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Los Derechos para Humanos

Jorge Valladares Sánchez
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Los Derechos para Humanos. Más allá de la poesía y los prejuicios (1).

Por: Jorge Valladares Sánchez *
dr.jorge.valladares@gmail.com
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Hace unos días todavía estábamos en la euforia de las convivencias, los buenos deseos, la ilusión de cambios buenos, los propósitos y el afecto en estado líquido. ¡Malditas vacaciones y días inhábiles!, nos trastornan tanto como el amor, y a veces más… Pero bueno, las conferencias, la creatividad impositiva y sobre todo la cuesta nos van ubicando rápido en pleno 2020.

¡Es broma, es broma!, pero dime, si aprovechando el xix de esas sensaciones, ¡tan nuestras!, te digo que en este año vas a gozar de toooooodos los derechos humanos (DDHH) que la Constitución de nuestro país y los tratados internacionales reconocen: ¿cuál sería tu reacción?

Se me ocurren al menos tres, como las más probables. La primera, algo parecido a “¡uffff!, ¡qué hermoso sería!”, ¡ojalá!, “ya sé que no, pero te agradezco tus buenos deseos”. Y seguro logro una sonrisa si añado que toooooodas las autoridades de toooooodo México, van a darte la garantía para que así sea y, ¡ojo!, no importa tu origen, edad, discapacidad, condición social o de salud, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil, etc., etc.

La segunda, cualquier modalidad de insulto, burla, desdén o el inicio de un desahogo de todo lo que personal, social e históricamente sabes que hace ridícula esta frase. Y será mayor si has vivido en carne propia la discriminación por cualquiera de las posibilidades que ya mencioné, lo cual es altamente probable. Y aún podría arriesgarme a exacerbar tu reacción si te menciono que, como tú, también los presuntos criminales, ciertos/as políticos y cualquier grupo que tú consideres que hace algo inaceptable, también gozará de tooodos esos DDHH.

Y la tercera, más tranquila, reflexiva y casi triste: ¿de qué me estás hablando?

El punto del que parte ser mexicanos/as es que conformamos una nación cuyo organizador primero, máximo y deseablemente suficiente es la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Y allí, precisamente, es donde podemos leer la frase que te dije. Es parte del artículo 1° de un total de 136 que tiene nuestra poéticamente llamada Carta Magna, que está a días de cumplir 103 años, lueguito de pasados los tamales.

Y en ese siglo la creatividad de nuestros/as representantes federales y la coincidencia de muchísimos estatales sólo han conservado 19 artículos originales; como es de esperarse, son los pocos que requieren de dos líneas para decir lo que debe ocurrir, mientras que los cambiados llegan a ser verdaderos reglamentos de páginas de extensión. Por si tienes curiosidad de revisar, los intactos son: el 8, 9, 12, 13, 38, el hermoso 39, 47, 50, 57, el muy gracioso 64, 68, 80, 86, 91, 118, 126, 128, 129 y el 132; sólo que apúrate pues es probable que para cuando revises ya hayan vuelto a cambiar; y es que como la vida misma, la velocidad con que se cambia nuestra Carta Magna es cada vez más vertiginosa; imagina que de 1917, los siguientes cambios fueron en 1921, 1923, 1928 y pequeños, mientras que solo en 2019 hubo cambios en marzo (2 veces), abril, mayo, junio y diciembre… las ventajas de la austeridad.

El Primero sí ha cambiado mucho. El texto de mi frase está así desde 2011, lo que podría significar que no te expresé un buen deseo para este nuevo año, ni una ocurrencia momentánea, sino que desde hace casi 10 años, cada día, México te ha ofrecido esto. ¿Lo crees? ¿Lo vives?, ¿lo ves? y lo más importante, ¿lo quieres?, ¿te importa? ¿Estás interesado en hacerlo realidad? Inicio con ésta una serie de artículos para ahondar en lo que mi experiencia y formación doctoral en DDHH me permite compartir, aprovechando la gentileza y generosidad de este espacio en el que La Revista me permite conversar contigo.

