La Revista

El Paricutín [II]

Rubén Martínez Cisneros

El Dr Atl, llega al poblado Paricutín a pocos días después del 20 de febrero de 1943 de haber iniciado la actividad del volcán por invitación de su amigo el ingeniero Ezequiel Ordoñez, “le contó lo que sucedía en Michoacán, el pintor no dudó en trasladarse a la región para observar este acontecimiento natural y registrar de forma puntual los hechos”, lo anterior de acuerdo a los académicos de la UNAM, José Luis Macías Y Anel Pérez.

Opinan de Gerardo Murillo, “…así como registró mediante dibujos y óleos el fenómeno natural, se dio a la tarea de escribir, día con día, lo ocurrido en el estado de Michoacán, dando vida a una rica bitácora en cuanto a documento artístico y científico”.

Acerca del ingeniero Ordoñez, el escritor José Revueltas escribe, “es un viejo gigante de setenta y tantos años, geólogo, que ama al volcán con todas sus fuerzas…tiene algo de apóstol…quiere a los campesinos, los ayuda”.

El Dr Atl, se establece a considerable distancia del volcán, sin medir la peligrosidad, “al llegar yo al volcán el 26 de febrero pude darme cuenta de que precisamente por la abertura en los informes anteriores, se derramaba una corriente de lava viscosa que formaba ya grandes bancos, pero en algunos lugares, como habían indicado los indígenas, se advertía la presencia de una grieta subterránea…”.

Para el mes de mayo, escribe, “El pueblo de Paricutín ha sido sepultado bajo mantos espesos de una arena gris que con las primeras lluvias se volvieron muy pesados y destruyen la mayor parte de los techos de las casas…el alcance destructor de las erupciones, hasta este mes ha alcanzado los bosques en una extensión de más de 20 kilómetros”.

En septiembre de 1943, el Dr Atl, escribe, “Un río de lava corría hacia donde yo estaba. El calor me sofocó. Quise huir, pero mis piernas se negaron a moverse. Cogido al pequeño tronco de un encino sentí quemarme. No había otra cosa qué hacer más que mirar antes de morir… me fui acercando hacia el límite de la lava que se había detenido a pocos metros de mi campamento”.

En los primeros días de enero de 1944, ríos de lava sepultaron los poblados de San Juan Paricutín y Parangaricutiro, solo se salvó una parte de la iglesia, donde se veneraba el Señor de los Milagros, trasladado por los feligreses al Nuevo San Juan Paricutín. El Dr Atl, escribe, “Sus habitantes se negaron constantemente a abandonar sus casas, teniendo ya la lava a pocos pasos de ella, y fue necesario que el general Cárdenas, secretario de la defensa, dirigiese personalmente el salvamento de los vecinos”.

El 4 de marzo de 1952, el Paricutín amaneció agotado, cansado después de 9 años, 11 días, 9 horas de sus resuellos, sus fumarolas se esfumaron, sin embargo, dejó como prueba 530 millones de metros cúbicos de lava la cual invadió un área de 40 kilómetros cuadrados, se dice que la arena y ceniza llegaron a una distancia de 250 kilómetros a la redonda.

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