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Enrique Ponce y Diego Silveti reventaron la Plaza México en el 79° aniversario de la Monumental de Insurgentes

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Un adiós majestuoso y una consagración inolvidable

La tarde del 5 de febrero en la Plaza México quedará grabada en la memoria de la afición. Una corrida llena de emociones y simbolismo enmarcó el 79° aniversario de la monumental, donde Enrique Ponce ofreció su último adiós a los ruedos con una faena imborrable, Diego Silveti se consolidó como una figura de peso en la tauromaquia actual y Alejandro Adame dejó una grata impresión en su confirmación.

La expectación era máxima y la plaza respondió con una gran entrada, repleta de un público fervoroso que rindió honores a la bandera con el Himno Nacional Mexicano, envolviendo el ambiente en un misticismo especial. En el paseíllo, las ovaciones atronaron para Enrique Ponce, el gran consentido de la afición mexicana, quien alzó la montera en señal de gratitud, consciente de que viviría una de las tardes más importantes de su vida.

Alejandro Adame ilusiona en su confirmación

El primer toro, “Farruco”, fue el de la confirmación de Alejandro Adame, quien, tras un emotivo brindis a su hermano Luis David Adame, comenzó con un toreo sentido y pausado. El astado de Los Encinos tuvo nobleza y permitió una faena construida con inteligencia, adornada con naturales templados y derechazos de cadencia. Cerró con unas manoletinas bien ejecutadas y remató su presentación con una estocada en lo alto, lo que le valió una oreja y una ovación cerrada.

Diego Silveti impacta con una faena de alto calibre

El segundo toro de la tarde, “Talentoso”, no ofreció opciones para Enrique Ponce, quien apenas pudo mostrarse en el ruedo. La afición quedó expectante, deseando ver más del maestro valenciano.

El tercer toro, “Lironcito”, sí brindó mayores emociones y Diego Silveti supo aprovecharlo al máximo. El guanajuatense bordó una faena de gran temple y estética, con lances a pies juntos y un quite por tafalleras de enorme expresión. Ya con la muleta, se plantó serio y profundo, construyendo una faena de menos a más, repleta de hondura y emoción. El toro mostró fondo de raza y Silveti respondió con derechazos largos y ceñidos. Antes de matar, desató la locura con unas bernardinas ajustadas y una estocada recibiendo que puso a la plaza en pie. El resultado: dos orejas y una ovación estruendosa, consolidándolo como uno de los toreros del momento.

La expectativa crece: Ponce en busca de su momento

El cuarto toro, “Protagonista”, tampoco permitió a Enrique Ponce mostrar su tauromaquia. La frustración en la plaza era evidente, pues el público ansiaba ver al valenciano en plenitud.

El quinto toro, “Naranjito”, apuntaba maneras, pero se apagó rápidamente. No obstante, Diego Silveti volvió a demostrar su madurez y entrega, iniciando con un recibo capotero de gran estética. Brindó la faena al entrenador Javier “El Vasco” Aguirre, desatando los aplausos. A pesar de que el toro perdió fuelle, Silveti insistió con técnica y convicción, logrando pasajes de gran torería. Falló con la espada, pero se retiró entre una fuerte ovación.

El sexto toro, “Nevado”, dejó esperanzas cuando Alejandro Adame hilvanó un trasteo capotero rítmico y unas chicuelinas con sello propio. Sin embargo, al llegar la faena de muleta, el toro perdió gas y la faena no pudo despegar. Aun así, Adame dejó detalles de calidad y un gran esfuerzo.

El gran final: Enrique Ponce y su adiós de ensueño

Toda la plaza esperaba este momento. La frustración por sus primeros toros se disipó cuando Enrique Ponce decidió regalar un séptimo toro: “Indiano”. Era la oportunidad de cerrar su carrera en México con una faena a la altura de su legado.

Desde la salida del toro, el ambiente se electrizó. Ponce lo recibió con verónicas de seda y una media de cartel, seguido de un quite templado y lleno de cadencia. Brindó la faena a la plaza, que se puso de pie para honrarlo. Con la muleta, construyó una obra magistral, plena de hondura y sentimiento, en la que destacó con trincherazos, poncinas y pases de pecho de gran estética. Los olés tronaron como pocas veces y las emociones estaban a flor de piel.

Cuando sonaron las Golondrinas, la nostalgia invadió la plaza. Ponce rubricó su faena con una estocada fulminante y la Plaza México estalló en una ovación incontenible. Dos orejas, vuelta al ruedo y un ambiente de delirio, con sombreros volando y el mariachi entonando “México Lindo y Querido”. En el fondo, la voz de Pepe Aguilar hacía eco en una despedida de época.

Un cierre monumental

Al final de la tarde, Enrique Ponce y Diego Silveti salieron en hombros, entre gritos de “torero, torero”, con una afición completamente entregada. Fue una despedida inolvidable para el valenciano y una consagración total para el guanajuatense.

El 79° aniversario de la Plaza México quedará en la historia como una tarde de emociones desbordadas, en la que un ídolo se despidió con grandeza y una nueva figura consolidó su lugar en el toreo.

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