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Gobernar no es como hacer sándwiches

Alonso Ronald Ortiz Garcia
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Por: Alonso Ronald Ortiz García. 

@RonaldOrtizG

Diferencias entre administración pública y privada.

A lo largo de sus textos académicos,
Lewis Gunn ha establecido algunos aspectos que sirven para diferenciar entre
las actividades de la administración pública, respecto a la privada y, a su
vez, cómo se puede beneficiar el sector público al importar algunas prácticas
concretas del sector privado. Quiero empezar por revisar brevemente tres de sus
posiciones:

1) “La administración pública es
sustancialmente diferente a la privada”.
Algunos elementos que, entre otros, establecen estas diferencias son: la
delimitación legal de los campos de actividad, el monopolio de ciertas
sanciones y poderes coercitivos –el uso de la fuerza es exclusivo del Estado– y
un entorno de desempeño mucho más complejo y variado de la función pública.

2) “La administración pública y la
privada se parecen en los aspectos no importantes”. Pese a las aparentes
coincidencias de los mecanismos de gestión de las entidades públicas y
privadas, los contextos político y comercial definen para ambos casos visiones
diametralmente distintas.

3) “El ´Management Público´ es un
paradigma integrador”. Actualmente la gestión pública aprovecha las enseñanzas
de la gestión empresarial, pero al mismo tiempo ha desarrollado sus propios
conceptos y herramientas de gestión específicas para las organizaciones del
gobierno, considerando que los problemas públicos son específicos.

¡Sí!
Las técnicas de gerencia privada pueden ser útiles en el sector público,
pero no garantizan el éxito en las instituciones del Estado: no podemos llegar
al extremo, por ejemplo, de concebir al Estado como una franquicia de alimentos.
George Ritzer ha explorado esta idea en su obra “The McDonaldization of
Society”.

El sector McPúblico

Ritzer
señala que si Max Weber creía que el proceso de racionalización
burocrática producía una “jaula de hierro” de la que las sociedades industriales
no podrían escapar, la racionalización hiper-empresarial- que comenzó con el
modelo de franquicias de comida rápida- produce que el mundo se encuentre en
una “jaula de terciopelo” o más bien de plástico.

Un mundo que no está atestado de
posibilidades y opciones. Un mundo donde muchos de los aspectos de la vida son
altamente predecibles. Un mundo donde todo es mecánico y donde se oferta un
sólo tipo de producto. Un mundo impersonal donde se interactúa mecánicamente.

El guión de las franquicias de alimentos,
llevado a la administración pública, daría como resultado un gobierno que:

-Capacita a los servidores públicos para
que realicen tareas limitadas y nada más (sin incentivos para la innovación);

-Considera a los ciudadanos no como
tales (con derechos y obligaciones), si no como consumidores, es decir,
clientes;

-Tiene una variedad limitada de
productos y servicios públicos;

-Ofrece un mismo producto o servicio
público con independencia de las características del lugar;

-Aplica los principios de una cadena de
ensamblaje;

-Cuenta con una rápida rotación de
clientes- ciudadanos;

-Da la sensación de ofrecer productos y
servicios de alta calidad (sensación, más no realidad);

-Logra que los clientes- ciudadanos
realicen parte del trabajo;

-Enfatiza la rapidez en la entrega y

-Da la ilusión de estar orientados por
las necesidades del cliente- ciudadano (ilusión, más no realidad).

En
síntesis:

Bienvenida la innovación en el sector
público, el gobierno abierto como parte de un Estado más Inteligente, la gobernanza
que considera al ciudadano como receptor de servicios públicos y todo esfuerzo
a favor de la trasparencia, modernización y rendición de cuentas, aspectos que
la administración pública ha abrevado del sector privado.

Pero es necesario rechazar el extremo ya
que la hiper- racionalización del sector público implicaría una disolución del
valor público.

¿Realmente queremos un gobierno así?

Hay que entender que el contexto social
determina el trabajo del Estado, y si el modelo de franquicia es importado sin
el filtro necesario de la sensibilidad social que requiere el diseño de las
políticas y programas públicos, el establecimiento de metas y la evaluación de
resultados tendrían deficiencias desde su diseño. En definitiva gobernar no es
como hacer sándwiches. Zapatero a tus zapatos.

Alonso Ronald Ortiz Garcia
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