Por: Eduardo Ruíz-Healy.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer ayer los resultados de su Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) correspondiente al cuarto trimestre de 2021, la cual ratifica que la mayoría de los mexicanos vivimos con miedo de ser víctimas de algún delincuente.
De acuerdo con la ENSU, menos personas se sienten inseguras hoy que en 2018, 2019 y 2020, lo que indica que: o 1) están funcionando los planes y estrategias adoptadas por los gobiernos federal y algunos gobiernos estatales o municipales para darle mayor seguridad a la población; o 2) que más personas han aprendido a cuidarse de los delincuentes; o 3) que hay más personas que se han acostumbrado a vivir con miedo; o 4) el miedo COVID ha superado al de la delincuencia.
En diciembre de 2018 el 73.7% de la población de 18 años y más consideró que vivir en su ciudad era inseguro, porcentaje que disminuyó a 72.9% en diciembre de 2019, a 68.1% en diciembre de 2020 y a 65.8% en diciembre del año pasado. Una baja de casi ocho puntos en 3 años es significativa, pero no espectacular en vista de que casi 66 de cada 100 mexicanos siguen sintiéndose inseguros.
El 65.8% es el promedio que se obtiene de las respuestas recabadas en 74 ciudades y las 16 alcaldías de la CDMX, pero en algunas de estas el porcentaje es mucho mayor.
En 49 de las 90 ciudades o alcaldías se supera el promedio y en tres más de 90 de cada 100 personas se sienten inseguras: Fresnillo (96.8%), Ciudad Obregón (95.0%) y Naucalpan (92.1%).
Entre el 81% y el 90% de las personas se sienten inseguras en 15 localidades, entre el 75% y 80% se sienten inseguras en 14 y entre el 65% y 74.9% se sienten inseguras en 17.
Solo una ciudad registra 20% o menos: San Pedro Garza García (16.2%).
Vivir con miedo de ser víctima de un criminal tiene efectos psicológicos, sociales y económicos, como lo escribió en 2014 la psicóloga y académica Alba Luz Robles Mendoza en su artículo “Miedo en las calles: principal emoción de la inseguridad pública delictiva. Un estudio criminológico y de género” (Revista IUS, Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla Vol. 8 No. 34 Jul./Dic. 2014):
“El miedo al delito, a diferencia de la delincuencia real, afecta a un mayor número de ciudadanos y sus consecuencias son prevalentes y severas. Incluso hay quienes han subrayado que el miedo al delito puede ser un problema más severo que la propia delincuencia. El miedo al delito obliga a los individuos a cambiar sus estilos de vida. Aquellas personas especialmente temerosas del delito deciden refugiarse en sus hogares, protegiéndose con candados, cadenas, barras de seguridad y alarmas. Pero el miedo al delito también tiene importantes repercusiones sociales y económicas. Así, por ejemplo, se ha señalado que genera alienación, promueve el desarrollo de estereotipos nocivos y acelera la ruptura de las redes informales de control social. Esta ruptura de los controles sociales puede tener repercusiones de largo alcance en el deterioro comunitario, siendo el miedo al delito un agente catalizador que genera conductas que pueden ser muy destructivas para la vida comunitaria y social, fracturando el sentimiento de comunidad y transformando algunos espacios públicos en áreas que nadie desea visitar”.
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