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Economía colaborativa ¿Oportunidad u oportunismo?

Alonso Ronald Ortiz Garcia
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Por: Alonso Ronald Ortiz García.

@RonaldOrtizG / ronald.ortizg@gmail.com

¿Alguna vez has comprado algo que no
vuelves a usar?, ¿Cuánto costo, por ejemplo, tu taladro?, ¿cuántas veces lo has
utilizado?, y más aún: el beneficio derivado de su uso ¿ha superado el costo?
Posiblemente si te dedicas a la construcción, a la carpintería, o a algún
oficio donde el taladro sea una herramienta de uso común tú respuesta será
positiva. En cualquier otro caso tu respuesta será “no” y es posible que el
recordártelo te genere algún tipo de molestia.

En su modelo original, UBER proponía una
economía “uno a uno”: el conductor dueño del auto compartía sus servicios con
usuarios. Partía de un supuesto: existe
demanda que bien puede ser cubierta por alguien que tenga un recurso ocioso o
que pueda compartir. Para solucionar el tema del taladro podríamos pensar en
una aplicación de renta de herramientas por día o por hora.

UBER modificó sus posturas, se hizo voraz
hasta terminar siendo una empresa más del montón. Al hacerlo permitió que
poseedores de muchos autos contrataran a choferes que no reciben lo justo por
su trabajo, el dueño ya no conduce sino que explota. La perversión del modelo
generó subempleo y la imperiosa necesidad de regularlo.

Aún así es posible consolidar una
auténtica economía colaborativa: aquella basada en compartir activos
sub-utilizados – desde espacio físico hasta habilidades – para generar
beneficios que pueden ser monetarios o no. Así soñada, la economía podría
generar mercados inter-personales que facilitan el intercambio directo de
productos y servicios en función de sistemas de confianza y costo reputacional.

En sus potencialidades, la economía colaborativa
generaría redes distribuidas de individuos y comunidades inter conectadas y no
centralizadas que transformarían la producción, consumo, financiamiento y
aprendizaje.

La economía colaborativa es capaz de
generar más competencia, nuevos modelos de negocio y externalidades positivas.
Puede paliar fallas de mercado como
costos de transacción, asimetría y falta de información. Es también un cambio
de paradigma hacia el consumo colaborativo donde es más importante el acceso al
bien o al servicio por encima de su posesión reinventando no sólo lo que
consumimos sino cómo lo consumimos.

Es el inicio de una nueva economía basada
en los siguientes principios: 1) El desarrollo integral del ser humano como fin
de la economía, 2) Mejorar la calidad de vida de las personas y del ambiente y
3) Promover una nueva forma de hacer negocios y un nuevo rol para la empresa en
la sociedad.

Falta mucho para instaurar este nuevo
paradigma, la economía colaborativa será posible cuando se generen estrategias
para acelerar sus procesos: 1) Instalar en la sociedad transacciones
solidarias, participativas, humanistas y medioambientalistas, 2) Desarrollar
estándares y certificaciones internacionales, 3) Educar y sensibilizar al
consumidor final y 3) Incorporar al diálogo y acciones a las empresas tradicionales.

El reto de todos los actores económicos-
Familia, Empresa y Gobierno- es contribuir al logro de este cambio de
paradigma, indispensable para la inclusión social de millones de personas y al
surgimiento de un modelo socioeconómico alternativo.

Alonso Ronald Ortiz Garcia
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