Claroscuro, por: Francisco López Vargas.
En su edición de enero, la revista Letras Libres hace
un recuento del país que ha dejado en este periodo de gobierno la gestión de
López Obrador, y lo engloba en una serie de artículos que compartiremos con
usted en estas colaboraciones.
En el tema de salud, Xavier Tello nos comparte su texto
que detalla que las cosas no están para echar voladores, aquí el texto:
“Cuando la “Cuarta Transformación” llegó al poder, la
atención a la salud no era una parte sustancial de su agenda política, más allá
de estar incluida en la frase “combate a la corrupción” que aglutinaba todos
los planes de este gobierno y una vaga promesa de campaña de “un sistema de
salud universal y gratuito”. El análisis de la salud que se desarrolló y
publicó durante su campaña no se utilizó después de ganar las elecciones.
A partir del inicio de su gobierno, el presidente
comenzó a hablar de su objetivo de crear en México un sistema de salud a la
altura de “los mejores del mundo” y la frase “como en Dinamarca” se convertiría
en una desafortunada promesa que, con el tiempo, le iría pasando la factura, al
ser utilizada por la gente común como el sinónimo de lo que nunca lograremos.
Construir un sistema de salud universal no se logra en
un sexenio. Si acaso ese es el tiempo que se requiere para cuantificar y
analizar los activos, crear planes y, una vez establecidos los objetivos
concretos, proponer las acciones específicas que deberán llevarse a cabo. En el
caso de México, los objetivos no se conocen. En el Plan Nacional de Desarrollo,
de las menos de cuatrocientas palabras dedicadas a la salud, solo 175 se
dedican a una acción precisa: la creación de un “Instituto Nacional de Salud
para el Bienestar” con cinco tareas, una de las cuales es el “combate a la
corrupción”. A partir de allí, el gobierno de López Obrador se ha enfocado en
desmantelar el complejo sistema de salud mexicano para, con las piezas, crear
uno más acorde a su ideología y sus intereses.
Tras 48 meses de gobierno, el balance de los
resultados en la materia es negativo. Si tomamos como base lo publicado en la
Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2021, México no ha mostrado
avances en sus indicadores básicos de salud y, por el contrario, ha retrocedido
a mínimos históricos en áreas como la vacunación infantil. De acuerdo con la
Ensanut, siete de cada diez mexicanos derechohabientes de alguna institución
prefieren acudir a la medicina particular, incluyendo los consultorios
adyacentes a farmacias.
En el camino, miles de pacientes se han manifestado
por falta de medicamentos o mala calidad en la atención, junto a profesionales
de la salud que se encuentran inconformes y desesperados, al sentirse entre la
espada y la pared, haciendo lo mejor que pueden, con lo poco que cuentan.
Con estos antecedentes, sería complicado mencionar un
tema único que se convirtiera en el emblema de lo que ha fallado en salud,
aunque, básicamente, podemos señalar cronológicamente los dos errores
principales:
1. El desabasto de medicamentos (2019).
Quitarle al IMSS el control del sistema de compra consolidada, un
mecanismo bien conocido por parte de los sistemas de salud y los proveedores,
para dárselo –como parte de un programa de centralización– a la Oficialía Mayor
de Hacienda (OMSHCP), produjo, en el verano de 2019, un caos en el proceso de
adquisición, compra, distribución y dispensación de medicamentos a los
pacientes. Fue así como comenzó el desabasto de medicamentos que el sistema de
salud vive hasta el día de hoy.
Aunque la justificación oficial era la supuesta
optimización del dinero público y un “combate a la corrupción”, en la realidad
el gobierno buscaba hacerse de los recursos del sector salud. Al centralizar la
toma de decisiones, la administración federal pretendía obtener, en teoría,
ahorros sustanciales que la OMSHCP podría devolver para ser usados en los
programas sociales.
Con la creación del Insabi, el proceso pasó a sus
manos y se contrataron los servicios de la Oficina de las Naciones Unidas de
Servicios para Proyectos (UNOPS) para hacerse cargo de la compra de
medicamentos principalmente en el extranjero; sin embargo, este cambio solo
produjo más caos. El pasado noviembre, el gobierno, sin mayor explicación, dio
por terminado el contrato con la UNOPS, dejando más dudas que certezas en
cuanto a los resultados obtenidos tras los 130 millones de dólares pagados a
este organismo.
Sin conocer las necesidades de los pacientes o los
profesionales de la salud, pero sobre todo ignorando la experiencia y
preparación que había detrás de un sistema de compras que llevó años pulir y
poner a punto, las adquisiciones se llevan a cabo de manera desordenada y
discrecional. A decir del Instituto Farmacéutico de México, hoy se compran
menos medicamentos, pero a precio más caro.
