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La sana convivencia social como fin último del ciudadano moderno

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Desde hace varias décadas, el individualismo y la hostilidad han determinado cada vez más las relaciones humanas. Esto contraviene las necesidades y tendencias que las personas hemos demostrado a lo largo de la historia, las cuales han quedado asentadas en las obras de algunas de las principales mentes de la humanidad. De hecho, muchos de los pensadores más recientes reafirman la necesidad que tiene el humano de interactuar con otros y hacen un llamado a procurar la unidad para lograr la armonía entre las personas.

La idea de que el ser humano necesita del otro y la unidad para alcanzar sus fines se remonta a los primeros documentos de los cuales tenemos registro. Por ejemplo, en el “Código de Hammurabi” se establecen normas civiles y penales que sirvieron para dar orden y unidad al antiguo imperio babilónico. Siglos después, Aristóteles también reflexionó sobre la unidad entre las personas y concibió el concepto de “animal político” para referir a la necesidad humana de vivir en sociedades organizadas políticamente.

De igual manera, en el siglo XVIII, Rousseau crea el concepto de “Contrato Social” con base en sus reflexiones sobre las personas y sus tendencias a unirse en sociedades. Este concepto señala que los humanos ceden parte de su libertad individual a cambio de convivencia social, lo cual nos reafirma que el humano es pleno cuando se desarrolla con otros.

En tiempos más recientes, podemos observar estas ideas en pensadores como Erich Fromm quien, en el “Arte de Amar”, afirma que la mayor necesidad de los humanos es relacionarse con otros para superar la “separatidad”. Asimismo, la idea de unidad se hace ver en conceptos novedosos como “otredad”; si bien, este concepto implica asumir a otro individuo como ajeno a mí, no significa que me desentienda de éste, sino que con las diferencias podemos enriquecer nuestras relaciones.

En la democracia moderna, estos conceptos son indispensables pues todos somos responsables de nuestras instituciones gubernamentales. No hay excusas para ser ajenos al devenir democrático de nuestro país pues contamos con diversas vías para coadyuvar en el desarrollo de nuestra nación, como puede ser el voto o los mecanismos de parlamento abierto. Sin unidad, la democracia no podría existir pues ésta adquiere legitimidad, en gran parte, por el respaldo social que recibe.

La pandemia también nos ha demostrado la necesidad de la unidad pues sería imposible superar los retos que han surgido durante la contingencia sin ésta. Como hemos podido corroborar, el esfuerzo de unos cuántos no es suficiente para hacer frente a una situación de tal magnitud.

En tiempos en los que los debates son emotivos y no racionales, que criticamos personas y no sus argumentos y que anteponemos lo individual a lo colectivo, recordemos que todos somos personas que necesitan y buscan contacto con otras personas. Todos tenemos esa misma necesidad existencial. Si logramos entender que en el otro y, por lo tanto, en la unidad yace la manera en la cual podemos desarrollarnos plenamente, trataremos a quienes nos rodean con respeto y agradecimiento que se merecen.

El otro me ayuda a mí, yo ayudo al otro y juntos construimos lo que nos rodea.

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