Por Marco Antonio Cortez Navarrete
La crucifixión de Jesús tiene un impacto profundo tanto desde el punto de vista teológico como cultural e histórico.
Para los cristianos, la crucifixión de Jesús es el acto central de la historia de la salvación.
Jesús murió para redimir a la humanidad del pecado; su sacrificio abrió el camino para la reconciliación entre Dios y el ser humano.
A través de su muerte y resurrección, se ofrece la vida eterna a quienes creen en Él. “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito…” (Juan 3:16).
Ese acto simboliza un amor sacrificial que inspira a millones a amar y servir a los demás. La cruz transforma el sufrimiento humano, es decir: en lugar de ser solo algo negativo, el dolor puede tener un sentido redentor. Muchas personas encuentran consuelo al saber que Dios, en Jesús, también sufrió.
La cruz es el símbolo más reconocido de la fe cristiana. Marca el inicio de una nueva relación entre Dios y la humanidad. La crucifixión ha inspirado arte, literatura, filosofía y movimientos sociales y ha sido un modelo de sacrificio y entrega en muchas culturas influenciadas por el cristianismo.
Que Dios las y los proteja hoy y siempre.