El domingo 19 de octubre de 2025, el Museo del Louvre en París fue escenario de un robo que duró apenas siete minutos y que ha puesto en evidencia importantes deficiencias de seguridad en centros culturales.
De acuerdo con las autoridades francesas, cuatro individuos encapuchados accedieron al museo poco después de su apertura, alrededor de las 9:30 h, utilizando un vehículo con montacargas —una escalera elevadora típica de mudanzas— para alcanzar un balcón que da al río Sena y penetrar directamente en la célebre Galería Apolo. Allí, rompieron vitrinas con herramientas radiales, amenazaron a los agentes presentes y huyeron en motocicletas llevando consigo joyas de la Corona francesa, valoradas como «de un valor incalculable». Una de las piezas, la corona de la emperatriz Eugenia de Montijo, fue abandonada durante la fuga y recuperada, aunque dañada.
El robo del Louvre no solo asombra por lo audaz del procedimiento, sino también porque viene precedido de advertencias oficiales. Un informe del Tribunal de Cuentas de Francia había señalado fallos «considerables y persistentes» en la modernización de los sistemas de protección del museo: según ese documento, el 75 % de las salas del ala Richelieu y el 60 % del ala Denon carecían de cámaras de vigilancia.
Ante este escenario, el gobierno francés reaccionó con promesas y reproches. El presidente Emmanuel Macron calificó el suceso como «un atentado contra un patrimonio que apreciamos porque es nuestra historia». Por su parte, el ministro de Justicia, Gérald Darmanin, expresó que «se pudo aparcar un elevador de muebles en medio de París, subir en pocos minutos, llevarse joyas de valor incalculable y dar a Francia una imagen lamentable».
El golpe ha generado también un efecto dominó: varios museos franceses están siendo sometidos a inspecciones urgentes tras una escalada de robos en las últimas semanas. Internamente, los trabajadores del Louvre denuncian una falta crónica de recursos y una modernización de seguridad que se ha retrasado. El sindicato CFDT‑Cultura exige «una auditoría completa e independiente de los sistemas de seguridad y prevención, un refuerzo de los recursos humanos para la vigilancia y recepción y total transparencia en las conclusiones de la investigación».
El impacto simbólico es evidente: el Louvre recibe millones de visitantes cada año y alberga algunas de las piezas más emblemáticas del patrimonio mundial. Que un comando de cuatro personas haya logrado penetrar su sistema de protección en plena luz del día pone en tela de juicio la capacidad del Estado para salvaguardar su legado cultural.
En conclusión, este robo no se limita al valor económico de las joyas sustraídas: subraya una vulnerabilidad estructural de los museos contemporáneos y plantea preguntas urgentes sobre la inversión, la gestión y la modernización de la seguridad en instituciones que custodian el patrimonio de todos.
