Era un niño pequeño, de mirada limpia y piel aceitunada, que quería ser torero. A la vera de la chimenea le hablaban desde que era un bebé de meses del embrujo de maestros de Jerez, el empaque de matadores de Ronda, el duende del toreo alicantino.. Los capotes le fascinaban tanto como las muletas, y el color albero le emocionaba mucho más que mucho…
Entró en los terrenos del Señor del Castillo sin permiso porque el niño era también un romántico, y sabía que a la niña más dulce de su escuela le gustaban las rosas que crecían allí…
El Señor del Castillo le sorprendió cortando alguna, y le castigó a pasar un año de vida sin poder usar en absoluto la letra o…
El niño, se llamaba Pepe, se marchó feliz.. no era tan grave el castigo! Podía seguir jugando a ser Talavante por las tardes, era soportable! En casa su hermana le ayudó a darse cuenta de la gravedad de la situación: no podría susurrar un ole arrebatado, ni hablar del flamenco hechizante de El Pele, ni contar las orejas que cortaba Joaquín Galdós, de hecho no podría mencionar a Joaquín Galdós.. Ni decir hola!
Y, cuando el pequeño iba a ir a quejarse de la magnitud del asunto al Señor del Castillo, qué vida podría disfrutar si no podía pensar en el oro de los trajes del luces, descubrió algo terrible: el Señor del Castillo no podía estar en su pensamiento, llevaba oes en el nombre…
Menos mal que se despertó en ese instante..
En su campo, en la ganadería que su padre tanto amaba…
Dedicado a mi mago Talavante
A los ganaderos y a mis amigos ganaderos
A Rafael de Paula y a la memoria de Antonio Ordóñez y de Josemari Manzanares
A mi amiga Magaly
A mi amigo Pepe
A Joaquín Galdós
A mi amiga Rosario
A Paty
A El Pele
Al flamenco
A mi amigo Jerónimo, no miras nunca tu email!
A mi Luis
A Carlos
Y a la gente de verdad
