Entretenimiento, por: David Moreno
Escribo esta colaboración a unas horas del final de Game of Thrones. Pienso en que no falta prácticamente nada para que hordas de fanáticos alrededor del mundo nos enteremos quién finalmente se sienta en el Trono de Hierro y se convierte en el gobernante de los ficticios y apasionantes Siete Reinos o incluso, porque ahora más que nunca cabe esa posibilidad, de que el trono quede vacío. Muchos hemos invertido 8 años de nuestra vida observando la intrincada trama en la que se han mezclado la política, el amor, el odio, el heroísmo, el incesto, la guerra, la humanidad y la vida misma, en una serie que escudada tras la fantasía nos ha contado mucho sobre lo que somos y sobre aquello en lo que, para bien o mal, nos podemos convertir. Si la fantasía es tradicionalmente un reflejo de la sociedad que la produce, Game of Thrones es uno de los mejores ejemplos de ello. Es por mucho la serie de la década y lo que suceda en su capítulo final marcará la última jornada de un alucinante viaje que difícilmente encuentre parangón alguno en la historia de la televisión moderna.
El fenómeno comenzó en 2011 pero alcanzó dimensiones globales gracias al desarrollo de las redes sociales, es decir si bien sus números de audiencia fueron buenos en su primera temporada fue a partir de comentarios, recomendaciones e incluso “memes” que mucha gente se enganchó posteriormente a la serie. La posibilidad de ver los episodios en línea y de ponerse al día con las temporadas, fue también un factor importante para que los números de rating vayan en aumento. Se espera que el episodio final sea visto por unas 100 millones de personas tan solo en los Estados Unidos. La audiencia global hará que tal vez esa cifra se duplique o triplique alcanzando niveles históricos. Lo que estamos por observar difícilmente se repetirá pues con la aparición de la televisión a demanda y de los servicios de streaming que suelen lanzar todos los capítulos de sus series en un mismo día, la sintonía masiva de un programa de ficción de transmisión semanal resulta ahora en una rareza. Hasta en eso se cierra un ciclo pues el final del Juego marca también la conclusión de una forma de proyectar y consumir televisión.
La última temporada ha dividido opiniones lo que también resulta interesante. Parecería que cada fanático espera que los guionistas escriban los capítulos tal y como él o ella los tienen en mente, cada quien desea que el final que ellos han imaginado para personajes que se han convertido en muy queridos o muy odiados sea el que se presente en el programa. Pero si algo ha caracterizado a Game of Thrones es que los arcos de transformación de cada uno de sus protagonistas han seguido una secuencia lógica, incluso a pesar de los sorpresivos giros de la trama que se convirtieron en un sello de varias de las temporadas del programa, los escritores han tenido la inteligencia suficiente para que todo encaje casi a la perfección. Pero lo anterior ha sido una loza para televidentes que parecen estar obsesionados con que sean sus propios anhelos los que se cumplan, que todo tenga el desenlace que más les agrade. Me pregunto si en un futuro ante la reacción de ruidosos fanáticos de Game of Thrones, los productores de ficción televisiva crearán productos individualizados en los que cada quien decida el o los desenlaces. Ya sucedió con Black Mirror y su episodio titulado Bandersnatch y quizá estemos ante un fenómeno que veremos con más regularidad para que todos estén contentos, lo que a mi parecer sería penoso porque si algo se agradece lo que ha sucedido con los últimos episodios de Game of Thrones es que nadie sale impune ante lo que se despliega en la pantalla, lo amas o lo odias pero te genera una profunda reacción, algo que solamente los productos bien pensados, planificados y ejecutados con maestría pueden conseguir y algo que puede desaparecer si solamente se nos presentan finales con los que todos, ya sea individual o colectivamente, estemos de acuerdo.
Pero el juego está por terminar. Ha sido un viaje memorable, increíble. Lleno de subidas y bajadas, violento, íntimo, majestuoso. Ignoro como terminará y en mi cabeza han surgido cualquier cantidad de escenarios para el final de la serie. Pase lo que pase con su último capítulo terminará una de las historias más emotivas y grandiosas de la televisión y el ser testigo de ella y de su evolución ha sido todo un enorme y seguramente irrepetible privilegio. Valar Morghulis, Valar Dohaeris.