Volviendo a las tres posibles reacciones. Si fue negativa, vamos a revisar cómo llegamos a este punto de predisponernos hacia los DDHH a partir de su limitada, parcial y situacional aplicación y cómo aprendimos a esperar tan poco del Estado, principal responsable que la constitución se cumpla, ya que “todo funcionario público, sin excepción alguna, antes de tomar posesión de su encargo, prestará la protesta de guardar la Constitución y las leyes que de ella emanen”, dice el centenario 128. Y mejor aclaro que es lenguaje jurídico, por lo que prestar no significa ceder a otro, ni protesta estar en contra, ni guardar dejar en sitio cerrado, sino que este artículo ordena que es compromiso de hacerla cumplir y cumplirla todos los días.

Si fue positiva tu reacción a la frase, voy a intentar desarrollar la forma en que podemos llegar a darle vida cotidiana a que en efecto conozcamos, entendamos, nos responsabilicemos y ejerzamos nuestros derechos humanos. Sacarlos de tanta poesía que se ha escrito popular y académicamente, densa y superficialmente, oportuna y coyunturalmente. Y así avanzar a un planteamiento de una expresión que tengo desde hace ya algunos años: los DDHH tienen que ser más la activación de la naturaleza de lo humano, que una nueva y nada realista lectura del derecho.

Pero obviamente iniciaré en la siguiente entrega por atender la reacción de desconcierto. Así que pondremos en blanco y negro, en español y con ejemplos lo que son e implican el montón de DDHH que están en esos instrumentos legales, pero, mejor aún, lo que sí reflejan o implican para vivir como humanos con humanos y la enorme diferencia entre la retórica y la acción en sus planteamientos.

Iniciemos en este espacio restante por entender elementos base del tema, que como en todo lo importante empieza por las respuestas al qué, quién, porqué y para qué. La idea no es reflejar elucubraciones teóricas ni hacer un manual legaloide, sino hacer una especie de ABC introductorio, y esperemos que útil, para poder ir a lo relevante del qué hacer para vivir los DDHH en la cotidianidad.

Los DDHH son sencillamente los planteamientos que tienen que ver con la forma de concebir que todos vivamos y seamos tratados y tratemos con la DIGNIDAD que nos corresponde por ser humanos. Y ya. El diccionario nos da muchas variantes de lo que eso significa, pero la etimología nos lleva a que simplemente pensemos en que los seres humanos, por sólo ser humanos, merecemos una serie de consideraciones o respeto. Todo ese conjunto de merecimientos por sólo ser humanos, eso es lo que deben abarcar los DDHH. Ese es el qué, así que el quién está allí mismo: cada ser humano, el conjunto total de seres del planeta que cabemos en el nombre de humanos, 7,700 millones, dijo la ONU en 2019.

¿Por qué necesitamos plantear, atender y ejercer los DDHH? Porque históricamente, y cada vez más rápido, nos hemos desviado de ese trato mutuo realmente humano y tenemos cerca, lejos, en carne propia y en gente que nos importa, así como en gente a la que no valoramos como deberíamos fallas en el respeto a su humanidad; hemos andado sendas muy indignantes.

¿Para qué? Bueno, aquí sí caben muchas respuestas válidas. Hay quienes con esto tienen un empleo o ingreso mejor o peor. Quienes obtienen grados, publicaciones y fama. Quienes requieren de ayuda frente a situaciones que vistas desde los DDHH hacen más probable que les llegue. Quienes hayan en esto una moda de cómo expresar su sentido genuinamente humanista, de solidaridad, de generosidad hacia su prójimo. Todo respetable, claro, bueno y merecedor de atención. Y claro, también hay poesía y desahogos. Pero mi para qué ya lo había puesto a la vista: generar la posibilidad de que conversemos y quizá podamos colaborar en cuanto a cómo pasar del derecho al hecho en lo humano, y sumar, y multiplicar y seguir andando hacia un lugar que no existe, pero conozco bien: Utopía. Ese lugar que Tomas Moro nos ayudó a entender que, claro, no existe, el nombre lo dice (no-lugar), pero si existiera o cuando exista será porque cada día, en cada interacción humana, el resultado será volvernos más humanos, mejores humanos.

“Se hace camino al andar” y tal vez, sólo tal vez, avanzando hacia el horizonte que a Galeano se le aleja, hallemos la forma de no volver a pisar algún tramo de la senda que vemos al volver la vista atrás…

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*Jorge Valladares Sánchez
Consejero Electoral del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Yucatán.
Doctor en Ciencias Sociales y Doctorante en Derechos Humanos.
Especialista en Psicología y Licenciado en Derecho.
Presidente 2011-2014 del Colegio de Psicólogos del Estado de Yucatán.

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