Pasaba el calor por la calle y saludaba de tú a tú a las paredes blancas blancas blancas de las casas. El Blablacar se había detenido un momento, y ya estaba listo para seguir la ruta. Domingo de carretera, pueblos andaluces, pueblos extremeños, pueblos castellanos, pueblos gallegos. España, bella y maravillosa, en toda su grandeza de final de junio…
Las chicas estaban felices y cansadas tras la larga aventura. Recordaban con pereza aquel viaje de las últimas veces. Aquel ser de nombre femenino y adjetivos como engreída o presuntuosa o ególatra hablando y hablando y hablando de todas sus muchas virtudes, mucho ruido y poca palabra, mucho menos y poco más. Había sido una experiencia fea: las gentes con tanta egolatría lo hacen todo feo…
Sin embargo este nuevo trayecto fue divino! Ella y él eran el bien. La bondad. Lo que aporta al mundo y a la vida. Trabajaban los dos com personas discapacitadas dependientes. Explicaban con amor y verdad lo que implica ser sordociego. Imagínalo: tapa los oídos y cierra los ojos: esa es la realidad diaria. Explicaban de comunicar, de juegos, de paseos, de deporte…
Dijeron que la felicidad de alguna de estas personas muchas veces es degustar un yogur de fresa. Y justo eso es!
Y llegó, despacito, julio. Entró despacito, y besando al junio que se iba, y sorprendió a los del coche, bajo las estrellas, conversando sobre una actividad relativa al toreo. Irían a un campo: y, con su sistema de comunicación, enseñarían capotes, muletas, olores, trajes de luces… Acercarían a la oscuridad más silenciosa el color y los brillos de la ganadería y del toro bravo…
Dedicado a vosotros, chicos: impresionante vuestra labor! Ole
Dedicado a un junio excelente
Al julio que llega
A mi Luis
A mi hermana
A mi amiga Ana: pura sensibilidad
A mi mejor amigo
A mis amigos ganaderos
A Lama de Góngora
A Blablacar
Al toreo
Y a la gente de verdad