Milagros del cielo
Por Gonzalo Lira Galván
Es curioso encontrar una película como Milagros del cielo en una cartelera atiborrada de salas proyectando Batman vs Superman. Primero, porque estética y temáticamente no podrían ser más distantes, pero también porque ambas le hablan a un público incuestionablemente creyente de sus respectivas mitologías.
En el caso del duelo protagonizado por el hombre murciélago y el hombre de acero es quizá menos controversial pronunciarse a favor o en contra de su importancia sociocultural y su capacidad de crear polémica (aunque el hate en Internet podría desmentirme). En el caso de Milagros del cielo y su evidente inclinación religiosa, quizá mantenerse al margen resulta una opción más prudente.
La nueva película de Patricia Riggen (La misma luna) cuenta la historia real de la familia Beam. Christy (Jennifer Garner) y Kevin (Martin Henderson) son padres de tres niñas en un rancho texano cuando una de ellas (Anna, interpretada con decoro por Kylie Rogers) es atacada por un dolor insoportable que cada día se hace más frecuente.
Poseedora de un desorden gastrointestinal que una sarta de doctores incompetentes de inmediato minimizan a problemas menores como reflujo o distensión, Anna pronto sufre un deterioro en su salud que no sólo lleva a su madre a tomar medidas desesperadas, sino también a cuestionar su propia fe. Su desesperado arrojo la lleva junto con su hija a Boston, donde, ignorando el protocolo, el mejor especialista en afecciones similares a las de Anna a nivel mundial irrumpe sin previo aviso en el consultorio.
El diagnóstico del doctor (Eugenio Derbez, acertada e irreconociblemente contenido) no llega con soluciones pero sí con la posibilidad de que la pequeña pueda llevar una dieta controlada que haría menos insoportable su deterioro.
Es aquí donde, irónicamente, la urgencia de Riggen y su guionista (inspirados en el libro escrito por la propia Christy Beam) por imponer una postura ideológica se siente como un pecado. Dicha ironía no necesariamente representa una valoración negativa de las creencias religiosas expuestas en pantalla. El problema radica en decisiones argumentales, las cuales relegan a segundo plano la igual de interesante odisea médica que guió al diagnóstico acertado. la trama apresura a marchas forzadas la verdadera agenda que a través de esta historia se busca exponer.
Resulta lamentable que, hacia el final, Milagros del cielo opte por alejarse del tono que inicialmente prometía un drama familiar potente, con el dilema de la fe y la ciencia como aderezo, deviniendo en un melodrama cursi y lleno de clichés (hasta sigue la regla hollywoodense de la black-best-friend, aquí interpretada por Queen Latifah como comic relief).
