiferencia, como mencionaba atinadamente Gramsci (1917) “es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso odio a los indiferentes. La indiferencia es el peso muerto de la historia[…] La indiferencia opera con fuerza en la historia. Opera pasivamente, pero opera”.

  • EL DÉFICIT DE LA EDUCACIÓN: ACIERTOS Y ERRORES
A cómo están las cosas no sorprendería encontrar algún informe o comunicado en el que la culpa del bajo nivel educativo en el país se le atribuya a los jóvenes estudiantes. No extrañaría que alguien surgiera con una declaración insinuando que los jóvenes no estudian porque prefieren ganar dinero trabajando de malabaristas o tragafuegos en un semáforo. Menciono que no extrañaría a nadie porque así de descarada y absurda ha sido la política mexicana al momento de reconocer los errores propios y mejorar en base a ello, ya lo decía aquel popular refrán “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Pero en éste último sexenio ha llegado una nueva luz de esperanza con la llamada Reforma Educativa y su evaluación de maestros. Muy polémica ha sido su implementación y aunque sí considera aspectos importantes a mejorar hay muchos otros que deja fuera. Lo más significativo es la anteriormente mencionada evaluación de maestros, con la cual se pretende aumentar la calidad de la educación, pues si bien procurar que en todo el país exista cobertura educativa es esencial, otra cosa muy distinta es que ésta sea apta. La Reforma Educativa en general, en comparación a las acciones tomadas a lo largo de varios años representa por fin una intención de querer transformar lo que conocemos actualmente como educación, si la propuesta se mantiene firme y constante podremos olvidarnos poco a poco de cuestiones como plazas heredadas o la venta de las mismas, cuotas escolares ‘voluntarias’, maestros organizando huelgas injustificadas cada dos días, ‘maestros fantasmas’ que cobran sin dar clase o la injerencia del SNTE en la contratación de maestros.

Pero la vida es más complicada y no todo es miel sobre hojuelas, pues como estipulaba en el párrafo anterior existen diversos aspectos por los cuales la educación en México aún no se encuentra ni cerca de compararse a la educación en Japón o Finlandia. Dentro de estos aspectos se encuentra el porcentaje que destinamos a la educación, pues la Ley General de Educación (1993) dicta que “el monto anual que el Estado -Federación, entidades federativas y municipios-, destine al gasto en educación pública y en los servicios educativos, no podrá ser menor a ocho por ciento del producto interno bruto del país” (pág. 13, art. 25) De acuerdo con el Panorama de la Educación (2014) de la OCDE “el porcentaje destinado en México en el 2011 fue de apenas 6.1% del PIB”, lo cual supera ligeramente el promedio de la OCDE, pero sigue siendo menor al de países de Latinoamérica como Argentina (7.2%) o Chile (6.9%) y aún menor que lo establecido en la Ley General de Educación. El problema se hace más evidente cuando se analiza el gasto anual promedio por estudiante, pues las cifras revelan que “México gasta en promedio el 17% del PIB per cápita por estudiante de secundaria y nivel medio superior, ambos significativamente por debajo del promedio de la OCDE (23% y 26% del PIB per cápita, respectivamente)” (OCDE, 2014). Y por si fuera poco hay que considerar de manera importante el hecho de cómo se administra lo que se destina, pues aquí puede encontrarse la respuesta a la pregunta del millón de ¿por qué si tanto se destina a la educación el resultado final es tan pobre? Y por consecuente, ¿por qué el gasto anual promedio por estudiante es tan bajo? Pareciera una tremenda contradicción, pero la respuesta a ésta paradoja nos la presenta la OCDE (2014), al afirmar que

Más del 92% del presupuesto total en educación primaria, secundaria y media superior en México se destina a remuneración del personal, y alrededor del 83% es exclusivamente para los salarios de los maestros. Se trata de las mayores proporciones observadas entre los países de la OCDE, donde en promedio el 79% del presupuesto total se asigna a remuneración del personal, y el 63% a los salarios de los maestros (pág. 7).

Esto nos deja con un margen mínimo para invertir en la construcción, renovación o mantenimiento de la infraestructura en las escuelas. ¿Cómo se pretende que la educación sea de calidad cuando las escuelas no tienen lo mínimo para funcionar correctamente? Si en la actualidad existen miles de escuelas que no cuentan con piso, agua en los baños, luz, sillas, techo, ya ni se diga de otros materiales que ayuden a hacer más efectiva la educación. El hecho que la educación sea gratuita no significa que el alumno deba carecer de éstos privilegios, y digo privilegios porque en este país es casi un privilegio poder accesar a la educación y lo es aún más poder accesar a una educación de calidad en donde al menos tengas una silla para sentarte y una libreta para escribir.

