Por: Aída María López Sosa.
Visitar
el Museo Metropolitano de Arte en Nueva York (MET), es sumergirse en una ciudad de cerca de 200 mil
metros cuadrados. Al emblemático edificio del siglo XIX enclavado en el Central
Park se agregan Los Claustros, especializados en arte medieval y donde se
encuentra el retablo en tres partes de “La Anunciación”, pintado por Robert
Campin (1375-1444), en una composición nunca antes vista. Se cree que fue bajo
encargo de un donante oriundo de Colonia, Alemania para demostrar su fe y el
deseo de formar una familia.
Mientras
que en 1428 la Doncella de Orleans, Juana de Arco, lideraba a los franceses
contra los ingleses para darle fin a la Guerra de los Cien Años, otro francés,
Robert Campin, pintaba en Tournai, entre 1422 y 1430, el momento de La
Anunciación. En un tríptico elaborado sobre madera de roble escenificó la celebración
cristiana que hace alusión al momento en que el arcángel Gabriel comunicó a
María que era la elegida para encarnar al Hijo de Dios. El tema fue
representado en el arte cristiano de la Edad Media y el Renacimiento por una
variedad de pintores, sin embargo, la de Campin llama la atención no solo por
las dimensiones del retablo, sino por la simbología y el contexto en el que se
enmarca, por lo que también se le conoce como: “El ángel en una estancia
burguesa”.
En
la composición de la parte central de 64 x 63 centímetros se
aprecian varios planos, si bien no hay una perspectiva perfecta, es un buen
intento. En el primer plano está una mujer sentada en el piso de una sala de
estar de piedra, símbolo de humildad, con una túnica roja que la cubre por
completo. Sin tocar lee el libro de las Sagradas Escrituras cubierto con una
gamuza por respeto -Gutenberg completó la primera Biblia hacia 1455-. Cabe
destacar que ni ella, ni el arcángel Gabriel vestido con túnica blanca, tienen
aureola, símbolo de santidad. Sin embargo, las alas confirman que se trata del
mensajero celestial.
La
banca de madera a un costado de María tiene leones tallados en cada una de las
cuatro esquinas del descansabrazos, símbolo de la tribu de Judá en referencia al
trono del rey Salomón. A diferencia de los rostros pintados en los laterales,
los de Gabriel y María se ven menos reales y sus atuendos son más sinuosos. La
ausencia de puertas y la ventana entreabierta de la estancia muestra el
recogimiento en que vivía la madre de Cristo.
La
mesa que separa a María del arcángel tiene encima otro libro con gamuza, un
jarrón de cerámica de donde sale una vara de lirio con dos flores y un botón al
centro, símbolo de pureza -al igual que la tolla blanca y la palangana-, que
bien podría ser la pareja divina en espera del Niño Jesús. Asimismo Campin
representó al Espíritu Santo con el humo de la vela apagada. En la parte
superior izquierda se observan unos rayos de luz por donde se desliza el niño
asido a la cruz. La claridad que se filtra por las ventanas, evidencian que la
Anunciación se efectuó a la luz del día. Nótese que el espacio es una estancia
burguesa con las comodidades de la época ya que, incluso, se encuentra una
chimenea para los día fríos de Lieja, Bélgica.
Por
primera vez se contempla en una pintura de La Anunciación a José. En el ala
derecha se representa al carpintero con túnica café construyendo una ratonera,
por lo que a la obra también se le conoce como: “La Anunciación en la
ratonera”. Se desconoce la simbología, pero entre las especulaciones está que
Jesús fue la trampa para el Diablo en alusión a San Agustín. Al fondo del
taller de madera se mira por la ventana la plaza de la ciudad entre nieve. La
precisión y los detalles del oficio y sus herramientas revelan la importancia
que tenía para el artista y el donante en cuanto a la dignificación del trabajo
artesanal, ignorado por el mecenazgo de la iglesia y la aristocracia.
En
el ala izquierda del tríptico está representado el donante arrodillado orando
en un jardín amurallado presuntamente en la primavera por lo florido. Se cree al
casarse pidió que se incluyera en la obra a su piadosa esposa con un rosario de
corales rojos entre las manos y al paciente cartero barbado de quien se desconoce
su función en el cuadro; quizá llevaba una noticia importante.
El
tríptico es importante para el estilo gótico tardío (nótense las ventanas) y el
flamenco temprano (nótense los detalles), derivado de la tradición medieval
(ausencia de perspectiva). Robert Campin nunca fechó ni firmó sus trabajos, lo
que ha repercutido en la identificación de sus pinturas. En el caso del
tríptico se ha autenticado como una obra de su taller, aunque sin precisarse si
él pintó las tres partes o solo la central.
A
pesar de que en la composición se encuentran objetos familiares y cotidianos,
el óleo no deja de guardar un halo de misterio en cuanto a la conexión entre
cada una de las tres partes, despertando curiosidad y una serie de
especulaciones en torno a la ubicación, temporalidad y la relación de María con
José y los anhelos del donante.