Rubén Martínez Cisneros.
La tarde del domingo 8 de mayo de 1943 se registró una fisura en el llano de Quitzocho, en el estado de Michoacán, anunciaba el nacimiento del volcán El Paricutín – en lengua purépecha “el lugar al otro lado”, días después el 20 de mayo, empezó sus primeros balbuceos, fumarolas las cuales con el tiempo alcanzaron una altura de 2,250 metros.
El paisajista y vulcanólogo Gerardo Murillo, escribió el libro Cómo nace y crece un volcán El Paricutín, Colegio de México/UNAM 2023, testimonio de su presencia en la zona, “Ningún volcán entre los que el hombre ha visto nacer, y de los cuales ha llevado un récord, puede igualarse en longevidad, en importancia y en belleza al pequeño cono michoacano”
Agrega, el paisajista y vulcanólogo Gerardo Murillo, a quien el poeta Leopoldo Lugones lo llama Dr Atl, “…gran parte de mi vida la he ocupado en escalar volcanes, en estudiarlos, en dibujarlos, y, de repente, la Naturaleza puso a la puerta de mi casa un volcán nuevo”.
El párroco Rafael Mendoza Valentín, publica el libro Yo vi nacer un volcán, donde recoge testimonios de habitantes de la zona del volcán El Paricutín, entre ellos refiere a Dionisio Pulido vecino de la Joyita de Quetzocho cerca del volcán donde trabajaba la tierra, “…está aterrorizado. Un espectáculo de éstos, jamás había sido imaginado por él; y mucho menos en ese lugar, en donde siempre había trabajado”.
Mendoza Valentín señala que don Dionisio recorrió algunas ciudades en Estados Unidos donde laboró y se daba el tiempo de narrar detalles del nacimiento del volcán, por aquellos lares se le conoció como “El dueño del volcán”.
Acerca del señor Pulido, el escritor José Revueltas en su crónica Visión del Paricutín, escribe, “Dionisio Pulido, la única persona en el mundo que puede jactarse de ser propietario de un volcán, no es dueño de nada. Tiene, para vivir, sus pies duros, sarmentosos, negros y descalzos, con los cuales caminará en busca de la tierra…”
El poeta Vicente Quirarte, escribe el texto Biografía de un Volcán, contenido en el libro del Dr Atl, “La actividad volcánica demuestra que nuestro planeta no ha terminado de formarse y se halla en constante transformación. Nuestros primeros ancestros vieron en los volcanes símbolos de un poder superior y los transformaron en dioses capaces de proteger y destruir”.
Y agrega Quirarte, “Espectáculos únicos de la naturaleza, son al mismo tiempo un motivo de pérdida y éxodo para las comunidades que viven en sus alrededores”.
Lo anterior nos hace recordar lo escrito por el autor de Los muros de agua, “Sobre el paisaje ha caído la negra nieve… las casas están vacías y sin una voz, y por entre sus rendijas penetra la arena obstinada, para acumularse ciegamente”.
El Dr Atl, en el volumen citado escribe, “Desde el día 17 el temor alcanzó no sólo a las gentes sino a los animales: los pájaros eran presa de una grande agitación después de ponerse el sol: no estaban quietos en sus lugares de reposo nocturno y los perros aullaban largamente al atardecer”.
