Por: Alonso Ronald Ortiz
Arabia Saudita
durante el bombardeo a Siria, en abril de este año, expresó su pleno apoyo a
las operaciones militares llevadas a cabo por Estados Unidos, el Reino Unido y
Francia sobre objetivos militares.
Rusia por su
parte ha permanecido como aliado del gobierno de Bashar al-Asad y contrario a
la intervención estadounidense en la devastada Siria… meses después en el
mundial de fútbol, Rusia y Arabia Saudita, coincidirían en el partido inaugural
como parte del Grupo A.
En la
transmisión vimos a un Vladimir Putin disculparse ante Mohamad Salman, príncipe
heredero saudí, por el primer gol, por los cuatro que vinieron después y… ¿Acaso
también por sus maniobras geopolíticas?
Muchos textos
académicos han abordado las relaciones entre fútbol, poder y relaciones
internacionales que vuelven aún más apasionante el juego.
En síntesis: El
fútbol -y el deporte en general- a lo largo del tiempo ha fungido como una
herramienta que ha contribuido a prevenir o superar conflictos, promover el
diálogo y el entendimiento progresivo entre rivales, estimular la práctica de
la tolerancia y la promoción de ciertos valores universales.
En el 86, cuatro
años después de la Guerra de las Malvinas, un Argentina contra Inglaterra en el
Estadio Azteca y por los cuartos de final elevaría a héroe nacional y a leyenda
viva -por la “Mano de Dios”- a Diego Armando Maradona. Desde
entonces, ambos países guardan una rivalidad histórica y de guerra
futbolística.
Regresando a
Rusia 2018, en el Grupo B coincidieron dos vecinos: Portugal y España. El
empate entre ambos nos remite a una relación a veces amistosa, a veces
competitiva pero siempre cargada de una emoción común en el contexto cultural y
económico ibérico. Un Marruecos unido a España por el Mediterráneo y la
migración y un Irán con su influencia nuclear y su juego de poder en Medio
Oriente completaron la fotografía.
Vemos en estos
partidos una combinación de historia, dinámicas económicas, culturales y hasta
expresiones de las problemáticas que enfrentan los países y que determinan en
gran medida su desempeño. Vemos en algunos casos un estratégico interés en
fomentar el poder blando a través del fútbol.
En el Grupo C
destaca Francia con su moderado y elegante fútbol, metáfora casi de la política
de Macron que ha incrementado su poder blando en una Unión Europea que peligra.
En el D, mientras se jugaba el Argentina contra Nigeria se debelo que el padre
del capitán, John Obi Mikel, se encontraba secuestrado, imagen de la fragilidad
del Estado. En contra sentido, en el mismo grupo, Islandia ha logrado procesar
a gran cantidad de sus políticos corruptos, mostrando una renovada fortaleza
institucional.
Hablando del
Grupo F se ha dicho de Alemania que nunca gana en territorio ruso. Lo cierto es
que vive un invierno en sus relaciones exteriores con una Angela Merkel
impotente ante la intransigencia de Trump. De México todos sabemos: ese partido
contra Brasil -una derrota- un día después de las elecciones ¿será un presagio
de lo que viene después del llamado “segundo bono democrático”?
Aunque esperamos que no, el primero tuvo ese triste signo.
No por nada la
Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas ha reconocido ya “la
valiosa contribución del deporte a la promoción de la educación, el desarrollo
sostenible, la paz, la cooperación, la solidaridad, la equidad, la inclusión
social y la salud en los planos local, regional e internacional haciendo notar
que (…) el deporte puede contribuir a la creación de un entorno de tolerancia y
comprensión entre los pueblos y las naciones”.
Por cierto: son
más los países y territorios afiliados a la FIFA que los miembros de la
ONU…211 contra 193. Regresemos a Rusia. En el Grupo G, Inglaterra ya está en
cuartos mientras el proceso del Brexit y las políticas de anti-refugio
continúan. Túnez dio buenos partidos y aunque se quedó en el camino su
Primavera Árabe continúa dando resultados: la primera alcaldesa electa en la
capital de un país musulmán, por ejemplo.
Del Grupo F
diremos que Colombia acaba de pasar por un proceso electoral y que la
participación de su selección ayudo a cohesionar, aunque sea un poco, a una
polarizada sociedad. En contraste, los seleccionados de Senegal regresarán a su
país para padecer -junto a 750, 000 personas- una crisis alimentaria.
Ya vienen los
cuartos de final y el desenlace del Mundial. Aún desconocemos quien saldrá
triunfante. Lo que sí sabemos es que el potencial pacificador y dialogante del
fútbol y del deporte debe seguir siendo promovido, más aún en un sistema
internacional por naturaleza conflictivo.
(Geopolítica: análisis
de las influencias geográficas sobre las relaciones de poder en la política
internacional // Poder blando: más allá del poder militar o económico, el
concepto hace referencia a la influencia socio-cultural de cualquier país)