Hace menos de tres meses, tras regresar de una gira por Estados Unidos y Europa, un revitalizado Juan Guaidó presentaba al país el “pliego nacional de conflicto”, una nueva iniciativa de presión a Nicolás Maduro con un plan de transición anclado a las demandas por mejorar las deterioradas condiciones de vida de Venezuela. Su llamamiento fue respondido con una nueva concentración en las calles. Tres meses después, en pleno encierro por la pandemia de coronavirus, en medio de restricciones y de una crisis de combustible de combustible sin precedentes, el proyecto de Guaidó está más estancado que nunca. El fracaso de la Operación Gedeón, un disparatado intento de incursión marítima que tenía el objetivo de derrocar al Gobierno, ha lastimado su credibilidad. El régimen chavista ha renovado su promesa, profiriendo nuevas amenazas en su contra. Varios de sus colaboradores han sido detenidos y otros se encuentran en la clandestinidad. Su imagen ha caído en picado, según las encuestas, y son nulas las opciones para convocar a una protesta. La censura aprieta como nunca en los medios de comunicación.
Sus seguidores, resignados, han regresado a sus asuntos domésticos. Se respira en las calles de Caracas un clima de duelo y repliegue. Los estudios de opinión reportan una caída en torno a las expectativas de un cambio político. La popularidad de Guaidó, que sobrepasaba el 60% de la población hace unos meses, hoy acaso llega a la mitad. Durante varios días corrieron especulaciones, propagadas por funcionarios de Maduro, según los cuales Guaidó estaba ya asilado en la Embajada de Francia, pero han sido desmentidas por él mismo y por el propio Gobierno francés.
Aunque parece descartado, al menos por el momento, un cambio de liderazgo, aumenta el volumen de las voces que le piden un cambio de estrategia. Uno de ellos, el excandidato presidencial Henrique Capriles Radonski. “Estados Unidos le puso a Guaidó una propuesta brillante y él la ha interpretado de forma equivocada”, afirma Jesús Seguías, analista político y director de la firma Dataincorp. “Guaidó aún no renuncia a una salida violenta. Un camino que es inviable y que la mayoría no quiere en Venezuela. Se ha actuado con una inmensa irresponsabilidad. No ha sido lo suficientemente maduro para conducir este proceso y debe reflexionar seriamente sobre sus próximos pasos. Lo rescatable de la propuesta de Estados Unidos [que propone que tanto Guaidó como Maduro se hagan a un lado] es que ha sido un reconocimiento del adversario, un contendiente que es más fuerte de lo que se suponía, con un excelente aparato de inteligencia y control social sobre la población. Las Fuerzas Armadas son un cuerpo neutralizado en este momento. Si Estados Unidos tiene el poder, y puede jugar un rol de presión, el deber de Guaidó es abrirse a una negociación y crear puentes para un entendimiento”.
El Gobierno de Maduro se prepara para organizar unas elecciones legislativas en sus términos a fines de año, y algunos sectores minoritarios de la oposición se preparan para asistir a la cita prescindiendo del líder opositor. “Guaidó no puede olvidar que está frente a una coalición política que le respalda”, agrega la escritora y académica Colette Capriles, quien teme por el aislamiento del político opositor. “Tiene que tomar decisiones para reestablecer la confianza entre sus aliados. Esta es una oportunidad que debe aprender a usar. Abandonar el unilateralismo. Repartir juego, expandir la plataforma de su alianza. El gobierno de emergencia que ha anunciado debe ser tomado en serio. La dispersión de esfuerzos es la que conduce a salidas anarquizadas”.
Todos los días se registran protestas que no pueden ser canalizadas políticamente. El dirigente opositor reapareció sorpresivamente el fin de semana entre una fila de usuarios que esperaban colocar combustible a sus vehículos, y fue recibido con las simpatías habituales. Sus mensajes a Maduro por las redes sociales son todavía altaneros. “Nosotros podemos acompañar a la población en su drama diario, a diferencia de Maduro”, afirma Edward Rodríguez, uno de sus portavoces de prensa. “El presidente Guaidó trabaja muy duro, aunque la censura nos impide que todo se sepa. Se reúne con sus aliados, con ONG, con sindicatos. Ahora vamos a cancelar el pago a los médicos y enfermeras que han cumplido sus labores en la pandemia. Tenemos apoyo internacional, legitimidad institucional y vamos a continuar con la lucha”.
El aumento del combustible, que tradicionalmente ha sido interpretado como una medida volátil y arriesgada en el país, ha sido puesto en práctica sin consecuencias por la mano militarizada de Maduro. “Los venezolanos estamos presos en entre la cuarentena y la frustración”, afirma a su vez el sociólogo Rafael Uzcátegui, director de Provea, ONG de derechos humanos que ha sido amenazada por el gobierno en estos días. “La oposición se apega a normas morales frente a un enemigo que las desconoce, y que ha cerrado todas las vías a una resolución pacífica de conflictos. El estado de alarma de la pandemia se usa para sofisticar el control político. Guaidó sigue siendo el político de más arrastre y puede estar a tiempo. Pero temo que la cuarentena seguirá, incluso cuando la pandemia se acabe”.