La Revista

La composición atípica en “La Anunciación”, de Robert Campin

Aída López Sosa
Aída López Sosa
Sígueme en redes sociales:

Cultura, por: Aída María López Sosa.

aidamarialopez64@gmail.com

Visitar el Museo Metropolitano de Arte en Nueva York (MET), es sumergirse en una ciudad de cerca de 200 mil metros cuadrados. Al emblemático edificio del siglo XIX enclavado en el Central Park se agregan Los Claustros, especializados en arte medieval y donde se encuentra el retablo en tres partes de “La Anunciación”, pintado por Robert Campin (1375-1444), en una composición nunca antes vista. Se cree que fue bajo encargo de un donante oriundo de Colonia, Alemania para demostrar su fe y el deseo de formar una familia.

Mientras que en 1428 la Doncella de Orleans, Juana de Arco, lideraba a los franceses contra los ingleses para darle fin a la Guerra de los Cien Años, otro francés, Robert Campin, pintaba en Tournai, entre 1422 y 1430, el momento de La Anunciación. En un tríptico elaborado sobre madera de roble escenificó la celebración cristiana que hace alusión al momento en que el arcángel Gabriel comunicó a María que era la elegida para encarnar al Hijo de Dios. El tema fue representado en el arte cristiano de la Edad Media y el Renacimiento por una variedad de pintores, sin embargo, la de Campin llama la atención no solo por las dimensiones del retablo, sino por la simbología y el contexto en el que se enmarca, por lo que también se le conoce como: “El ángel en una estancia burguesa”.

En la composición de la parte central de 64 x 63 centímetros se aprecian varios planos, si bien no hay una perspectiva perfecta, es un buen intento. En el primer plano está una mujer sentada en el piso de una sala de estar de piedra, símbolo de humildad, con una túnica roja que la cubre por completo. Sin tocar lee el libro de las Sagradas Escrituras cubierto con una gamuza por respeto -Gutenberg completó la primera Biblia hacia 1455-. Cabe destacar que ni ella, ni el arcángel Gabriel vestido con túnica blanca, tienen aureola, símbolo de santidad. Sin embargo, las alas confirman que se trata del mensajero celestial.

La banca de madera a un costado de María tiene leones tallados en cada una de las cuatro esquinas del descansabrazos, símbolo de la tribu de Judá en referencia al trono del rey Salomón. A diferencia de los rostros pintados en los laterales, los de Gabriel y María se ven menos reales y sus atuendos son más sinuosos. La ausencia de puertas y la ventana entreabierta de la estancia muestra el recogimiento en que vivía la madre de Cristo.

La mesa que separa a María del arcángel tiene encima otro libro con gamuza, un jarrón de cerámica de donde sale una vara de lirio con dos flores y un botón al centro, símbolo de pureza -al igual que la tolla blanca y la palangana-, que bien podría ser la pareja divina en espera del Niño Jesús. Asimismo Campin representó al Espíritu Santo con el humo de la vela apagada. En la parte superior izquierda se observan unos rayos de luz por donde se desliza el niño asido a la cruz. La claridad que se filtra por las ventanas, evidencian que la Anunciación se efectuó a la luz del día. Nótese que el espacio es una estancia burguesa con las comodidades de la época ya que, incluso, se encuentra una chimenea para los día fríos de Lieja, Bélgica.

Por primera vez se contempla en una pintura de La Anunciación a José. En el ala derecha se representa al carpintero con túnica café construyendo una ratonera, por lo que a la obra también se le conoce como: “La Anunciación en la ratonera”. Se desconoce la simbología, pero entre las especulaciones está que Jesús fue la trampa para el Diablo en alusión a San Agustín. Al fondo del taller de madera se mira por la ventana la plaza de la ciudad entre nieve. La precisión y los detalles del oficio y sus herramientas revelan la importancia que tenía para el artista y el donante en cuanto a la dignificación del trabajo artesanal, ignorado por el mecenazgo de la iglesia y la aristocracia.

En el ala izquierda del tríptico está representado el donante arrodillado orando en un jardín amurallado presuntamente en la primavera por lo florido. Se cree al casarse pidió que se incluyera en la obra a su piadosa esposa con un rosario de corales rojos entre las manos y al paciente cartero barbado de quien se desconoce su función en el cuadro; quizá llevaba una noticia importante.

El tríptico es importante para el estilo gótico tardío (nótense las ventanas) y el flamenco temprano (nótense los detalles), derivado de la tradición medieval (ausencia de perspectiva). Robert Campin nunca fechó ni firmó sus trabajos, lo que ha repercutido en la identificación de sus pinturas. En el caso del tríptico se ha autenticado como una obra de su taller, aunque sin precisarse si él pintó las tres partes o solo la central.

A pesar de que en la composición se encuentran objetos familiares y cotidianos, el óleo no deja de guardar un halo de misterio en cuanto a la conexión entre cada una de las tres partes, despertando curiosidad y una serie de especulaciones en torno a la ubicación, temporalidad y la relación de María con José y los anhelos del donante.

Aída López Sosa
Aída López Sosa
Sígueme en redes sociales:

No quedes sin leer...

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisement -spot_img
- Advertisement -spot_img

Lo último