De Ser a Ser, por: Santiago Heyser.
Cuando buscamos tener la razón, la comunicación pierde
eficacia, haciendo más difícil que las personas podamos entendernos y tengamos
relaciones sanas.
Por algún motivo, los seres humanos tendemos a querer tener la razón,
estamos tan identificados con nuestra personalidad ególatra, que sentimos que
“perdemos algo” cuando no la tenemos; como si nuestra imagen y valor como
personas dependiera de la perfección, de no equivocarnos, de ganar siempre, de
parecer infalibles. Es probable que nuestro apego al ego sea parte de nuestra
naturaleza, solo hay que observar a los niños pequeños que al comenzar a hablar
incluyen en su repertorio, además de “mamá” y “papá”, las palabras “yo” y “mío”
como respuesta instintiva y de afirmación de sí mismos (a lo mejor es
aprendido), sin embargo, esto no significa que no debamos trascenderlo. También
sucede que nuestra relación con el ego se refuerza y condiciona por nuestro
entorno y cultura, ya que sobrevaloramos la perfección y el ganar; de ahí que
frecuentemente nos perdemos a nosotros mismos y en lugar de procurar nuestro
desarrollo personal a partir de ser introspectivos, analíticos y críticos,
poniendo atención en quiénes y cómo somos desarrollando nuestro potencial,
terminamos viviendo en un mundo de simulaciones en donde las etiquetas, los
“deberes seres” de la sociedad y la aprobación se vuelven nuestra preocupación,
lo que impulsa y refuerza que busquemos de forma permanente mantener una imagen ideal acerca de nosotros, lo que
implica, entre otras cosas, que tenemos que “tener la razón” y que vivir a
partir de la dicotomía “ganar o perder” nos aleja de la posibilidad de tener
una vida en armonía, equilibrada y de sanas relaciones con las demás personas.
Esta forma de conducirnos por la vida afecta directamente nuestras
relaciones y dificulta la capacidad de comunicarnos, ya que el proceso de
intercambio de información que implica la comunicación inicia distorsionado,
con interferencia y ruido. Se pierde
eficacia cuando dejamos la objetividad de lado, ya que para tener la razón
acomodamos los argumentos de forma tal que, inclusive cuando no tenemos la
razón, nos convencemos de que la tenemos imposibilitando un diálogo
constructivo, ya que desacreditaremos cualquier mensaje de nuestro interlocutor
que no nos lleve en la dirección deseada, generando en automático distancia y/o
conflicto.
Otro fenómeno que sucede cuando queremos tener la razón, es que no
escuchamos para entender, sino que
escuchamos para contestar; en lugar
de poner atención a lo que la otra persona nos dice con la intención de
comprender, nuestra atención se centra en ir construyendo argumentos y
justificaciones para rebatir a nuestro interlocutor; en casos extremos,
asociados a relaciones jerárquicas en donde alguien se siente superior a la
otra persona (padre/hijo, jefe/subordinado, esposa(o)/esposo(a).
sacerdote/creyente, etc.), llega a pasar que simplemente no se admite
respuesta, rompiendo totalmente la comunicación al volverla unidireccional.
Ya sea que lo hagamos de forma consciente o sin darnos cuenta, el hecho
es que cada vez que nuestro objetivo es tener la razón, nos estamos equivocando.
En cambio, si partimos de escuchar y aceptamos que podemos no tener la razón,
nuestra capacidad de relacionarnos de manera constructiva y como consecuencia
vivir mejor, será mayor, al tiempo que crecemos al aprender de otros.
Si nos damos a la tarea de trascender al ego como parte de nuestro
proceso de desarrollo y crecimiento en la vida, se abrirán nuevas posibilidades
que no sólo nos beneficiarán para manejar de mejor manera nuestras relaciones y
las situaciones cotidianas, sino que tendremos la oportunidad de enriquecernos
de los demás, al aceptar que eventualmente el de enfrente puede tener la razón
y nosotros no… ¡Así de sencillo!
Un saludo, una reflexión.
Twitter: @SantiagoHeyser
Correo: sammy.heyser@gmail.com