  • IMPORTANCIA Y RELACIÓN ENTRE EDUCACIÓN Y PARTICIPACIÓN
Hacia este punto de la investigación si no quedan más que claro los beneficios de contar con una educación de calidad, a la que todos puedan acceder sin mayor problema es porque nos hemos enfocado únicamente a resaltar la situación tan precaria de México, es decir, hemos enfatizado demasiado el lado negativo de la situación, pero aún no hemos enfatizado el por qué vale la pena, el por qué es necesario invertir fuertemente en la educación y el futuro de los jóvenes. Ahora es tiempo de que pongamos sobre la mesa la necesidad de consolidar un sistema educativo que responda a las necesidades de nuestros jóvenes y que realmente los ayude a formarse de manera integral, que no sólo los llenes de conocimientos sino que también los instruya sobre los valores, algo que tanto carece la educación hoy en día.

La experiencia mundial muestra la existencia de una estrecha correlación entre el nivel de desarrollo de los países, en su sentido amplio, con la fortaleza de sus sistemas educativos y de investigación científica y tecnológica. Según estudios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un año adicional de escolaridad incrementa el pib per cápita de un país entre 4 y 7% (OCDE, citado por UNAM, 2012).

A pesar de tener los datos frente a nosotros de manera evidente aún existe cierta resistencia a invertir de lleno al ámbito educativo, cuando éste tiene beneficios ilimitadamente mayores a cualquier cantidad de inversión en dicha área. La UNESCO (2013) por su parte, señala que “la instrucción escolar contribuye a que la gente comprenda los principios democráticos, fomenta la tolerancia y la confianza que los sostienen y motiva a las personas a participar en las actividades políticas de la sociedad en que viven”. Este dato viene a tomar gran relevancia cuando recordamos el enorme porcentaje de indiferencia que mostraban los jóvenes hacia la política, lo cual por lo tanto limitaba sus deseos de informarse y participar en la misma. Otro punto a favor lo señala de igual manera la UNESCO, pues menciona que

La educación forma parte de la solución de los problemas medioambientales. Es más probable que una persona instruida use el agua y la energía de manera eficiente y recicle los desechos domésticos. En 29 países de desarrollo alto o medio, el 25% de la población que no había completado los estudios secundarios manifestó inquietud por la situación del medio ambiente, en comparación con el 37% de quienes había terminado la enseñanza secundaria y el 46% de los que habían recibido educación superior.

Nuevamente este punto adquiere una enorme relevancia, sobre todo en un contexto en el que vemos desarrollarse una contingencia actual en la Ciudad de México sin precedentes. Como podemos observas, la educación no sólo influye en un solo sentido, sino que atañe a todas las ramas, a todos los aspectos de nuestra vida que nos hacen construir un mejor entorno. Tan es así, que la educación no únicamente sirve o funciona para instruir moral y éticamente a las personas, también favorece y amplía su capacidad para entrar en el mundo laboral y aportar positivamente. Esto último lo sustenta el INEE (2011) al declarar que “la escolarización también se asocia a mejores condiciones salariales (pág. 1). La siguiente gráfica realizada de igual manera por el INEE demuestra más concisamente en el apartado de jóvenes (15 a 29 años) la forma en que el salario incrementa de manera proporcionalmente directa a el nivel de escolaridad alcanzada.

Estos son tan sólo algunos datos que confirman lo evidente, que la educación genera grandes beneficios no únicamente para quienes estudian, también genera beneficios para quienes se encuentran a su alrededor. Un joven con una mente creativa, una pasión desenfrenada y una formación educativa de calidad, tiene más herramientas para poder impulsar cambios, para corregir lo que pareciera incorregible y mejorar lo que pareciera imperfectible.