Las repercusiones siguen teniendo consecuencias en la
salud y el bienestar de la población, con cifras récord de recetas no surtidas
en las unidades médicas en un país que tiene el porcentaje de gasto de bolsillo
en salud más alto entre los países de la OCDE.
2. La desaparición del Seguro
Popular (2020). El 1 de enero del 2020 entró en vigor el decreto que creó
el Insabi y marcó el fin del Seguro Popular. La medida tomó desprevenidos tanto
a pacientes como a instituciones y profesionales de la salud. Literalmente de
la noche a la mañana, el registro de nuevos derechohabientes se cerró y la
cobertura del seguro perdió efecto, dejando a miles de pacientes sin acceso a
la atención médica en instituciones públicas, que requerían de cuotas de
recuperación, o en organizaciones de asistencia privada como la Fundación de
Cáncer de Mama, que tenía un contrato de colaboración con el Seguro Popular.
Esta desaparición ocurrió únicamente por motivos
ideológicos. Con la bandera retórica de que “no era seguro ni era popular”, el
gobierno entrante trató en numerosas ocasiones de justificar el
desmantelamiento de un sistema de financiamiento que ya daba protección y
certeza a más de 50 millones de personas; sin embargo, hasta la fecha no ha
encontrado un sustituto real que garantice su promesa de “gratuidad” en los
servicios de salud.
Peor aún, al desaparecer el Seguro Popular, el Fondo
de Protección contra Gastos Catastróficos, que garantizaba la atención a los
pacientes con enfermedades devastadoras como el cáncer, pasó a formar parte del
gasto corriente y se ha venido reasignando al Ramo 12 (atención médica) en cada
presupuesto de egresos aprobado; de este modo se da la impresión de haber
incrementado los recursos a la salud cuando, en realidad, solo se ha cambiado
el dinero de un bolsillo a otro o, simplemente, ese fondo ha tenido un destino
poco claro.
En el discurso oficial, el Seguro Popular había sido
reemplazado por un nuevo sistema de salud, inicialmente el Insabi, que
garantizaría “gratuidad total” en la atención; no obstante, a poco más de dos
años de su creación, el Insabi dejó esa responsabilidad para pasarla a una
nueva iteración del IMSS-Bienestar.
En lo que va del sexenio, la “gratuidad” no ha pasado
de ser una vacua promesa hecha para reforzar el concepto de “bienestar”
promovido por la 4T. En la realidad, como lo demostró la Ensanut, los mexicanos
están gastando dinero de su bolsillo para hacerse de servicios de salud.
Técnicamente hablando, quienes ya pagan por su derechohabiencia en una
institución, están pagando dos veces.
A cuatro años de iniciada, esta administración ha
tenido sin duda grandes fallas. En materia de salud, esos errores han sido el
reflejo del apego a una ideología, pero sobre todo de una falta de visión. Las
decisiones se han tomado sin una planeación adecuada, como lo demuestra la
pobre inversión en el sector en estos años. Estamos ante un gobierno que se
dice de izquierda que no priorizó el bienestar de la población a través del
fortalecimiento de la salud, sino que buscó la forma de utilizar sus recursos
para beneficio político.
En este periodo se ha menospreciado a los
profesionales de la salud con acciones que han ido desde excluir a los
trabajadores privados en el primer proceso de vacunación contra la covid-19
hasta la importación de médicos cubanos en vez de ofrecer mejores salarios y
condiciones de contratación a los médicos que ya atendían en el sector. En
estos años, se ha incrementado el riesgo para los pasantes de medicina que
realizan su servicio social y tres muchachos han muerto sin que se haga algo
para cambiar el sistema de cobertura médica en áreas rurales.
Al momento de escribir este texto, el único enfoque
real del gobierno en materia de salud es fortalecer el IMSS-Bienestar,
aparentemente, la única apuesta que tiene para consolidar la promesa de su
sistema de salud de clase mundial. Mientras tanto, los pendientes se acumulan
en los indicadores básicos como salud materno-infantil o las enfermedades
crónicas, en un país donde las cardiopatías y la diabetes lideran las causas de
mortalidad solo debajo de la covid-19.
La evaluación en materia de salud, al terminar el
sexenio, deberá ser muy objetiva y puntual. No solo abarcar lo que faltó por
hacer, sino todo lo que se retrocedió en estos años” (Letras Libres enero
2023).