No hubo sorpresas en las primarias en California. Los demócratas lograron clasificar a sus candidatos en todas las circunscripciones que tenían como objetivo para noviembre y los republicanos consiguieron poner a uno de los suyos en al menos una de las tres grandes elecciones a nivel estatal: el republicano John Cox se verá las caras con el demócrata Gavin Newsom en las elecciones a gobernador.
Con un 95% escrutado, el vencedor es Newsom, vicegobernador de California desde 2011 y alcalde de San Francisco de 2004 a 2011, que partía como favorito para suceder a Jerry Brown como gobernador de California y que obtuvo el 33.3%.
“Esta es solo la primera mitad del calendario electoral, pero gracias a vosotros el marcador al descanso parece muy prometedor y el equipo al completo está ganando a lo grande”, afirmó un exultante Newsom ante sus simpatizantes congregados en San Francisco.
El foco de la jornada estaba puesto en quién sería su rival para las elecciones del próximo 6 de noviembre, un puesto con el que finalmente se hizo el empresario republicano John Cox (26.2%) al quedar claramente por delante del demócrata de origen latino Antonio Villaraigosa, alcalde de Los Ángeles (13.5%).
Cox tiene el respaldo público del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien hoy publicó un mensaje en Twitter asegurando que el republicano “marcaría una gran diferencia” como gobernador. Sus opciones de victoria son minúsculas, pero al menos así los republicanos evitarán la desmovilización que habría ocurrido si ninguno de sus candidatos hubiera pasado la primera vuelta y que podría haber dañado seriamente a sus candidatos a diputado, donde está puesto el foco real.
Sin sustos entre los diputados
Las primarias californianas se rigen por un sistema en el que los aspirantes de todos los partidos se enfrentan entre sí, de manera que los dos más votados pasan a los comicios decisivos de noviembre.
Estas reglas dan lugar a situaciones enrevesadas en las que, por ejemplo, un demócrata como Newsom podía preferir que en segundo lugar quedara un republicano como Cox, al que con facilidad podría derrotar en un estado de mayoría progresista como California, antes que un demócrata de su propio partido como Villaraigosa, contra el que hubiera competido por la misma base ideológica de votantes.
El gran miedo de los demócratas estaba en que dos candidatos republicanos quedaran en primera y segunda posición en una lista de escaños disputados para la Cámara de Representantes. En total, hay unas 10 circunscripciones que votaron demócrata en las presidenciales de 2016 o se quedaron a una distancia asequible que cuentan con legisladores republicanos. Media decena de ellos decidieron renunciar a la reelección, haciendo esos escaños un objetivo muy tentador para los demócratas, que necesitan ganar 24 bancas para hacerse con el control de la Cámara Baja en noviembre.
Sin embargo, pese a los temores a que la larga lista de aspirantes demócratas acabara dividiendo sus votos y permitiera que dos republicanos se hicieran con las candidaturas, nada de eso pasó. Los demócratas lograron clasificar a al menos un candidato en todas las circunscripciones del estado, salvo en una, la más conservadora, donde la victoria republicana se daba ya por descontada. Así, los demócratas ven cumplidas sus esperanzas en la elección.
Victoria demócrata para el Senado
Por otro lado, el demócrata de ascendencia latina Kevin de León se destacó ante el republicano James Bradley por el segundo puesto en la papeleta para el Senado en una elección en la que la demócrata Dianne Feinstein, que tiene 85 años y lleva en el cargo desde 1992, ganó con claridad (43.8%).
Con el 94% de los votos escrutados, De León sumaba un 11.3% por un 8.8% de Bradley, lo que apunta a que los demócratas ya tienen garantizada la victoria en una de las 24 bancas que ponen en juego este año en la Cámara Alta.
Convertida en un foco de resistencia frente a las medidas de Trump en temas como inmigración o lucha contra el cambio climático, California, la quinta economía del mundo, es un feudo de los demócratas y en él se centran gran parte de sus esperanzas para darle la vuelta en noviembre a las mayorías republicanas en la Cámara de Representantes y el Senado