La Revista

Una sociedad desmembrada no tiene futuro

Victor Corcoba Herrero
Victor Corcoba Herrero
Sígueme en redes sociales:

Esta sociedad que, para empezar no se respeta ni a sí misma, debería
tomar buena nota de sus acciones y actuaciones tantas veces irresponsables.
Hace tiempo que las cuerdas que amarran el sentido responsable de las personas
que, por otra parte son fibras de necesidad, se han desmembrado y, cada cual,
hace lo que le viene en gana sin consideración alguna. Todo esto es un cúmulo
de despropósitos, generado en parte por unos líderes que han perdido la
vergüenza, con el efecto de que los que obedecen también pierden toda consideración
o estima hasta con sus mismas raíces, máxime cuando algunos sistemas educativos
apenas reflejan su ancestral cultura.

 

                Solemos olvidar, además,
que hasta en el mismo espíritu democrático, se adhiere el afecto del ser humano
como sujeto pensante. Si tuviésemos en mente la primera lección de urbanidad,
que no es otra que respetar para que te respeten; seguramente, no dudaríamos en
contar con todos para construir paz, dignidad, oportunidad y prosperidad para cualesquiera.
En efecto, un colectivo globalizado, como es el mundo de hoy, con tantas
culturas diversas y por propia ley natural de existencia, ha de reflexionar mucho
más sobre su destino, desde la más profunda estima por sí mismo y sus análogos,
si en verdad queremos propiciar la unidad del linaje.

 

                Nada fragmenta más
que la falta de mesura, tolerancia, formalidad y templanza, a la hora de
convivir. La sociedad sería una cosa hermosa si no hubiese exclusiones, si nos
interesáramos los unos por los otros. Para desgracia nuestra nos fallan las
verdaderas columnas de la autenticidad para poder sentirnos libres. No pasamos
de las buenas palabras, de las meras intenciones, de las mil declaraciones
políticas que a veces no sirven para nada. Hace falta ir al corazón del
problema y ejecutar su solución colectiva con ejemplaridad, sobre todo para
evitar muertes y sufrimientos por doquier. También nos falla la pasividad, el
dejar hacer, aunque se glorifiquen hechos bochornosos. Esto sucede con
frecuencia en las redes sociales, donde la permisibilidad alcanza unos límites
insostenibles. Los Estados, con sus gobiernos al frente, deben tutelar los
derechos básicos, o si quieren naturales, inherentes a toda persona, si en
verdad queremos activar sociedades sanas, tantas veces corrompidas por una
falsa concepción de la persona humana y de su valor único.

 

                Por desdicha, aún
no hemos puesto al ser humano como prioridad social y, de este modo, resulta
complicado enhebrar sueños, generar anhelos, que nos permitan trabajar en común
y edificar así otro mundo más habitable socialmente desde el fundamento de la
justicia. Desde luego, no podemos hablar de una sociedad esperanzadora cuando
la mayor parte de sus miembros son indigentes e infelices. Por otra parte, hay
un sector privilegiado, altamente egoísta, que practica la explotación al
margen de toda ley. Sirva como ejemplo de tantos, esta reciente noticia
revelada a través de unos nacientes datos de la Oficina de Naciones Unidas
contra la Droga y el Delito, elaborado en conjunto con el gobierno colombiano,
que nos indica que el “60% de la explotación de oro de aluvión en Colombia
, extraído de corrientes de agua, se hacer al margen de la ley y, en muchos
casos, alimenta una cadena productiva que financia y fortalece el crimen
organizado”. Está visto que si no peleas por acabar con la podredumbre, al
final formas parte de ella.

 

                Reconozco, por
consiguiente, que no es fácil unirse en
sociedad, cuando unos lo tienen todo y otros no tienen nada. Ahí está el
aumento de la desigualdad, el consumo excesivo de algunos que tienen más comida
que apetito, derrochándolo todo, en detrimento de otros que tienen más apetito
que comida, y han de endeudarse, haciendo imposible que necesidades básicas
puedan ser solventadas. Deberíamos
meditar sobre esto, y más , cuando es público y notorio que la base de esta
mundializada sociedad está corrompida por la mentira y secuestrada por el afán
de notoriedad. Hemos de pensar, pues, que sólo en un mundo de ciudadanos
sinceros es posible la unión, para llevar a buen término el proyecto que da
valor a nuestra existencia; y que requiere de la solidaridad, como algo
conjuntado con toda la humanidad, como voz que implica respeto mutuo.

                               

Victor Corcoba Herrero
Victor Corcoba Herrero
Sígueme en redes sociales:

No quedes sin leer...

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisement -spot_img
- Advertisement -spot_img

Lo último