  • ¿CÓMO MEJORAMOS?
La educación, es algo que si no se mantiene actualizado no puede trascender, la educación necesita evolucionar constantemente para atender los cambios repentinos de la sociedad. El sistema educativo que años atrás se empleaba hoy en día resulta obsoleto, por consecuencia, quienes insisten obstinadamente en mantenerse con el mismo formato sólo han logrado frustrar el avance del conocimiento. La educación en México tiene tantos baches que reparar, que a pesar de querer solucionarlo simplemente parece ‘llover sobre mojado’. ¿Será acaso imposible lograr una educación efectiva, de calidad e incluyente en nuestro país? No cabe menor duda de que se requiere un esfuerzo mayor, un esfuerzo casi bíblico para mejorar, pero un gran paso reside inherentemente en nuestra voluntad de querer que en efecto las cosas mejoren y así en lugar de retroceder, logremos todos juntos avanzar hacia un objetivo en común.

Por su parte, el Banco Mundial realizó una serie recomendaciones en 1990 a los países en vías de desarrollo para incentivar una reforma educativa. Dichas recomendaciones podrán tener varios años de haber sido publicadas pero siguen siendo aplicables hoy en día, por lo que aún se mantienen vigentes en muchas de las reformas de los actuales gobiernos. A continuación se citan textualmente cuatro puntos de dicha recomendación que se consideran de mayor importancia y que debieran de generar mayor interés en las siguientes estrategias a realizar por parte del gobierno mexicano para mejorar el panorama educativo:

  • Descentralización e instituciones escolares autónomas y responsables por sus resultados: Junto a un esfuerzo importante y acelerado de descentralización, el BM aconsejó a los gobiernos mantener a nivel central cuatro funciones para mejorar la calidad de la educación: (a) fijar estándares; (b) facilitar los insumos que influyen sobre el rendimiento escolar; (c) adoptar estrategias flexibles para la adquisición y uso de dichos insumos; y (d) monitorear el desempeño escolar. Lograr la autonomía de las instituciones escolares requiere medidas financieras y administrativas. En lo financiero se propuso: (a) hacer uso de los impuestos del gobierno central y los gobiernos locales; (b)compartir los costos con las comunidades locales; (c) asignar donaciones a las comunidades y las escuelas sin establecer requisitos para el uso de dichas donaciones; (d) cobrar aranceles en la educación superior; (e) estimular la diversificación de los ingresos; (f) certificados y préstamos educativos; y (g) financiamiento basado en resultados y calidad. En el plano administrativo se aconsejó mayor autonomía tanto para los directores como para los profesores: -los directores deben definir asuntos tales como asignar recursos, contratar o despedir personal, y determinar cuestiones tales como el calendario, el horario escolar y la lengua de instrucción, a fin de lograr un mayor ajuste a las condiciones locales; -los profesores deben definir las prácticas de aula, dentro de los límites dados por un currículo nacional, sujeto a normas y estándares, exámenes, evaluaciones de aprendizaje e inspectores escolares.
  • Mayor participación de las familias y la comunidad: Dicha participación incluye: (a) contribución económica al sostenimiento del aparato escolar; (b) selección de la escuela; y (c) mayor involucramiento en la gestión escolar. Se advierten cuatro riesgos al ampliar la participación de las familias en el ámbito escolar: (a) mayor dificultad para impulsar objetivos nacionales amplios (tales como la educación de la niña); (b) incremento de la segregación social; (c) fomento de la inequidad (al depender cada escuela de condiciones económicas locales); y d) limitaciones derivadas de la falta de información y educación de los padres. “La participación de las comunidades en los costos es generalmente la única excepción a la educación básica gratuita. Incluso las comunidades muy pobres suelen estar dispuestas a sufragar parte de los costos de la educación, especialmente a nivel primario” (BM, 1996:117).
  • Mayor participación del sector privado y las organizaciones no-gubernamentales (ONGs): tanto en las decisiones como en la ejecución. Esto en el marco de una diversificación de la oferta educativa, a fin de introducir la competencia en el terreno educativo (la competencia como mecanismo clave de la calidad).
  • Participación, alianzas y consenso social para la reforma educativa: Mayor participación social y la construcción de un amplio consenso nacional como condición de viabilidad de la reforma educativa.“Las reformas de la educación, cualquiera sea su mérito técnico, no se afianzarán a menos que sean política y socialmente aceptables” (BM, 1996:153).

