Mundo Generacional, por: Edwin Carcaño Guerra.
Cuando se habla de emprender, casi siempre, la gente
se enfoca en negocios e ideas que generan valor. También se mencionan a los
emprendedores que lanzan proyectos, los convierten en unicornios y levantan
capital semilla.
Todos ellos son parte importante de la sociedad y
generan empleos, bienestar y un mejor nivel de vida. Pero no hay que olvidar
que el emprendimiento de los humanistas siempre está presente, aunque se note
poco.
Estos individuos, con su vocación de servicio, hacen
que la existencia de los más débiles se convierta en felicidad. Dichos hombres
y mujeres son superhéroes sin capa.
Las escenas de los 1.6 millones de ucranianos que
huyen hacia la frontera de Polonia y Rumania son muy tristes. Es desconsolador
ver cómo las mujeres lloran porque han dejado a sus esposos, hijos y padres
atrás, ya que se han quedado a defender la patria. La artillería rusa ha
destruido hospitales de maternidad y los noticieros no se atreven a transmitir
las imágenes de las víctimas.
Por otro lado, las fosas comunes para los muertos de
la guerra ya son algo casual. Estamos de frente a la peor catástrofe que se ha
dado en Europa desde 1939, cuando los panzers alemanes atacaron a los polacos.
En medio de todo este dolor está de nuevo la sombra de
una guerra nuclear. Podríamos huir de la responsabilidad del conflicto
encerrándonos en un falso estoicismo en el cual no tenemos el control de nada
de lo que sucede allá y, por lo tanto, permanecer indiferentes.
Sin embargo, cada persona que ama la paz y la libertad
tiene una tarea de frente a la violencia. Y aquí es donde aparece el
emprendimiento de los humanistas que se convierten en voluntarios para ayudar
en los campos de refugiados en las fronteras de Polonia.
Todos podemos dar algo de lo que tenemos y ser luz de
aquellos que viven en la sombra.
El emprendimiento de los humanistas a veces se
desvanece en el colectivo. Parece ser que sus acciones nadie las recuerda, ya
que hay otros héroes en el ambiente.
Cada vez que un joven ayuda a un viejito, que una
mujer cocina para gente damnificada o un maestro enseña a un niño a vivir con
ética, es cuando el amor triunfa. Esas pequeñas luces, fundiéndose en una sola,
logran iluminar toda la vida.
Por eso no hay que detenerse ante la necesidad del
prójimo. Las ocasiones para emprender de forma social, que a veces nos sacan de
la rutina, son la óptima manera de convertirse en la mejor versión de uno
mismo.