Por Marco Antonio Cortez Navarrete
Con León XIV en Roma, ¿cuál será la relación y la convivencia entre la Fe católica y las tecnologías? especialmente con la innovadora y voraz Inteligencia Artificial (IA).
Es indudable que el mundo actual, la Fe y la inteligencia artificial (IA) conviven en un equilibrio complejo, con puntos de encuentro, tensiones y oportunidades de colaboración.
Opino que muchas personas personas ven la Fe y la IA como dominios distintos pero complementarios. La Fe, me dicen amigos sacerdotes, aborda preguntas existenciales, éticas y espirituales, mientras que la IA se enfoca en resolver problemas prácticos mediante datos y algoritmos.
En este sentido, la IA puede ser vista como una herramienta útil, no como una amenaza a la espiritualidad. Considero que las comunidades religiosas han empezado a involucrarse en el debate ético sobre la IA, aportando marcos de valores que pueden ayudar a guiar su desarrollo (por ejemplo, la dignidad humana, la justicia y la compasión).
En medios internacionales y digitales he leído como el Vaticano ha promovido principios éticos para la IA, buscando un desarrollo responsable e incluso hay personas de Fe que se preocupan por una posible “deificación” de la tecnología o por el reemplazo del pensamiento humano y espiritual por sistemas algorítmicos.
Lo anterior ha generado debates sobre los límites del conocimiento técnico y el respeto por el misterio y la trascendencia; Iglesias y otras organizaciones religiosas usan IA para analizar textos sagrados, traducir sermones, mejorar la gestión comunitaria e incluso crear chatbots que respondan preguntas sobre la Fe.
En síntesis creo que a medida que la IA avanza, muchas tradiciones religiosas buscan entenderla mejor para discernir cómo puede servir al bien común sin comprometer los principios fundamentales de la fe.
Finalmente un ejemplo: el Vaticano ha mostrado un creciente interés en los impactos éticos y sociales de la IA; en 2020 se lanzó la Rome Call for AI Ethics, con apoyo de empresas como Microsoft e IBM y promueve una IA que respete la dignidad humana, la transparencia y la inclusión.
Hay Iglesias que usan IA para mejorar la evangelización digital, generar contenido bíblico, interpretar textos y atender pastoralmente a fieles mediante chatbots o apps.
Solo subrayar que la IA no puede reemplazar el alma humana ni la relación con Dios. Hay reflexiones sobre el “transhumanismo” y los límites de la creación humana.
Por esta ocasión amables lectores dejamos el tema hasta este renglón. Que la vida los guíe por el camino correcto.