El último punto es muy peculiar, porque de manera subliminal y como un eco del pasado pareciera decir “Te hablo a ti, México”. Esto en referencia a la reciente Reforma Educativa en nuestro país, puesto que a pesar de ser un esfuerzo notable por llevar a la educación a un nuevo nivel, la realidad dejó mucho que desear, y no únicamente debido a la reforma por si misma, sino por la polémica que generó en la sociedad. Los maestros en un gran porcentaje y la población en general, recibió de una manera no muy deseada este nuevo cambio. Las movilizaciones y los paros laborales no hicieron falta, y un clima de desinformación se propagó por varios medios. He aquí el fallo del gobierno mexicano al momento de lanzar su nueva reforma, en la cual desde principio debió de incluir de manera más significante a la misma sociedad, a los maestros, a quienes perciben de primera mano las irregularidades en el sistema. Ese tacto político, por llamarlo de cierta manera, brilló por su ausencia al momento de implementar la Reforma Educativa, la cual de por sí debido a su naturaleza, iba a generar controversia entre quienes veían en ésta un fin a todos los privilegios ‘ganados’ por sus ‘grandes méritos’. En este momento hubiera sido clave para que la sociedad en conjunto y armonía con el gobierno promoviera la reforma, para acabar con aquellos actos de corrupción y de injusticia. ¿El resultado? Un verdadero caos, pero al muy estilo mexicano poco a poco se ha ido llevando a cabo y la gente demuestra cada vez más un mayor interés en generar un cambio.

  • UN MOMENTO SUBJETIVO
Quise dejar este espacio para expresarme libremente, lo cual no significa que anteriormente no haya podido hacerlo, más bien significa que durante esté párrafo me permitiré hablar de manera subjetiva, en base únicamente a mis opiniones, lo que percibo y lo que pienso, sin nada que sustente lo que escribo más que una convicción propia de querer aportar algo nuevo, algo distinto a todo lo que se ha dicho ya. El hecho de aún poder ser joven me da esa ventaja de poder constatar que todo lo dicho anteriormente es cien por ciento real, así como lo bueno también lo malo. Afortunadamente he podido observar la situación desde distintos panoramas, dado que mi educación ha transcurrido a lo largo de escuelas públicas y privadas, la comparación entre ambas, al menos en mi experiencia, es abismal. Después de todo este trabajo de investigación realizado es como si estuviera leyendo el libro después de ver la adaptación cinematográfica, sólo que por primera vez la película no deja fuera hechos importantes de la historia, así como tampoco omite personajes principales e importantes. La película es la realidad, lo que viven miles y miles de estudiantes todos los días, el libro es ese conglomerado de datos que reafirman y constatan lo que sucede en la realidad. Dicho libro es digno de clasificar en un género de terror o tragedia; las deserciones, los reprobados, las aulas en mal estado, los maestros incompetentes o los maestros ausentes, la falta de inclusión, la falta de equidad, la vieja enseñanza de memorizar todas las fechas sin importar lo que éstas signifiquen, todo es real. Mi pensamiento, mi postura, es sumamente pesimista como se podrá apreciar, pero a mi parecer es lo que ha hecho falta para poder avanzar, desde mi punto de vista el falso optimismo y el exceso de confianza han provocado que nos conformemos con lo más mínimo, cuando se debiera de priorizar el reconocer los errores cometidos, para que una vez habiéndolos identificado lograr corregirlos. Pero lo que ha sucedido es que hemos preferido ocultar dichos errores, minimizarlos, ignorarlos, no se trata de generar un panorama de pánico y caos en la sociedad pero tampoco se trata de querer convencer a la gente de que vivimos en un mundo utópico con el que todos soñamos, cuando la realidad nos despierta diariamente con un balde de agua fría. El hecho de aún poder ser joven me da, sin embargo, el poder de querer intensamente cambiar la situación a mi alrededor, de contagiar a otros mi pesimismo, no para que acabe en mera indignación o apatía, al contrario, para que pueda abrirle los ojos a aquellos que optan por cerrarlos, para motivar a todos esos jóvenes a generar cambios pequeños o grandes, no importa. Eduardo Galeano decía “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. La única manera de generar grandes cambios es mediante el conjunto de miles y miles de cambios pequeños. Es necesario retomar los valores que todo joven debe de tener, es necesario guardar un pequeño espacio de rebeldía sana y de inconformismo dentro de nuestro ser, es necesario agarrar más libros y abrir nuestras mentes a las maravillas que estos contienen. Ray Bradbury escribe en Fahrenheit 451 “No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe”. Si nos perdemos en la ignorancia no hará falta que el gobierno nos niegue la educación, que nos prohiba aprender, pue

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